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‘El hombre que susurraba a los elefantes’, de Lawrence Anthony

Por Culturamas  ·  22.06.2017

África es un continente que no se acaba nunca. La sensación de estar todavía fraguándose, ese lugar donde nació el hombre, es inevitable en cualquier testimonio. Europa nunca ha podido ser mejor que en el pensamiento de los clásicos griegos y en los panteones de Miguel Ángel. América del norte tomó el mando hace tiempo y ahora dicta las modas, que cambian cada vez a mayor velocidad. América latina no deja de ser una extensión de países europeos y su vecino del norte. En cuanto a Asia, apenas queda nada allí por colonizar, por descubrir, por amar. Y Oceanía sigue siendo la imagen ideal del paraíso. Pero África es la obra de un alfarero que todavía no se ha puesto a trabajar en darle forma. La representación básica que tenemos del continente, se reduce a la fauna y a la caridad. A África uno va a ver leones o como cooperante. Y, sin embargo, es un lugar donde se sigue sucediendo a la par los distintos valores morales. En este caso, el conservacionismo es el eje, pero no faltan los ayudantes que garantizan el bien a pesar del hambre, los pícaros, los ladrones cuya necesidad todos podemos entender, o los asesinos a sueldo.

Lawrence Anthony (Sudáfrica, 1950-2012) nos narra en este libro la parte biográfica que le corresponde a la transformación de África. Anthony no es un biólogo ni un ecologista combativo. Es un conservacionista y su apuesta es por defender un trozo de Sudáfrica a modo de reserva natural. La finca posee dos mil hectáreas y allí tiene cabida toda la población animal propia de la zona. Y también un grupo de gente que trabaja con él, más que para él, esforzándose por tratar a lo libre y salvaje como se merece. Pero en su proyecto falta uno de los dos animales más emblemáticos de la fauna de África. El primero es el león, el segundo el elefante. Así que acoge a una manada de elefantes que no han conocido nada parecido a la civilización, descabezados de sus líderes por cazadores furtivos. Lo furtivo también tendrá su protagonismo en este libro, no solo por la defensa de los animales contra los rifles, también por negocios tan sucios como la venta de crías de elefante a zoológicos chinos, donde vivirían maltratados.

El proyecto se antoja demasiado grande para Anthony y los suyos. Ni siquiera disponen de plazo para construir la cerca. Eso para empezar. Porque si África se distingue de los demás continentes por algo, es por lo impredecible. Se trata de otra de las características de un territorio en formación. Ganar a lo impredecible es poder lo imposible. Y de eso es de lo que trata, en realidad, este libro. Uno tendería a creer que el proyecto se irá haciendo paso a paso. Sin embargo, el objetivo de Anthony queda reflejado desde el principio: es eso que conocemos como empatía. Conseguir no domesticarlos, pero sí llegar a tener una relación cordial, hasta el punto de llegar al gesto humano de la caricia, es un acicate. Las ganas de vivir que transmite el libro, la biografía, son inmensas. Anthony y su mujer, sobre todo su mujer, de origen francés, que siempre ofrece el contrapunto de las posibilidades de adaptación del hombre, sueñan. Viven en un territorio en el que lo único permitido es la supervivencia. Pero elegir esa África incómoda, llena de termitas y mosquitos, para consagrarse al conservacionismo, sigue siendo romántico. Aunque controlar los vínculos con los animales sea lo menos problemático. Su actuación no deja de afectar a la gente, y es ahí, en los encuentros con los nativos, donde él es extranjero, donde las leyes que debe respetar apenas conoce, donde Anthony demuestra más dotes de Tarzán.

Puede que la impresión que tengamos de África sea la de un continente todavía sin fraguar. Pero lo único que salvará la vida en el territorio donde uno debe adaptarse a cada paso, será el respeto. Anthony sabe que la sabiduría es un limbo. Por eso pisa tierra e intenta elegir el respeto en cada uno de sus gestos

Lawrence Anthony

Sudáfrica, 1950 – 2012

Conservacionista internacional, ecologista, explorador y autor de éxito. Era el jefe de conservación en la reserva de caza Thula Thula en Zululandia, Sudáfrica, y el fundador de The Earth Organization, un colectivo privado e independiente, dedicado a la conservación internacional y al medio ambiente, de fuerte orientación científica. Anthony era reconocido por iniciativas de conservación complicadas, incluyendo el rescate del zoológico de Bagdad durante la invasión de Irak en 2003, y las negociaciones con el famoso Ejército de Resistencia del Señor, ejército rebelde en el sur de Sudán, para concienciar sobre el medio ambiente y proteger las especies en peligro de extinción, como el último ejemplar de rinoceronte blanco del norte. Los detalles de sus actividades de conservación aparecieron regularmente en medios regionales e internacionales incluyendo la CNN, CBS, BBC, Al Jazeera y Sky TV y presentados en revistas y periódicos tales como Reader’s Digest, Smithsonian, etc.
Anthony murió de un ataque al corazón a los 61 años, justo antes de la cena de gala que había organizado en Durban para fomentar la conciencia internacional sobre la caza furtiva de rinocerontes. Después de su muerte, hubo informes de que algunos de los elefantes con los que trabajó fueron a la casa de su familia, de acuerdo con la forma en que los elefantes suelen llorar la muerte de uno de los suyos.

Lawrence Anthony, autor de 3 libros, incluyendo el Best-Seller, “The Elephant Whisperer”, rescató animales salvajes y salvó elefantes de todo el mundo. El pasado 7 de marzo hizo un año de la muerte de Lawrence Anthony que falleció a los 61 años dejando esposa, dos hijos, dos nietos y numerosos elefantes.

Algunos lo llaman instinto animal otros no encuentran explicación, pero lo que ocurrió es que pocos días después de su muerte dos manadas de elefantes llegaron a la casa de la familia Anthony. La primera manada llegó el domingo y la segunda un día después. Y allí estuvieron durante dos días antes de marchar se nuevo a la selva. Un total de 31 elefantes con dos grandes matriarcas a la cabeza habían caminado más de 20 kilómetros para llegar a su casa ante los asombrados ojos de los testigos.

La esposa de Lawrence se conmovió sabiendo que los elefantes no habían estado en su casa desde hacía más de tres años y sin embargo recordaban el camino. Durante los dos días de pésame que allí permanecieron estuvieron sin comer absolutamente nada hasta que una mañana partieron, emprendiendo su viaje de regreso a casa.

Lawrence Anthony fue un conservacionista de Sudáfrica, conocido como “El hombre que susurraba a los elefantes“, y apareció en los titulares de todo el mundo en 2003, cuando llegó en plena invasión de Irak para rescatar a los animales del zoológico de Bagdad. Aunque lo que encontró fue una nube de moscas y animales muertos y unos pocos supervivientes traumatizados y hambrientos.

Lawrence Anthony nació el 17 de septiembre de 1950 en Johannesburgo, donde su abuelo, un minero de Berwick-upon-Tweed, había emigrado en 1920 a trabajar en las minas de oro. Su padre fundó un negocio de seguros. Lawrence se crió en una serie de pequeños pueblos rurales de Rhodesia, Zambia, Malawi y finalmente Zululand, Sudáfrica.

Anthony siguió a su padre en el negocio de los seguros y más tarde trabajó en la promoción inmobiliaria. Pero su corazón estaba siempre en la selva africana que había amado como a un niño. Él se involucró en el trabajo con las tribus zulúes para tratar de reconstruir su relación histórica con el monte, y en la década de 1990 decidió convertir su hobby en una carrera con la compra de 5,000 acres en el Thula Thula Game Reserve en Zululand Sudáfrica

Posteriormente fundó la organización Tierra, una compañía independiente, internacional y grupo ambiental con una orientación científica sólida. Él era un miembro internacional del Club de Exploradores de Nueva York y miembro del Consejo Nacional de la Asociación del Sur de África para el Avance de la Ciencia , la más antigua asociación científica de Sudáfrica.

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