Carme Valls recopiló todo el saber que había alcanzado sobre la invisibilidad de las mujeres en la medicina y lo plasmó en un libro publicado en 2006. Quince años más tarde, ese volumen sigue de dolorosa actualidad. Es por eso que la editorial Capitán Swing decidió reeditarlo en 2020 con un original diseño de cubierta de Kike de la Rubia junto a un prólogo de Anna Freixas.
Los sesgos de género a la hora de construir y delimitar el mundo han tenido su reflejo en el campo de la salud con efectos nefastos para el bienestar de más de la mitad de la población del mundo: las mujeres. Valls aborda este trabajo desde su mirada como endocrina y responsable del programa Mujer, Salud y Calidad de Vida en el Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS). Esta doctora, nacida en Barcelona en 1945, se dedica, desde el inicio de su andadura profesional, a desmontar las lógicas androcéntricas sobre las que se cimentan diagnósticos, investigaciones y tratamientos. Cuando se construye una ciencia a partir de lo masculino como patrón de normalidad, irremediablemente se arrincona y patologiza aquello que desborda sus límites. El sentir femenino, en su dimensión emocional o sintomatológica, ha sido concebido como la otredad desde hace siglos, relegando a vivir en los márgenes a quienes padecen el sufrimiento desde parámetros distintos.
Las mujeres han sido excluidas de la medicina de diferentes formas: bien, siendo definidas como lo no-masculino en vez de hacerlo a partir de su propia condición, lo femenino; o bien, siendo directamente eliminadas de los ensayos clínicos.
La lectura de este ensayo de divulgación científica resulta amena y diáfana, a pesar de incluir abundante terminología especializada así como datos estadísticos que aportan solidez al discurso. Toda la obra se dirige inexorablemente hacia el último capítulo en el que la doctora Valls condensa el que considera que debe ser el principal reto de la atención sanitaria: garantizar una vida para el gozo. En este tramo final, teoriza acerca de la importancia del renacer de una mujer: es decir, cómo resurgir de las cenizas y disputar a la enfermedad las riendas del propio cuerpo. Estos aspectos también fueron tratados por la autora, de forma exhaustiva, en su obra Mujeres, salud y poder (2018, Cátedra), donde desmonta todos los mecanismos de opresión que impiden a las mujeres ser dueñas de su salud.
La doctora Valls responde con todo lujo de detalles y vocación didáctica nuestras preguntas acerca de los aspectos más interesantes de Mujeres invisibles para la medicina.
Como endocrina, ¿en qué momento es consciente de la necesidad de aplicar la perspectiva de género en la medicina?
Cuando veo que las mujeres no son valoradas igual que los hombres en la consulta. Cuando constato que las mujeres vienen por problemas diferentes de los de los hombres. Ellas solicitaban ayuda por el cansancio y por el dolor. Los hombres casi no venían a atención primaria. Iban directos al hospital porque no se habían preocupado antes por su salud y cuando llegaban a urgencias ya estaban sangrando por el estómago o se había producido el infarto, o ya tenían una pulmonía doble. Me di cuenta de que la medicina como ciencia había nacido androcéntrica y solo estaba destinada a ocuparse de los problemas de los hombres y no de los problemas que padecen en mayor medida las mujeres. En la facultad no nos habían preparado para tratar la diferencia. Y en este campo aún sigo trabajando.
¿Por qué se producen esas diferencias?
Hay temas específicos del sexo: la menstruación, los problemas de la concepción y los problemas de la menopausia. Explico cómo las mujeres en vez de ser atendidas son medicadas. En cuanto hay exceso de menstruación se recetan anticonceptivos en vez de tratar de entender el porqué de esa situación. En la menopausia les recetan hormonas cuando lo que necesitan es calcio y vitamina D. Hay una distorsión. Eso en la parte específica.
Luego hay muchas enfermedades que pueden tener tanto hombres como mujeres, pero que ellas tienen en mayor frecuencia. A eso le llamo morbilidad diferencial. Son todas las enfermedades autoinmunes, las anemias y faltas de hierro, las deficiencias de vitamina D, la mayor incidencia de cáncer de mama y patologías como las relacionadas con el corazón que son la primera causa de muerte de las mujeres. En cambio, salimos de las facultades de medicina pensando que es el hombre el que primero va a morir de enfermedad cardiovascular. Con lo que la mujer queda infra-atendida, mal diagnosticada y mal tratada. No existían hasta el año 95 estudios de investigación cardiovascular en que las mujeres estuvieran incluidas.
¿Qué perseguía con la elaboración de este libro?
Este libro es casi un testamento. Es toda mi vida. Todo lo que he explorado desde que tuve la visión de que había una gran diferencia entre lo que sabíamos de los hombres y de las mujeres hasta ahora. Persigo que las universidades se den cuenta de que debemos incluir la perspectiva de género en las ciencias de la salud, incluir las diferencias por sexo en todos los estudios de investigación y modificar los planes de estudio para incluir esta perspectiva. Así saldrán médicas y médicos preparados.
Cuando me pongo a estudiar un mismo problema, como el efecto de un antibiótico en el cuerpo, me doy cuenta de que no ha sido estudiado en mujeres o, si se ha hecho, ha tenido efectos diferentes en sus cuerpos: ya sea en el tiempo de actuación del fármaco, en la existencia de una alteración hepática o en la del propio ciclo menstrual. Y la mayoría de las veces ni siquiera se ha tenido en cuenta el sexo en las ratas de laboratorio, porque se ha trabajado únicamente sobre animales macho.
Persigo con este libro que se entienda la necesidad de incluir esta mirada en la ciencia. En cada capítulo introduzco un tema a partir de la historia clínica de una paciente, lo que me permite conectar con los profesionales de sanidad. Este trabajo también me ha dado la oportunidad de dar conferencias en universidades, dirigidas tanto a profesionales como a estudiantes, y poder difundir los resultados de mi trabajo. Ahora mismo tenemos un curso en marcha en la Universitat de València para impartir entre mayo y junio, abierto a profesionales de atención primaria y de especialidades que quieran aprender sobre morbilidad diferencial. Estas experiencias me hacen especial ilusión.
Su obra me recuerda bastante a lo que hacía Oliver Sacks cuando introducía las historias.
—s verdad, nunca lo había pensado. También lo he leído y es cierto él habla a partir de los relatos de sus pacientes.
¿Por qué siempre se piensa que lo que le ocurre a la mujer está relacionado con su psique?
Lo explico en los capítulos finales. Esto pasa porque a lo largo de la historia de la Humanidad lo que le pasaba a la mujer era considerado inferior o poco importante. Eso queda anclado como estereotipo de género en la mente de muchos investigadores para los siglos de los siglos. No ha habido manera de cambiar esa actitud, ni siquiera ante hechos probados como el del dolor muscular generalizado. En el capítulo El calvario del dolor hablo de que un médico no debe decir a una paciente, por ejemplo, que la fibromialgia no tiene causa, porque hay al menos treinta y dos enfermedades que pueden provocar dolor muscular generalizado y, por tanto, se deben haber descartado todas para llegar a ese diagnóstico. Sin embargo, ocurre que se diagnostica sin ese trabajo previo y entonces a la paciente se le recetan ansiolíticos y antidepresivos.
En la medicina hay que ser capaz de diagnosticar bien. A las mujeres se les tarda más en diagnosticar en casi 700 enfermedades. En el cáncer, por ejemplo, se tarda de media dos años y medio. En la diabetes, cuatro años y medio. Las enfermedades que afectan diferencialmente a las mujeres se atribuyen a problemas psicosomáticos cuando no hay ciencia que las explique.
¿Hasta qué punto cree que, a lo largo de la historia, las mujeres brillantes en lo creativo han sufrido este exceso de patologización por no resignarse a mantenerse en lo normativo?
Han sido unas dosis de sufrimiento humano muy grandes. Por eso empecé el libro por el capítulo dedicado a la salud mental, para poner de manifiesto este sufrimiento tan largo y tan escondido. Sí, así es.
Se construye la medicina sobre patrones de conducta y sintomatologías masculinas y, por tanto, lo que está fuera es la otredad, es lo alterado. ¿En qué punto del problema nos situamos?
Quizá la cardiología está avanzando algo más. Ha podido objetivar que hay diferencias en el electrocardiograma, en las taquicardias, diferencias en las causas de infarto de miocardio y está elaborando ya algunas guías de práctica clínica dirigidas específicamente a mujeres. Fue en 1995 cuando comenzamos a denunciar que no existían estos materiales. En 2007 empiezan a haber guías con perspectiva de género y, aun así, nos falta muchísimo para conseguir llegar al punto óptimo. Por ejemplo, hay una ley en Canadá que establece que no se puede investigar ningún tipo de enfermedad si no se considera el sexo como una variable.
También es verdad que antes se hacían estudios de determinados temas que ya no se trabajan tanto. Por ejemplo, a partir del 2000 se publican muy pocos trabajos dedicados al estudio de la menstruación. La investigación acerca de la menopausia desaparece desde 2003, cuando se descubrió que dar terapia hormonal sustitutiva a dosis altas provocaba cáncer de mama. A partir de entonces, dejan de hacerse estos trabajos porque los resultados ya no son rentables para los laboratorios, que ya no podrán vender la misma cantidad de hormonas que antes. Te encuentras, por tanto, vacíos en la investigación.
¿Hasta qué nivel es importante para el bienestar de una mujer su relación con la autoestima?
El ser poco valorada por la familia y la sociedad condiciona la evolución de la enfermedad en una mujer, pero no la determina. Es importante que lo digamos. Las personas podemos tomar las riendas de nuestra vida. Las profesionales podemos acompañar estos procesos. Como la medicina va a tardar en incorporar esta ciencia de la diferencia en su esencia y en su tronco, las mujeres han de aguantar, vivir y divertirse. Yo acabo el libro diciendo que hay que conseguir una salud para disfrutar.
Patologías como la fibromialgia y que se conocen como enfermedades invisibles conllevan altos niveles de intentos de suicidio. ¿Podemos hablar de maltrato a estas pacientes?
Maltrato médico del dolor de la mujer. No hemos superado el tema de darles psicofármacos o derivados del opio. Debemos de pedirles disculpas a las mujeres en este campo.
¿Cómo podemos cambiar esta situación?
Primero hay que investigar bien las diferencias entre mujeres y hombres. Cambiar la docencia en las ciencias de la salud y permitir que los médicos y médicas de la atención primaria tengan recursos suficientes. Por cierto, en su mayoría son mujeres. El 75% de profesionales de atención primaria son mujeres. Tenemos un camino importante por hacer todavía en la ciencia.
Podemos concluir que la perspectiva de género es garantía de mejor medicina.
De mejor medicina y de mejores profesionales. Si a alguno le cuesta entender el concepto de perspectiva de género es muy fácil de explicar: el médico debe tener en cuenta al ser humano que tiene delante en todas sus diferencias, tanto biológicas, como sociales y psicológicas. Y así es como se aplica la perspectiva de género.
Ver artículo original