LA GUERRA SE HA NARRADO DE MUCHAS FORMAS: CON PALABRAS, IMÁGENES O MÚSICA, ha inspirado grandísimas obras de arte y encumbrado a notorios personajes, que ocupan hoy un lugar imperecedero en la memoria colectiva. Pero a la vez esa narrativa ha condenado a millones de personas a ocupar un lugar común, la víctima, en el que se aglutina de manera
amorfa toda la realidad que envuelve un conflicto armado. La voz de los auténticos protagonistas ha quedado en mera anécdota, o en toscas inscripciones en memoriales de piedra,
confundidas en un maremágnum de nombres o simplemente reducidas al símbolo.
La voz de los protagonistas proporciona una perspectiva diferente y esclarecedora de la guerra, de ese fenómeno que desata las pasiones y confunde al ser humano con su naturaleza animal. Esa voz narra una realidad con la que se construyen los diques que impidan una recaída. Y esa es la voz que sirvió al periodista norteamericano Studs Terkel para componer La guerra buena, una obra coral que le hizo merecedor del Premio Pulitzer en 1985.
Terkel reúne en esta obra colosal los testimonios de quienes participaron de alguna forma en la segunda guerra mundial. Mediante entrevistas cortas y sagaces, el periodista neoyorquino ofrece una perspectiva amplísima y, por lo tanto, bastante más fidedigna que los análisis especializados o las crónicas sesgadas de testigos militantes.
La guerra buena reúne a militares y civiles, de uno y otro bando, que intervinieron de algún modo en aquel conflicto. Los hay que combatieron, que dirigieron operaciones, que atendieron a los heridos, que se negaron a luchar o que sufrieron las consecuencias de los prejuicios militares por ser homosexuales o de otra etnia.
Son testimonios que expresan la sinceridad que proporciona la distancia del tiempo, desapasionados y en ocasiones cargados de amarga ironía. Son personas que vivieron de cerca una tragedia ecuménica, en la que participaron movidos por una convicción o sencillamente por obligación.
Terkel construye así una Historia de historias, un relato apasionante, cercano, trágico y sentimental, en el que los entrevistados se dejan llevar por la agudeza de las cuestiones, regalándole al autor la confianza necesaria para dotar al relato de la fuerza de la realidad. se asiste así a una panorámica del conflicto absolutamente original, que va más allá de lo documental para extraer la esencia de una experiencia, proporcionando al lector no sólo la información precisa para que pueda hacerse una idea de la dimensión de aquella guerra sino para que conozca los efectos que esa contienda provocó en las conciencias de quienes participaron en ella. Escrito además con una nitidez extraordinaria, la obra de Terkel debería ocupar un lugar destacado en la historiografía de aquel acontecimiento brutal.
Autor del artículo: Antonio J. Ubero
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