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El juego infinito

Por Francisco Casoledo  ·  12.04.2012

¿Queréis hacerle a alguien (o a vosotros mismos, sin duda mucho más aconsejable…) un excelente regalo literario? Aquí está “Composición nº 1”. Recordemos el criterio que suele utilizarse para los niños: qué mejor elección que aquella que proporcione infinitas horas de disfrute, que siga perdurando con los años y aparezca siempre en un sofá o en el suelo del cuarto de los juegos cuando visitemos la casa. Así ocurrirá con este libro-caja-baraja de posibilidades infinitas, mayores sin duda que Rayuela, que el cubo de Rubik o los videojuegos de inacabables territorios y pantallas.

Claro que el adjetivo “literario” que hemos empleado resulta más relevante de lo que parece: si algo convierte en verdaderamente notable la obra de Saporta es la calidad de cada una de las páginas que nos ofrece. Una a una constituyen excelentes relatos de corte psicológico, estampas cotidianas y dibujos interiores de personajes que reencontraremos en un delicioso azar, y una especie de trama que se construye y destruye con nuestras elecciones, que a veces es meramente intimista, sin apenas acción, y otras se vuelve relato inquietante, novela histórica, thriller policial o drama social. La experimentación, pues, viene de la mano del conjunto, y de una cierta perspectiva con que debe contemplarse, pero no así de sus componentes individualmente considerados. Hay excelente narrativa en estas cuartillas, caracteres bien construidos (la atormentada  Marianne, la soledad de Dagmar -pintora que firma un cuadro abstracto, hecho de chisporroteos de color, irónicamente titulado como el libro-, el misterio de Helga –que parece aludir a un oscuro episodio de abusos en la infancia), la voluntad de contar. De no haber sido así todo habría quedado en un experimento opaco, cerrado sobre sí mismo, como esas intervenciones artísticas de algún mérito técnico pero incapaces de transmitir nada, o bien en una broma intelectual para consumo de iniciados. El libro resulta fascinante precisamente por esto, por no renunciar a la comunicación ni a la capacidad expresiva de la literatura para generar interés, emoción y belleza.

En la prosa encontramos el tono del nouveau roman, su sequedad expresiva y su aprecio por lo mínimo, pero ésta será probablemente una de sus manifestaciones más perdurables. De ahí que debemos aplaudir la decisión de recuperar para los lectores/as de hoy un texto tan, en principio, complicado de editar. Capitán Swing lo presenta en una caja encantadora y con una paginación delicada que, en su reverso -ilustrado por letras desordenadas-, alude a la aleatoriedad del lenguaje.

En definitiva, un volumen fascinante destinado a acompañarnos durante mucho tiempo. Venga, a barajar y empezar de nuevo.

 

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