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El Gran Hermano de George Orwell nació en la Guerra Civil

Por El País  ·  28.11.2022

España sería la gran ruptura en la vida del autor británico. Su zona cero. La novela transcurre en Londres, pero su embrión está en el conflicto armado.

A finales de octubre, hablando sobre Ucrania, el presidente Vladímir Putin señaló: “La operación militar especial tiene lugar no solo en los campos de batalla, sino también en la mente de las personas, en sus almas”. Esa misma semana se descubrió que el Gobierno chino tenía habilitadas “comisarías” en una veintena de países para vigilar a sus ciudadanos más allá de sus fronteras. Y en esos días Amazon presentó una actualización de Astro, su robot doméstico, del que había quejas porque, según explicó un usuario, “su agudo sistema de seguimiento a una persona era casi espeluznante”.

Cada década, cada año y cada semana pasan cosas que nos llevan a 1984, la novela-mundo de George Orwell. Su poder es tal que conceptos como Gran Hermano o la Policía del Pensamiento están en la cabeza de millones de personas que no han leído el libro.

Más allá de las noticias, este otoño también se respira un aire orwelliano en las librerías, donde podemos encontrar una nueva edición de la novela (Akal), un cómic basado en esta (Planeta) o una biografía sobre el origen, desarrollo e impacto del libro, escrita por el periodista Dorian Lynskey y titulada El Ministerio de la verdad. Una biografía del 1984 de George Orwell (Capitán Swing).MÁS INFORMACIÓN

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1984 es percibida como una distopía, una profecía, una sátira, una tesis política, una novela de ciencia ficción, de suspense o de terror psicológico, una pesadilla gótica, un texto posmoderno y una historia de amor. También es una de las obras de ficción más famosas del mundo, y Lynskey demuestra que la experiencia de Orwell en la Guerra Civil española fue el motor propulsor de su creación.

España, zona cero

“La historia se detuvo en seco en 1936″, le diría Orwell a su amigo Arthur Koestler, autor de El cero y el infinito, para referirse al momento del advenimiento del totalitarismo en Europa. Y fue en ese instante, “cuando la historia se detuvo, cuando la idea de 1984 echó a andar”, según Lynskey.

España sería la gran ruptura en la vida de Orwell. Su zona cero. La novela transcurre en Londres, pero su embrión está en la Guerra Civil. Más exactamente, en las calles de Barcelona. “Orwell llegó a España lleno de optimismo revolucionario”, pero tras los meses que pasó en el frente de Aragón, “la atmósfera de terror que luego vivió en la Barcelona de mayo de 1937 es la que después reflejó en 1984”, explica el autor por videoconferencia.

En esos días, los comunistas, bajo las órdenes del Kremlin, se revolvieron contra sus antiguos aliados anarquistas. Fueron cinco días de infamia y violencia que dejaron un millar de muertos, un suceso del que Orwell fue testigo de primera mano por luchar en las filas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), una agrupación disidente del estalinismo. En esas horas frenéticas vivió la sombra de la sospecha en cada saludo, conoció la persecución y el asesinato de compañeros suyos y entendió que su vida y la de su mujer, Eileen O’Shaughnessy —también presente en la ciudad—, corrían peligro. La pareja inglesa tuvo suerte: pudieron huir de Barcelona y sobrevivir a la represión, pero nunca la olvidaron.

La chispa saltó el 3 de mayo, cuando los guardias de asalto, enviados por los comunistas, tomaron el edificio de Telefónica, controlado por los anarquistas. Cerca de allí, en las Ramblas, estaba el hotel Continental, un nido de combatientes, periodistas, buscavidas y espías. Y fue en ese hotel donde Orwell escuchó cómo un agente de la policía secreta de Stalin apodado Charlie Chan “informaba” de que el brote de violencia provenía de un golpe de los anarquistas contra la República y para ayudar a las tropas de Franco.

Paranoia y conspiración

“Nunca había visto a nadie cuya profesión fuese contar mentiras”, escribió Orwell en Homenaje a Cataluña. Las tensiones entre diferentes grupos políticos no le sorprendieron, relata Lynskey, pero sí la administración organizada de mentiras, como que los comunistas hubieran conseguido “desmontar” una red de traidores anarquistas que se comunicaba con los fascistas por medio de emisoras de radio secretas y mensajes en tinta invisible para asesinar a líderes republicanos.

Durante la purga comunista, Barcelona vivió un clima de pesadilla y se convirtió en “un manicomio”, según Orwell. Un lugar donde la paranoia, las calumnias y los rumores crearon un ambiente tan venenoso que incluso los que no participaban en las intrigas se vieron a sí mismos como conspiradores.

“El odio al fascismo había llevado a Orwell a España, pero la crueldad y la falta de honestidad de los comunistas le impactaron”, reflexiona Lynskey, quien relata que, dependiendo del momento, para el autor de Rebelión en la granja su experiencia en España le parecía “emocionante, aburrida, inspiradora, aterradora o reveladora”.

Para Orwell, la verdad era lo más importante, aunque resultara inoportuna y al llegar a Londres buscó dónde publicar lo que vio en Barcelona. Por eso le supuso “una traición y un shock que se le dificultara esa posibilidad, porque editores amigos suyos alegaban que explicar esos sucesos, aunque fueran ciertos, podía favorecer a las tropas de Franco y al fascismo”, afirma Lynskey.

Toda la escritura orwelliana pone el acento en el valor de lo vivido y, por ello, la constatación de la mentira política en España y la ocultación de la verdad en Reino Unido cambió su percepción de la realidad, un binomio tenebroso que se transformó en semilla de inspiración.

“Cada renglón que he escrito en serio desde 1936 lo he creado, directa o indirectamente, en contra del totalitarismo y a favor del socialismo democrático”, confesó Orwell en 1946 en su ensayo Por qué escribo, poco antes de ponerse a trabajar en la novela.

Después, en la isla de Jura, en Escocia, en una casa prestada por su amigo David Astor, periodista de The Observer, fumando como un carretero y debilitado por una bronquitis que derivó en tuberculosis —con una pistola a mano, convencido que algún miembro del Partido Comunista Inglés podría llegar hasta allí para asesinarlo—, George Orwell escribió 1984, que se publicó en 1949.

El código del miedo

Más allá del germen español y de su escritura final en las tierras escocesas, la novela 1984 es un icono cultural con ramificaciones casi infinitas, “un código apocalíptico de nuestros peores miedos”, según Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, novela deudora de la obra maestra de Orwell.

“Es un libro al que recurrimos cuando se mutila la realidad, se distorsiona el lenguaje o se abusa del poder. Por eso funciona en cualquier tiempo”, reflexiona Lynskey. En El Ministerio de la Verdad. Una biografía del 1984 de George Orwell, enumera las sucesivas interpretaciones del libro: durante la larga Guerra Fría fue leída como una obra antiestalinista, una novela por la que muchos fueron encarcelados o ejecutados si la leían o la distribuían, un milagro literario que hizo exclamar a presos políticos de Europa del Este ante periodistas occidentales: “¿Cómo pudo Orwell saber todo esto?”, cómo el libro podía explicar tan exactamente las condiciones en las que vivían, cómo se sentían, cómo los vigilaban.

Lynskey narra el caso específico de Timothy Garton Ash, quién en sus viajes por Europa del Este se encontró con muchos admiradores clandestinos de Orwell que le preguntaban: “¿cómo era posible que lo supiese?” (Garton narró esta experiencia en una pieza de The Observer de 2001). Sobre esto, en el libro Lynskey responde: “lo sabía porque prestó atención. Observó el comportamiento de los comunistas en España, escuchó a todos los exiliados y leyó todos los libros que pudo”.

En los setenta se interpretó como una advertencia al resurgimiento de nuevos fascismos, como ocurrió en Chile o en Argentina, mientras que en los ochenta se transformó en una advertencia contra un nuevo peligro: la tecnología invasiva.

El poder y la esperanza

A finales de 1983, el crítico George Steiner escribió: “No ha habido un solo hombre ni un solo trazo que hayan conseguido eliminar un año del calendario de la esperanza”, en referencia a la obra orwelliana. Como no podía ser de otra manera, 1984 nació marcado por la vieja novela y no defraudó. Uno de los artefactos que mejor definió la distopía de Orwell fue el anuncio del lanzamiento de Macintosh de Apple, dirigido por Ridley Scott. “Apple es la única fuerza que puede garantizar la libertad del futuro”, se oye decir en una grabación a Steve Jobs antes de dar paso al vídeo entre socios y trabajadores de la empresa, precedido por una pregunta del propio Jobs: “¿Tenía razón George Orwell acerca de 1984?”

Según la escritora y ensayista Rebecca Solnit, “es posible que el anuncio de 1984 de Apple marque el inicio de esa fantasía según la cual Silicon Valley es parte de la solución y no del problema; un rebelde disidente en vez del nuevo establishment”, recoge Lysnkey en su libro.

Hoy, como ayer, 1984 es “un recipiente donde cualquiera puede verter su visión de futuro”, subraya el periodista británico. En estos tiempos la novela de Orwell se percibe sobre todo como una alegoría sobre las noticias falsas y las realidades alternativas que promueven gobiernos como el de Donald Trump, con personajes tan orwellianos como Rudy Giuliani, uno de los abogados del expresidente, que en una rueda de prensa aseveró: “La verdad no es verdad”.

1984 es un libro multiusos, pero es sobre todo un libro-alarma, pensado para despertarnos, porque habla de la fragilidad de la verdad frente al poder”, reflexiona Lynskey. Estamos avisados. Meses antes de morir, en junio de 1949, George Orwell confesó a su editor Fredric Warburg: “La moraleja que podemos sacar de esta peligrosa pesadilla es simple. No deje que ocurra. Depende de usted”.

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