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El hombre que siempre estaba allí

Por Francisco Casoledo  ·  26.05.2012

Terry Southern formó parte de la generación beat y del Swinging London, fundó el llamado “nuevo periodismo”, escribió los guiones de Dr. Strangelove y Easy Rider… Vamos, que estuvo en todas las fiestas y firmó en todos los libros de visita que daban cuenta de la cultura de los animados setenta. Semejante currículum hace que cualquier obra suya que pueda ofrecernos el mundo editorial en español merezca interés. Junto con una interesante y alocada novela (“El cristiano mágico”) que publica Impedimenta, aparece esta recopilación miscelánea en Capitán Swing que sirve de buena introducción al singular universo literario del autor. Universo marcado sobre todo por un estilo ácido que se sirve del sarcasmo y la ironía para desnudar a la sociedad americana, pero sin alcanzar el trazo grueso de lo grotesco o la admonición panfletaria.

Southern es un gran escritor, capacitado especialmente para el diálogo, a través del cual capta la espontaneidad de la calle, aunque tampoco se pierde en la excesiva imitación del slang, porque sus textos se dirigen ante todo contra los prejuicios, inercias y fundamentalismos de la sociedad americana: el racismo, la homofobia, el gran tabú de las drogas… Pocas cosas quedan al margen de su pluma insidiosa, le agrada especialmente retratar con rasgos burlescos algunas de las grandes cuestiones políticas de la época, desde los viajes espaciales a la CIA a “la bicha” del comunismo; pero también se mueve por cuestiones más mundanas, como el jazz o la literatura pulp (ay ese Mike Hammer que hoy contemplamos con una mirada aún más sardónica que la de Southern…).

En el libro encontramos también algunos textos de ficción que no pasan de pequeñas curosidades o apuntes de lo que podrían llegar a ser comedias musicales, obras de teatro o guiones televisivos. Mención especial merece “Se cambia de apartamento”, donde une nada menos que a Freud, Kafka y la madre de éste en una especie de sesión de terapia desopilante que termina con una resolución simbólica que habría agradado al autor de “La metamorfosis”. Otro de sus logros es la incorporación de la narrativa al reportaje periodístico, a la manera de Capote (no entremos en quién fue primero, el huevo o la gallina… o dejémoslo mejor en la marihuna y todos contentos), técnica que hoy se sigue practicando con profusión y que quizá no ha sido lo suficientemente estudiada y valorada.

Un volumen entretenido, irreverente, de ágil lectura y buen sabor de boca final. Si un mínimo pero podemos ponerle es lo pegado que se encuentra a su época, aunque ese inconveniente deja de serlo porque aquellos tiempos, al menos bajo la visión de Southern, aparecían cuajados de humor, desvarío, creatividad y, en definitiva, vida. Contemplarlos desde la grisura del presente nos invita a reiterar la famosa interpelación de Tierno Galván: el que no este colocado aún, que se coloque.

Francisco Casoledo