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El blues de los agujeros negros

Por El Cultural   ·  07.05.2021

Los científicos no son ajenos al espíritu del tiempo en el que viven. Y una de las características de la presente época -que no creo que desaparezca en el futuro- es el protagonismo de los individuos. Auxiliado por las facilidades que proporcionan los medios tecnológicos, cualquiera puede ahora convertirse en centro emisor de noticias, en transmisor de cómo interpreta lo que sucede, independientemente de sus conocimientos de la historia. Las redes sociales son hoy el tribunal que juzga y describe el mundo. Es el reino de la inmediatez, la era de la individualidad. Así entienden muchos actualmente lo que es “democracia”, quealíanconeldenominadoposmodernismo(“mi verdad es tan buena como la tuya”, le puede decir el alumno -nótese el tuteo; hablo por experiencia- al profesor, no importa que los hechos no se ajusten a su interpretación), una ideología que pasa por ser filosofía. Lo que fue “trascendente”, y lo que acaso lo sea, no ha desaparecido, pero parece que su importancia es menor si no cede una gran parte de su protagonismo al individuo; no importa que las buenas y fructíferas ideas queden y las personas desaparezcamos.

A pesar de que se dedican a buscar lo trascendente,loscientíficosparticipandesemejanteethos, como bien muestran dos libros recientemente publicados:Elbluesdelosagujerosyotrasmelodíasdel espacioexterior(CapitánSwing),delacosmólogaestadunidense Janna Levin, y La luz en la oscuridad. Losagujerosnegros,eluniversoynosotros(Debate),del radioastrónomo alemán Heino Falcke, con la colaboracióndeJörgRömer.Tratanestasobrasdedos episodiosrecientesdegrantranscendenciaenelestudio del Universo: la detección de ondas (radiación) gravitacionales en el observatorio LIGO, el de Levin, y el segundo de cómo se obtuvo la primera imagen de un agujero negro -una colaboración internacional dentro de proyecto denominado Event Horizon Telescope (EHT; “Telescopio deHorizontedeSucesos”;este”horizonte”marca la frontera de un agujero negro, a partir de la cual nadapuedeescapar-,unodecuyosprincipalesresponsablesfueprecisamenteFalcke. En estas mismas páginas he destacado la importancia de ambos resultados, especialmente la detección de ondas gravitacionales que ha abierto una nueva ventana a la observación del cosmos, comparable a lo que significó la radioastronomía a partir de la década de 1950 (luego llegaron astronomías que estudiaban otros rangos del espectro electromagnético: infrarrojo, microondas…). Desde la observación inicial en 2015, anunciada en 2016, de la radiación gravitacional procedente de la fusión de dos agujeros negros, esta astronomía ha continuado detectando nuevas señales. Lo mismo sucede con el Event Horizon Telescope: en marzo de este año se presentó la imagen que se había obtenido (“compuesto” es más correcto decir) del mismo agujero negro supermasivo que se “fotografió” en 2019 (está situado en el corazón de la galaxia M87, alejada de nosotros 55 millones de años-luz); la novedad con respecto a la imagen divulgada en abril de 2019 es que en esta se observa que las ondas luminosas que emite el material que rodea el agujero negro tienen características que revelan la existencia de campos magnéticos, que, se piensa, pueden desempeñar un papel crucial en los chorros de plasma que se lanza al espacio desde esa zona. Y se espera que pronto se obtenga la imagen del agujero negro situado en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, que aunque está muchísimo más cercano a nosotros que el de la M87 su visión está obstaculizada por todos los materiales y entidades astronómicas que nos separan del centro.

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