Son las cuatro de la tarde en Sidney y Steve Keen viste una camisa hawaiana y una sonrisa jovial al otro lado de la pantalla. Pero al acabar la entrevista, después de casi una hora hablando de las calamidades pasadas y venideras tras la crisis del covid, el ambiente ha quedado algo sombrío. Para acabar con un mínimo de optimismo la entrevista, esta periodista acaba preguntándole: “¿Y no nos puede dar alguna buena noticia, aunque solo sea una?”. “Me gustaría, pero no”, responde con una sonrisa triste. Keen, de formación keynesiana, acaba de publicar en español su ensayo ‘¿Podemos evitar otra crisis financiera?’ (Capitán Swing, 2021) y dedica su prólogo a la situación en la que ha quedado España tras la pandemia. El australiano afirma que nuestro país está sufriendo más de lo que le corresponde, comparado con su entorno, y no ve otra solución para revertir la crisis y estimular el crecimiento económico que, atención, abandonar la Eurozona.
“España se ha metido en una deuda privada muy grande y tiene una burbuja de deuda privada mucho mayor que la de Estados Unidos. Allí han alcanzado hasta el 170% durante la crisis, mientras que en España esa deuda ascendió al 240%“, analiza Keen. “Y, al contrario que en Estados Unidos, no habéis podido responder con estímulos fiscales por culpa del Tratado de Maastricht. Mi sensación es que el Tratado de Maastritch y la Unión Europea han hecho que la situación para España sea mucho peor de lo previsto. Y creo que la única manera de salir de la crisis es escaparse de la Unión Europea“.
El economista aduce que, si España tuviese su propia moneda, podría haber imitado a Estados Unidos, que implementó estímulos fiscales del 10% del PIB e incluso más, lo que hubiese amortiguado la crisis. “Pero en España os han obligado a abrazar la austeridad, lo que es mucho peor. Creo que, en ese sentido, el hecho de que tengáis un desempleo tan alto es solo una señal de lo mal que os ha venido la Unión Europea. Creo que tendríais que salir de la Unión Europea, pero es algo que nunca van a dejar que pase voluntariamente. Esperaba que el Brexit provocase un efecto dominó, pero no ha sido así. Los italianos, durante un tiempo, han barajado la posibilidad de volver a su propia moneda, pero no ha ocurrido. Pero espero que en algún momento alguien diga ‘¡Basta!’ y adopten su propia moneda, lo que les exima de cumplir el Tratado de Maastritch y recuperen la capacidad de decisión sobre la economía doméstica, que es algo a lo que, de primeras, nunca deberían haber renunciado”.
Keen propone utilizar la capacidad ilimitada que tiene el Estado para crear dinero y así reducir la deuda privada. El problema es que, para crear ese dinero, los países de la Eurozona deben contar con el apoyo del Banco Central, que es algo que, de momento, no ocurrirá, a no ser que haya “un cambio drástico” en las intenciones y el pensamiento de los organismos europeos, con lo que la política económica europea “es un obstáculo para la gestión de las crisis gemelas de la deuda privada y el covid-19”.
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Para Keen, las consecuencias financieras del covid-19 podrían ser tan graves como las consecuencias sanitarias, porque ha intensificado el impacto del apalancamiento financiero. Si a un trabajador lo despiden, ese trabajador no podrá pagar su alquiler o su hipoteca sin ayuda del Estado; los dueños de esos inmuebles pierden ese dinero que necesitan para pagar sus propias hipotecas y las empresas se ven forzadas a endeudarse a corto plazo y, cuando pueden acceder a créditos, los invierten en compensar la caída de sus ingresos. En el caso de que muchas empresas quiebren, estas no podrán hacer frente a los créditos que adeudan, por lo que los bancos que les habían prestado también perderán dinero. Y ahí debe intervenir el Estado.
“La idea principal sobre la que pivota ‘¿Podemos evitar otra crisis financiera?’ es que todavía en 2018, cuando se publicó el libro, seguíamos arrastrando las secuelas de la deuda privada acumulada durante la crisis de 2007-2008. España es un claro ejemplo de ello. Tras la crisis del covid lo que ha ocurrido es que el ‘cash-flow’ de la gente ha desaparecido, mientras que los compromisos financieros han permanecido”, explica. “Algunos gobiernos han hecho un trabajo moderadamente bueno para dotar a la población de ‘cash-flow’, pero cuando esas ayudas han desaparecido la deuda privada ha aumentado más de lo que lo hizo en 2007. Creo la solución pasa por un ‘moderno jubileo de deuda’, pero creo que es imposible que los gobiernos lo resuelvan porque todavía creen que tienen que pedir dinero ellos mismos para no aumentar la deuda pública, lo que es totalmente equivocado. Lo que creo que pasará cuando salgamos de la crisis, si es que salimos de la crisis, es que viviremos un descenso de la carga de deuda privada repentino, lo que desembocará en una crisis crediticia como jamás hemos visto”.
Uno de los principales obstáculos, según Keen, para que la mayoría dominante de economistas no hayan podido ver avecinarse una crisis o que hayan propuesto soluciones que, al final, han empeorado la situación financiera es que para muchos de ellos sus teorías “tienen elementos semirreligiosos” para ellos. “Es un sistema de creencias y, en el caso de los economistas ‘mainstream’, los libros de texto les enseñan que los gobiernos se equivocan al financiar los déficits del sector privado. Pero quienes se equivocan son ellos. La teoría monetaria moderna, que no es ‘mainstream’, discute que el Gobierno no toma prestado del sector privando cuando éste está en déficit, sino que, de hecho, crea dinero para el sector privado, lo que es lo opuesto a lo que los libros de texto tradicionales enseñan. Y resulta que el Banco Mundial y el FMI están llenos de economistas ‘mainstream’ que creen en esta teoría de que las crisis las causa la deuda pública y no la privada, lo que probablemente es contrario a cómo funciona el mundo real. Su consejo es totalmente equivocado. Y hacen que la deuda privada crezca, provocando una situación más difícil todavía para las personas. Es una situación trágica, porque ellos creen de verdad que están haciendo lo correcto, como los médicos de antaño pensaban que hacían lo correcto recetando sanguijuelas para cualquier enfermedad. Pero, al contrario que la medicina, la economía ha ido marcha atrás desde el siglo XIX”.
Desde hace 150 años no ha habido cambio sustancial en la manera en la que los economistas se han aproximado a disciplina y, para simplificar, y poniendo de ejemplo la astronomía, los economistas hasta ahora se están comportando como los astrónomos antes de Galileo. “Los que decían que la Tierra era el centro del Universo y que todo giraba alrededor de la Tierra y quienes desarrollaron complejos sistemas matemáticos y geométricos pudieron predecir, de forma bastante precisa, dónde iban a estar los planetas en un periodo de tiempo determinado. Muchas de sus predicciones eran acertadas, pero estaban completamente equivocados en los fundamentos del funcionamiento del sistema solar”. “En el campo en el que me muevo, que es la dinámica de sistemas, en 1972 el Club de Roma publicó ‘Los límites del crecimiento’, que fue un trabajo muy atacado por los economistas pero que vendió millones de copias y tuvo un gran impacto fuera del ‘mainstream’, y muchos profesores excluyeron del programa de estudios a quienes participaron en ese informe, por lo que si querías saber su propuesta tenías que hacerlo por cuenta propia”.
En su libro, Keen defiende que el capitalismo es un sistema frágil y defectuoso por naturaleza. Pero, entonces, ¿por qué ha conseguido imponerse a cualquier otro modelo económico posible? “Es verdad que el capitalismo tiene una gran fragilidad interna, pero también un gran dinamismo interno y el dinamismo es lo que hace interesantes los sistemas sociales. Si no generase todos los avances tecnológicos de los que tú y yo somos testigo cada día, estaríamos hablando del capitalismo igual que los rusos hablaban del socialismo antes justo de la caída del Muro de Berlín“. Todo evoluciona hacia un punto de deterioro, explica, y mientras el capitalismo lo hace a través de la innovación y el cambio, que son la cara positiva del capitalismo, la cara negativa llega cuando el sector financiero se hace demasiado grande. “El sector financiero no innova en el sentido de bienes y servicios que nosotros podamos disfrutar, sino en forma de deuda y de control económico. Mira cómo ahora se dedican a financiar burbujas. El sector financiero es un casino gigante”.
Una posición realista sobre el capitalismo para Keen pasaría por “no dejar que los clientes financieros se hagan demasiado grandes, mantenlos pequeños, mantén el dinero en movimiento, haz que los gobiernos sigan creando dinero de una forma equilibrada con el dinero que crea el sistema financiero, no dejes que uno arrase al otro, que es lo que ha ocurrido cuando se desreguló el sistema financiero y fomenta la innovación industrial”, enumera: “El capitalismo es un sistema obviamente más vibrante que el feudalismo y el socialismo, pero también hay una cara peligrosa relacionada con el sector financiero y los economistas ‘mainstream’ han permitido que el sector financiero se haya hecho demasiado grande”.
Keen también advierte sobre la burbuja de las criptomonedas y los no fungibles. “Me hablaron de las criptomonedas por primera vez en 2010. Si hubiese hecho caso y hubiese invertido algo entonces, quizás ahora sería multimillonario, así que no aceptes mis consejos financieros”. Keen duda de la energía que consumen las transacciones de bitcoin, que son “enormes”. Además, “en una economía capitalista tendrían que hacerse unas decenas de miles o centenas de miles de transacciones por segundo para que el sistema fuese sostenible. Aparentemente, Bitcoin soporta entre tres y cinco transacciones por segundo”. Keen no cree que una economía sostenida en bitcoins sea posible por el ínfimo número de transacciones que se realizan. “Creo que es una burbuja gigante y creo que en un momento determinado a lo mejor algunos gobiernos optan por cerrarles el chiringuito. Aunque quizás me arrepiento de no haber saltado al tren del bitcoin en su momento, sigo pensando que es un tren que no va a llegar a buen puerto”.
Con este futuro tan poco halagüeño, le pido a Keen acabar con una buena noticia. Y esta es su respuesta: “Los economistas no han visto venir las últimas crisis financieras, pero no son nada comparado con su trabajo respecto al cambio climático, que es lo peor que he visto. Tendría que retrotraerme hasta los médicos utilizando sanguijuelas para curar enfermedades para encontrar un ejemplo que describiese lo mal que están encarando los economistas el cambio climático. Esa es mi mayor preocupación para el futuro próximo y entonces nos daremos cuenta de lo mal que lo están enfocando. Ojalá hubiese una reforma del sistema político y económico que impidiese que esto vuelva a ocurrir, pero lamento no poder darte ninguna buena noticia”. ¡Ouch!
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