“El futuro parece brillante”. Así terminaba textualmente un informe que cinco días antes de que arrancase el crash de octubre de 1929 en la Bolsa de Nueva York le enviaba Thomas Lamont -accionista de referencia de JP Morgan- al presidente de EE UU, Herbert Hoover, para darle cuenta de lo que pasaba ante la inquietud del mandatario de que se estuviesen recalentando los mercados. Lo contaba el estupendo documental titulado 1929, el gran crash, de la televisión pública británica BBC, que emitió La 2 de TVE la madrugada del pasado domingo en su espacio La noche temática.
Ese documental, pasado el día que se cumplían 80 años del jueves negro de Wall Street, servía para establecer analogías y diferencias entre lo que sucedió entonces y la Gran Recesión que ahora estamos tratando de superar. Los distintos analistas que aparecen en él no son demasiado optimistas: hemos olvidado muchas de las lecciones que se desprendieron del origen de la Gran Depresión de los años treinta, y durante las décadas de los ochenta y noventa se permitió un proceso contrarreformista que ha devuelto al mundo a los abusos del pasado.
A destacar, dentro del documental, tres momentos estelares: el banquero Paul Warburg previó lo que iba a suceder, pero no le creyeron; su nieto destaca que hizo el papel de Casandra en aquella crisis y salvó a su banco de la quiebra saliéndose a tiempo de la Bolsa; segundo, las imágenes, poco conocidas, del drenaje del lago de Central Park, para instalar en su base seca decenas de chabolas de cartón para que los pobres y arruinados pudieran dormir en ellas; y tercero, la reacción que supuso en 1932 la elección como presidente del demócrata Franklin Delano Roosevelt, el hombre que logró sacar a EE UU de la Gran Depresión, que no acabó sino cuando se inició la Segunda Guerra Mundial.
Ha coincidido este documental con la cuidada reedición del mejor libro escrito nunca sobre aquellos acontecimientos: La crisis económica 1929-1939, del historiador norteamericano de la economía Charles P. Kindleberger (editorial Capital Swing). De él dijo John K. Galbraith (autor del clásico El crash de 1929) que era “una auténtica lección. Sin duda se trata del mejor estudio sobre la década decisiva, desde el punto de vista económico, de este siglo”.
Kindleberger, que analiza con gran didactismo las diferentes versiones que se han dado sobre los orígenes y el desarrollo de la Gran Depresión, llega a la conclusión de que los mercados planetarios (entonces no se hablaba de globalización) no se pueden controlar por sí mismos porque son inestables, con información asimétrica y competencia imperfecta.
Cuando Kindleberger se pregunta qué provocó la depresión mundial de 1929; por qué fue tan amplia, tan profunda, tan larga; si fue causada por factores reales o monetarios; si fue una debilidad fatal de la naturaleza del sistema capitalista internacional o de la forma en que éste era gestionado; si las políticas aplicadas por los Gobiernos eran consecuencia de la ignorancia, la limitación de horizontes o los malos deseos; si la profundidad y la duración de la depresión fueron un reflejo de la fuerza de un shock sobre un sistema relativamente estable, o una medida de la inestabilidad del sistema en presencia de un vendaval o de una serie de vendavales de fuerza normal, etcétera, parece estar interrogándose acerca de la Gran Recesión actual.
Sin embargo, afortunadamente hay cosas distintas. Existen al menos tres grandes diferencias en lo ocurrido en este intervalo de ocho décadas: primero, hoy los Gobiernos han actuado antes, más rápidamente, dando protagonismo a las medidas públicas de reactivación de la demanda y a los rescates del sistema financiero; segundo, han evitado (al menos hasta ahora), que la crisis económica devenga en una crisis política, ayudados por el hecho de que en la actual coyuntura no hay una alternativa ideológica al capitalismo (todo lo más se pretende reformarlo o refundarlo).
Y tercero, existe en algunas partes del mundo un Estado de bienestar que reduce las peores secuelas de la recesión y aminora las posibilidades de una crisis social. La incógnita es si se avanzará en las políticas reformistas para evitar que los abusos vuelvan a suceder, y aquí, tanto el documental de la BBC como Kindleberger son más bien pesimistas.
Joaquín Estefanía
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