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El gran modelo que domina el mundo

Por Diario 16  ·  14.08.2022


Pensar en sistemas de Donella Meadows (editado por Capitán Swing) es considerado como el primer gran resumen de toda esa amalgama de estudios anglomaericanos (luego se verá el porqué de esta apreciación) enmarcados dentro de la Teoría General de Sistemas. Desde la Economía hasta la Biología, pasando por ciencias naturales y sociales. Unos estudios que se han apoyado en la matemática y la informática tanto para el análisis como la prospectiva. Sin duda es un muy buen libro para iniciar el camino del análisis de sistemas complejos. Si usted quiere adentrarse en ese mundo, este es su libro.

Cuanta Meadows en el libro el esqueleto de todo el entramado sistémico. Siempre bajo la premisa de que si usted, como lector o analista, piensa en sistemas podrá captar de mejor forma la complejidad y el caos del mundo. Partiendo de algo aparentemente sencillo, como son los tres elementos básicos de todo sistema (elementos, interrelaciones y función o propósito), se puede alcanzar un conocimiento complejo y predictivo (gracias a la ingeniería y la informática esto último) de los sistemas. Todo ello porque, pese a la simplicidad en algunas ocasiones del habla, no existe un solo sistema, sino varios sistemas interrelacionados.

Sistemas que, mediante su componente de resiliencia (capacidad de un sistema para sobrevivir y persistir en un entorno variable), acaban por fijar la supervivencia como una función principal al igual que hacen los seres vivos, en una especie de darwinismo social. Los analistas de sistemas, dice Meadows, tienen la virtud de ver el mundo como un “conjunto de reservas” que varían dependiendo de los flujos (de todo tipo) que transitan por los sistemas. Esos flujos acabarán siendo alterados por las funciones de cada sistema, ya que son las que determinan el comportamiento y, por ende, la visión del flujo.

Como todo sistema que se precie, la clave de su funcionamiento se encuentra en los bucles sistémicos. Según la autora estadounidense éstos son de dos tipos: compensadores, aquellos que proveen estabilidad mediante el mantenimiento de la reserva del sistema en un cierto valor (como si fuese un granero, para que se hagan una imagen); y los reforzadores, que son bucles encargados tanto del crecimiento saludable, como de una destrucción descontrolada. Cada sistema posee diversos bucles, algunos de los cuales acaban por dominar al resto y marcan el comportamiento de todo el sistema. Por ejemplo, diversos bucles y subsistemas del capitalismo han acabado dominando al resto para dotarle de un comportamiento actual que difiere al capitalismo de hace setenta años.

Más allá de la resiliencia sistémica (ya saben de dónde ha sacado Pedro Sánchez y sus colegas el término) cabe destacar que todo sistema acaba teniendo un final. Ningún sistema es eterno ni se pueden expandir hasta abarcar la totalidad. Siempre hay límites y la desaparición es posible.

Esto es básicamente lo que cuenta el libro en el que Meadows y su equipo establecieron una base que queda perfectamente explicada. Esta Teoría de Sistemas ha tenido un desarrollo enorme en la prospectiva, la modelación de posibles rutas o escenarios y en cuestiones de estrategia política o militar. Marca este modelo de análisis la vida de millones de personas en todo el orbe. Enormes poblaciones acaban dependiendo de los principios que un grupo de investigadores desarrollaron en el MIT. Por eso es necesario conocer a qué se enfrentan los seres humanos y por ello es bueno leer este libro, pero…

La crítica

Como todo modelo analítico, por mucho ordenador que incorporen, tiene sus problemas y críticas. Aunque no sea conocida entre el gran público, cabe decir que la teoría de sistemas y sus derivados han servido a numerosos “científicos sociales” para hacer carrera. En España unos cuántos de la Fundación Juan March, y hoy respetados profesores, han vivido (y viven) gracias estas complejidades. Si ven a un político que advierte que la situación es compleja, seguramente tenga detrás algún asesor de ese abrevadero (u otros como la Universidad Pompeu Fabra). De esto no tiene culpa el libro, evidentemente, pero sí de ser la base sobre la que se deciden mediante simulaciones los destinos personales de millones de personas en el mundo. Simulaciones hechas partiendo de premisas falsas. O mejor dicho, de premisas ideológicas concretas.

Respecto al libro es curioso que Meadows y sus colegas se cuelguen medallas como los primeros investigadores que desarrollaron esto de la Teoría de Sistema. Ingenieros, biólogos y físicos muy listos del MIT que idearon este modelo… Lástima que no leyesen en su tiempo a sociólogos, politólogos y algún filósofo que ya habían trabajado, cuando menos desde Auguste Comte, en este tipo de pensamiento sistémico. De hecho, entre los científicos naturales Ludwig von Bertalanffy creó una Teoría General de Sistemas que ha servido para explicar, en mucha mejor forma, los sistemas vivos y humanos. Con tres sencillas reglas: los sistemas son abiertos siempre; las funciones del sistema dependen de su estructura (algo contrario a lo expuesto en el libro) y los sistemas son multisistemas. Y entre los científicos sociales Talcott Parsons ya estableció el sistema social como elemento central mucho antes que estas gentes del MIT. En ocasiones hay que parar los pies a ciertos núcleos de poder académico.

Respecto a la teoría de sistemas se podría utilizar lo que en su momento dijo Ramón Cotarelo (cuando era un científico impresionante y adelantado a muchos colegas), al final no hay tantas diferencias entre el funcionalismo y la teoría de sistemas. Cambia el aspecto exterior pero por dentro es lo mismo. No hay posibilidad de resolver problemas particulares, concretos e, incluso, sencillos. La teoría de sistemas y sus prospecciones yerran casi siempre. Dicen que aciertan porque han generado dos millones de posibilidades, pero, vaya mala suerte, eligieron la que no era en un 99% de las ocasiones. Al final la teoría de sistemas no deja de ser un idealismo del malo, una justificación de la incompetencia de alguien y donde las personas siempre son un medio, nunca el fin. Aquí, al menos, no han eliminado totalmente a las personas como en la teoría de sistema de Niklas Luhmann (por cierto, otro que también ha dedicado años a este tema y no es del MIT).

Si se fijan, al terminar de leer el libro seguramente les pasaría, pensar en sistemas puede abrir la mente pero para acabar en una simplificación excesiva. Como todo es complejo (encubrimiento de relaciones de poder casi siempre), analícese de forma sencilla. Y todo con la pretensión de evitar enseñar y decir que el fin de todo es el propio sistema. Dan igual las personas o lo que digan estos o aquellos, el fin de todo es el sistema en sí. Y por ende quienes ocupan las posiciones de mayor jerarquía en el sistema. Un muy buen libro que puede ayudar a comprender al común lo que engañan desde instituciones y centros de poder, siempre y cuando se tenga en cuenta que éste es el modelo que domina el mundo.

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