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‘El Ministerio de la Verdad’: las vidas de ‘1984’

Por The Objective  ·  10.11.2022

‘El ministerio de la verdad’ es un estudio tanto de las influencias como del impacto en la cultura popular de la distopía ‘1984’. Charlamos con el autor sobre Trump, neolengua y el paso de Orwell por Barcelona.

Nunca hasta la fecha se había hecho un estudio comparatista de la distopía por excelencia del siglo XX junto a Huxley, la novela 1984 de George Orwell, cuyos conceptos sin duda han traspasado a la esfera pública y la cultura pop de modo que, sin dificultad, en un buen día de debate en las cámaras, el avieso espectador podrá ver a los dos bandos adjudicarle al otro un control malvado sobre el lenguaje o sutiles censuras. 

Con tantas interpretaciones de 1984 ahí fuera, entre excitados universitarios o nacionalistas, era necesario un estudio de la obra hacia el pasado (influencias), su presente (los métodos de composición) y el anchísimo futuro reinterpretado por otros tantos muchos artistas. Ese es El Ministerio de la Verdad (Capitán Swing, 2022), que huye de interpretaciones demasiado anarquistas, liberales o católicas para explorar el mundo en la fecha de publicación del libro, en 1949, y situarlo entre otros exponentes de la ficción utópica y antiutópica, como H.G. Wells, Eugueni Zamiatin o Aldous Huxley.

También resulta crucial la arqueología del ensayista sobre los apuntes de George Orwell para transmitirnos sus sensaciones a la hora de componer el libro y el enorme impacto de su paso por la guerra civil española. Durante el enfrentamiento entre anarquistas y comunistas contra el ejército, aprendió a «ser consciente por primera vez de cómo la conveniencia política corrompe la integridad moral, el lenguaje y la propia verdad». 

En la tercera parte del ensayo, el autor nos presenta una larga lista de influencias que demuestran cómo una novela puede cambiar la historia. Están en la lista Winston Churchill, Ayn Rand, Joseph McCarthy, Hannah Arendt, Lee Harvey Oswald y J. Edgar Hoover, Margaret Atwood y Margaret Thatcher, David Bowie, Alan Moore y su V de Vendetta, Edward Snowden y la tríada de dictadores Lenin, Stalin y Hitler.

Nuevas distopías

Dorian Lynskey (Reino Unido, 1974) es periodista musical de The Guardian y escritor especializado en la intersección entre cultura popular y política. Ha colaborado también con The ObserverGQQ, Empire, Billboard y The New Statesman. Es el presentador del popular pódcast sobre el Brexit Remainiacs. Es autor del aclamado libro 33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta (Malpaso, 2015), una historia cultural de la música como herramienta de participación política a lo largo del siglo XX. Ganó el premio New Musical Express (NME) al mejor libro del año y fue reconocido como el mejor libro de música de 2011 por el Daily Telegraph.

Empezamos charlando sobre la chispa que inició el proyecto: «En 2016 me interesé por los orígenes de la ficción distópica: ¿de dónde vienen estos tropos familiares que todos conocemos? Mientras investigaba eso en mi tiempo libre, me di cuenta de que 1984 era el punto de inflexión histórico. Orwell había absorbido prácticamente toda la ficción distópica publicada antes de la década de 1940 y sintetizó varios elementos con su propia teoría del totalitarismo. Además, era posible rastrear su pensamiento a través de sus libros anteriores, el periodismo, las cartas, etc., y ver muy claramente cómo evolucionó 1984. Me di cuenta de que, al contar la historia del libro, podía dar vida al viaje intelectual de Orwell y, al mismo tiempo, seguir la influencia del libro después de su muerte. Todas las novelas o películas distópicas posteriores tienen en cuenta 1984, ya sea por influencia directa o por tratar de escapar de su influencia».

Sin embargo, es evidente durante la lectura del ensayo la dialéctica argumentativa con el fenómeno de Donald Trump, así que le pregunto directamente por ello: «Es verdad que todo esto coincidió con la elección de Donald Trump. Estaba escribiendo la propuesta del libro cuando Kellyanne Conway acuñó la frase orwelliana «hechos alternativos» y me di cuenta enseguida de que esto estaría en la introducción. Así que sentí que incluso mientras me sumergía en la historia de los años 30 y 40 y en la vida de un hombre, también estaba comentando implícitamente dónde estamos ahora. Quería sacar el libro a tiempo para el 70 aniversario de la novela en junio de 2019, así que tuve que entregar el primer borrador en septiembre de 2018. Diría que tardé un año desde que firmé el contrato y empecé a escribir en serio».

Así es como nació mi duda sobre si el libro habría perdido relevancia durante estos dos años de ausencia de Trump en la Casa Blanca. A Dorian Lynskey no le parece menos relevante porque enmarca a Trump dentro de una «tendencia más amplia hacia la desinformación y el autoritarismo» que incluye a Bolsonaro. Me cuenta que, de entre todos los títulos posibles, eligió el de El Ministerio de la Verdad «para llamar la atención sobre la idea de un asalto a la realidad objetiva, que es esencial para los autoritarios y que se ha acelerado enormemente con Internet. Añade que no le habría sorprendido al autor descubrir que el Gran Hermano no era un requisito, que los ciudadanos se las apañan solos con la desinformación».

Después de leer en el ensayo las desventuras de Orwell con los piojos en las barracas que son ahora la Universidad Pompeu Fabra, restaba saber sus sensaciones por la traducción del libro al país que inspiró gran parte: «He descubierto que Orwell y 1984 tienen conexiones con tantos países que dondequiera que se publique El Ministerio de la Verdad tiene cierta resonancia. Ha sido muy popular en Europa del Este, e incluso se pretendía hacer una edición rusa antes de que la represión lo hiciera imposible. Por supuesto, fue en España donde Orwell experimentó la crucial y estremecedora revelación de que los comunistas podían comportarse tan mal como los fascistas, lo que finalmente condujo no solo a 1984, sino a Rebelión en la granja. Solo estuvo allí seis meses, pero transformó su comprensión de hacia dónde iba la política. Ahora parece extraño que en 1937 fuera controvertido comparar a Stalin con Hitler, pero el concepto de totalitarismo todavía estaba evolucionando. La izquierda británica se negaba a aceptar que existiera una afinidad, razón por la cual Orwell luchó para que se publicaran sus escritos sobre España. He estado en Barcelona dos veces, pero no desde que escribí el libro, y me encantaría volver y visitar los lugares que visitó en 1937».

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