Ha pasado, con razón, a la posteridad por un puñado de poderosas novelas, innovadoras y brillantes —Al faro, La señora Dalloway, Las olas, Orlando, Los años—, pero la refi nada capacidad de Virginia Woolf (Londres, 1882-Sussex, 1941) para el ensayo, aunque no tan conocida, debe ser muy tenida en cuenta. Muchas veces la excéntrica afectación del grupo de Bloomsbury, su suicidio o su feminismo han complicado el acceso a su obra, cargándolo de prejuicios. Pero su escritura —tocada por la música de la originalidad y la libertad— crece en el terreno del ensayo, abonado por su sensibilidad, su curiosidad, su humor, su ternura, su fina capacidad de observación y sus ansias por romper con las limitaciones y estrecheces de la Inglaterra victoriana; y no pocas veces por una perspectiva sorprendente que nace de haber abordado el asunto por encargo, un asunto que de otra forma le hubiera sido ajeno en lo literario.
El lector hallará una buena prueba de este dulce y asombroso magisterio, de este vuelo grácil, en La muerte de la polilla y otros escritos (1942), una reunión de textos breves publicada de forma póstuma, como la mayoría de las que aparecieron, en buena medida compiladas de la mano de su esposo Leonard Woolf, que recuperó piezas inéditas y otras estrenadas originalmente en revistas.
DEL ARTÍCULO A LA FICCIÓN
Uno de los aspectos más atractivos de este tomo —editado en español por el inquieto sello madrileño Capitán Swing— es la rica variedad temática que afronta y los distintos niveles de relación con lo que se entiende por ensayo, pasando por el artículo o la crítica y alcanzando el relato de fi cción. En este sentido, su concepción de lo literario no puede ser más actual y moderna.
Los textos dedicados a su querido Londres, el que da título al tomo —poética refl exión sobre la vida y la muerte—, o los que abordan la condición del lector —excelente ¿Cómo se debería leer un libro?— y los vínculos del escritor con el público son piezas de cabecera.
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