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El biólogo que explica por qué somos las personas más raras que ha habido nunca

Por El Confidencial  ·  01.11.2022

Cuando un antropólogo estudia el comportamiento de una tribu perdida del Amazonas, lo que observa es algo natural, pequeñas variaciones de lo que ha venido siendo normal en la historia de la evolución humana. Lo realmente extravagante es la psicología occidental. Somos extrañísimos y muy prósperos a causa de nuestras múltiples neurosis, propiciadas por una serie de pequeños cambios en nuestras organizaciones sociales que arrancaron hace unos 1.500 años, con la Iglesia católica romana. Todo lo dice Joseph Henrich, presidente del Departamento de Biología Evolutiva Humana de Harvard, en un ensayo larguísimo y repleto de giros sorprendentes que acaba de ser traducido al español, Las personas más raras del mundo (Capitan Swing)

PREGUNTA. Antes de nada, conviene aclararlo. ¿Quiénes son los RAROS? 

RESPUESTA. WEIRD (RARO) es un acrónimo. Reúne a las personas occidentales (Western), educadas (Educated), industrializadas (Industrialized), ricas (Rich) y democráticas (Democratic). Lo inventamos para demostrar que gran parte de la investigación realizada en psicología y economía en realidad se centra en una proporción bastante pequeña de la humanidad, en un grupo humano muy especial conformado por RAROS. En el mejor de los casos, estamos hablando del 12% de la humanidad. Esto se nos ocurrió en 2006, cuando comencé a trabajar con dos psicólogos sociales en la Universidad de Columbia. Hicimos una revisión muy ambiciosa y reunimos las pruebas. Llegamos a la conclusión de que los RAROS son realmente diferentes al resto de grupos humanos. Si uno observa la humanidad en su conjunto, lo realmente exótico no son las tribus en las que los antropólogos pasan la vida asombrándose. Lo realmente RARO es la civilización occidental.

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Portada del libro. (Cedida)

P. En el libro, por ejemplo, dices que los RAROS son malos amigos.

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R. Trato de poner a la gente delante de un espejo para recordarles que muchas de las cosas que consideramos virtuosas dependen del contexto y se reformulan hasta convertirse en defectos. Todo el mundo está de acuerdo en que ser buen amigo es una virtud. ¿Pero hasta qué extremo lo es? El llamado dilema del pasajero nos ayuda a entenderlo. Imagina que estás en un automóvil con un amigo que conduce de manera imprudente, pasa al lado de una escuela y atropella a un niño. Tu amigo va a juicio y el abogado te pide que testifiques y mientas, que le digas al juez que tu amigo iba a una velocidad adecuada y no hizo nada malo. Si lo haces, saldrá impune. De lo contrario, podría acabar en la cárcel. ¿Tú qué haces? Ante esta pregunta se responde de manera muy diferente, según el país. En Canadá prácticamente todo el mundo diría la verdad en los tribunales. En otros países sucede al revés, casi nadie diría la verdad porque la amistad está por encima. Unos anteponen su deber ante una institución impersonal, ante el sistema judicial… Otros anteponen su deber como amigos. Puede parecer una anécdota, pero de este comportamiento dependen muchas cosas. El propio funcionamiento correcto de la institución, en este caso de la judicatura, necesita un cierto grado de verdad. Los RAROS somos peores amigos que el resto porque somos quienes tendemos a equilibrar nuestras prioridades hacia la institución impersonal. 

P. Una de las claves de todo es el individualismo. No siempre somos conscientes de hasta qué punto nos hace diferentes al resto. 

R. Hay que pensar en el individualismo como un sistema que agrupa diferentes rasgos psicológicos. El principal es que las personas se enfocan en sí mismas y cultivan atributos que las distinguen como individuos. ¿Por qué? Porque vivimos en un mercado de posibles relaciones. Nos pasamos la vida buscando esencialmente socios matrimoniales, socios amigos, socios comerciales, etcétera. La pregunta que nos hacemos a todas horas es: ¿por qué alguien querría asociarse con nosotros para darnos trabajo, para tener una familia, para compartir tiempo de ocio, para hacer negocios? Y acto seguido nos preguntamos: ¿qué puedo aportar yo para que me escojan y poder escoger?, ¿qué tengo yo de único que los demás no tienen? 

“Se puede ver claramente cómo, desde 2008, las zonas más rurales de los EEUU se han vuelto menos moralmente universalistas” 

P. ¿Y esta manera de entender las relaciones lo domina todo? 

R. Esta manera de entender las relaciones y el desarrollo personal es extravagante en un mundo donde la mayoría de las relaciones se establecen por nacimiento. Un mundo donde los amigos aparecen a través de la familia, el clan, la red inmediata. Un mundo donde la tarea de las personas no es desarrollar atributos individuales, sino mantener las relaciones de partida. No necesitas diferenciarte de todos los demás, solo tienes que cumplir con las normas requeridas. Vivir en un mundo marcado por el individualismo tiene un montón de consecuencias. Una de ellas es que la gente tiene que desarrollarse en muchos planos para ser competitivo en el mercado de las relaciones. Trata de ser considerado un individuo honesto, o confiable, o inteligente… La mayoría de los humanos aprenden a mantener un tipo de relaciones con las personas de su círculo y otro muy distinto con el resto. Pero, en una sociedad de RAROS, se supone que debes ser uniformemente honesto en relaciones muy diferentes. Hay un universalismo moral extendido. 

P. Esta diferencia es importante para el propio funcionamiento de las sociedades y sus instituciones. Ayuda a explicar la manera en la que se perciben cosas que están creadas con metros occidentales, diría que incluso anglosajones: desde el nepotismo hasta la corrupción. Y son formas de pensar que no solo cambian de país en país, sino de generación en generación. En las grandes ciudades de Europa es evidente que cada vez somos más RAROS. 

R. Creo que en general es así, que el mundo es cada vez más RARO. Aunque la situación se está volviendo algo confusa últimamente porque las crisis económicas, climáticas, la guerra, provocan repliegues y hacen a la gente volver a los valores de su parroquia, más alejados del universalismo moral. Estamos haciendo justo ahora una investigación sobre diferentes condados de EEUU, tratando de ver cómo ha evolucionado el universalismo moral a través de los años. Se puede ver claramente cómo, desde 2008, las zonas más rurales de los EEUU se han vuelto menos moralmente universalistas. Es decir, son cada vez menos RAROS, al menos en este rasgo. Mientras, las áreas urbanas se han mantenido igual, o incluso han aumentado un poco. Se produce una división cada vez mayor de los estadounidenses en función de si viven en áreas rurales o urbanas. 

P. Supongo que esto trae de la mano también diferencias políticas. 

R. Uno de mis colegas estudió cómo el voto a Donald Trump en 2016 estuvo impulsado por este efecto, algo que volvió a confirmarse en 2020. ¿Cómo? Si estudias los votos adicionales que obtuvo Trump respecto a la proporción de votos que Mitt Romney o algunos de los excandidatos republicanos obtuvieron en estos condados, la brecha es cada vez mayor. 

P. Seguimos con los rasgos de carácter de los RAROS. Dices que están, estamos, obsesionados por las intenciones. 

R. Piensa en la manera en la que juzgamos un delito en los países occidentales. En el mundo RARO, le damos mucha más importancia a lo que la persona quería hacer, a veces incluso más importancia que a lo que realmente hizo. Tú disparaste una flecha que rebotó en el lomo de un ciervo y mató a una persona. No querías matarla, pero ese fue el resultado de tu acción. Si lo traemos al presente, pon que estabas conduciendo y un ciervo apareció en la carretera, de manera que giraste el volante y provocaste un accidente que mató a varias personas. ¿Lo importante es que alguien ha muerto o lo importante son tus intenciones? Las sociedades responden a estas preguntas de maneras muy diferentes. El extremo son las poblaciones occidentales protestantes, que ponen todo el peso en la intención a la hora de juzgar muchas cosas. 

P. Y que ponen la culpa por encima de la vergüenza, como también señalas en el libro. 

R: Los antropólogos llevan mucho tiempo catalogando e interpretando las sociedades reguladas por la vergüenza. Se trata de una respuesta ante cualquier tipo de violación de la norma o de la jerarquía. A las personas que cometen una falta, se les hace sentir vergüenza, se las humilla, a veces se las aparta del grupo. El infractor, en cierto sentido, pide perdón a la comunidad a través de este mecanismo, muestra su vergüenza para expresar que no lo volverá a hacer. Pero en las sociedades basadas en la culpa hay muchas menos normas reguladoras de este estilo. Los individuos están tratando de encontrar algo que les haga especiales y hay estándares sociales que se fomentan. Por ejemplo, ir al gimnasio o no comer ciertos tipos de alimentos poco saludables. Estas cosas pueden formar parte de una identidad personal y existe una presión social. Pero tu vecino no se va a enfadar si te ve comiendo grasas saturadas o si no acudes al gimnasio. Lo que sí va a pasar es que te vas a sentir mal por no hacerlo, te vas a sentir culpable por no acatar la norma. Como la vergüenza, la culpa puede motivar la acción y reparar las relaciones. Son dos sistemas diferentes que están presentes probablemente en todas las sociedades y en todas las épocas, pero los RAROS lo enfatizamos de una manera diferente al resto. 

“Los pensadores analíticos también tienden a pensar en línea recta: los procesos siguen un curso lineal” 

P. En el libro contrapones el pensamiento analítico y el pensamiento holístico. Los RAROS, dices, tienen hiperdesarrollado el primero y han ido abandonando el segundo. 

R. Los psicólogos han estudiado largamente estos dos estilos de pensamiento. Los pensadores analíticos tienden a resolver problemas y abordar las cosas diseccionando el todo en sus partes. Si eres físico, descompones el mundo en partículas más pequeñas. Si eres un psicólogo, asignas personalidades y dimensiones a las personalidades. Y luego tratas de explicar el comportamiento basándote en esas propiedades. Los pensadores analíticos también tienden a pensar en línea recta: los procesos siguen un curso lineal. Mientras tanto, los pensadores holísticos se centran en las relaciones entre las cosas y el trasfondo. Aquí el contexto juega un papel más importante. Son capaces de centrar la atención en el fondo y de captar más imágenes que los pensadores analíticos. En cualquier caso, son dos estilos de pensamiento, dos maneras de abordar los mismos problemas desde diferentes ángulos. 

P. Como pasa con casi todos los rasgos de RARO que describes en el libro, hay muchas diferencias entre unos países occidentales y otros. Por ejemplo, el pensamiento anglosajón es mucho más analítico y menos holístico que el francés. España, por cierto, aparece a la cola de Europa en cuanto pensamiento analítico, y por debajo de países como Perú. 

R. Está claro que hay muchos grados. En el libro explico cómo el pensamiento analítico y holístico experimentan variaciones dentro de Europa. Todo el continente europeo es, en general, un caso atípico si lo ponemos en perspectiva global. Pero, al mismo tiempo, estas diferencias nos ayudan a explicar por qué el norte de Italia es tan diferente del sur de Italia, o por qué el pensamiento difiere significativamente entre Europa Occidental y Europa del Este. Hay infinitas variaciones interesantes en los países europeos, incluso a nivel regional. 

P. Los RAROS, dices, le damos una importancia al trabajo y al uso del tiempo como no le ha dado nadie nunca. 

R. Es que ambas cosas están relacionadas. El individualismo, como dijiste antes, es la idea clave. Si estás cultivando ese yo individual y tratando de diferenciarte del resto, a menudo terminas esforzándote por optimizar tu tiempo. Quieres ser muy eficiente. Las poblaciones occidentales, particularmente las urbanas, se preocupan mucho por el tiempo y desarrollan lo que yo llamo el “riesgo del tiempo”, el peligro a malgastar tus minutos. Tenemos el reloj siempre en la cabeza. Más o menos sabemos qué hora es en todo momento. Nuestros idiomas han ido creando expresiones relativas a ahorrar tiempo o malgastar tiempo. Como dice uno de los colegas de investigación, el tiempo es dinero antes de ser acuñado. Cuando viajas a otras latitudes, te das cuenta de que el reloj se mueve a un ritmo muy diferente. El propio sentido de la puntualidad varía enormemente. 

P. En España no somos tan RAROS en esto. Tenemos fama de llegar siempre tarde. Es una fama a menudo merecida. 

R. Nuestros estudiantes realizaron un estudio que era muy interesante. Analizaron las estaciones de tren de todo el mundo y se fijaron en los relojes colgados en la pared. En Suiza, el reloj daba la hora exacta con una precisión absoluta. En otros países había retrasos o adelantos, incluso de varios minutos, sin que nadie le diese demasiada importancia. 

P. En el libro hay todo tipo de tablas comparativas. Incluso una sobre la velocidad a la que se camina, según el país. 

R. Es sorprendente lo diferente que resulta dependiendo de las ciudades. Y es una manera de entender cómo se valora el tiempo. Alguien que camina muy deprisa es alguien que quiere hacer muchas cosas en su día. 

P. Antes mencionabas el pensamiento lineal, que es otra de las señas de identidad de los RAROS. Pero no sé si ha quedado claro cuál es la alternativa. ¿Cómo piensan aquellos que no piensan de manera lineal? 

R. En muchos lugares se piensa que el tiempo es cíclico. Es más, en el pasado, la idea más extendida era que los antiguos habían descubierto la mayoría de las cosas importantes. Fue cierto en Europa hasta el año 1500. Aristóteles y Platón, Euclides, la geometría, estaba todo inventado… Después, gradualmente, los europeos se dieron cuenta de que había cosas en las que esos tipos estaban equivocados. Y entendieron que se podían descubrir cosas nuevas. Ahí se comienza a difundir la idea del descubrimiento y del progreso. Esta concepción animó mucho el pensamiento y se aceleró el proceso y la concepción de progreso… Se trata de ideas que realmente no se encuentran en muchas otras culturas. 

“Pensamos que la cultura y el aprendizaje van por un lado, mientras que la biología va por otro” 

P. Hemos hablado antes del moralismo universal, pero solo en una de sus acepciones. Muchas naciones han sufrido la obsesión occidental por valorar todo bajo nuestro prisma, intentar transformar a los demás, intentar convencerlos o forzarlos a hacer las cosas a nuestra manera. 

R. Es consecuencia de lo que hablábamos antes. Si pensamos que dentro de nuestras sociedades todos tenemos que seguir unas mismas reglas, es lógico que acabemos trasladando eso al resto del mundo. En Occidente esto forma parte de la filosofía política hasta el punto de que hemos impulsado una Declaración Universal de los Derechos Humanos. No hay ninguna obra de moralismo universal como esa. Hacemos una guía moral y decimos que no es una construcción, sino que forma parte de las esencias escondidas dentro de las personas. Y luego esos principios pretendemos usarlos para hacer un montón de leyes específicas. Es una forma de pensamiento muy propia de los RAROS. Si enfocas el mundo desde las relaciones entre personas como las sociedades intergrupales, es difícil llegar a algo como los derechos humanos universales. 

P. Al principio del libro explicas que estas diferencias de comportamiento, creencias y valores se pueden observar con claridad al estudiar la configuración cerebral. Me refiero a que los cerebros acaban siendo físicamente distintos. 

R. Escribí un libro anterior, llamado El secreto de nuestro éxito, donde analizo esto con mayor detalle. Solemos pensar que la cultura y el aprendizaje van por un lado, mientras que la biología va por otro. Pero lo que ahora sabemos por la neurociencia es que, cuando aprendemos algo, transformamos nuestro cerebro. Si tomas como modelo a dos gemelos, genéticamente idénticos, y los crías en diferentes culturas, cuando lleguen a adultos tendrán cerebros diferentes. El ejemplo que uso en el libro es un caso bien estudiado: cómo aprendemos a leer. 

P. ¿Y cómo aprendemos a leer? 

R. La norma de que los niños deben aprender a leer es relativamente nueva. Comenzó a extenderse en el siglo XVI. Después se generalizó en Europa en el siglo XIX. Desde entonces, casi todos los niños europeos han aprendido a leer, algo que ha transformado sus cerebros, dotándolos de un cuerpo calloso más grueso. Se trata de una autopista de la información que conecta las dos partes del cerebro. Ocurre que el circuito especializado en decodificar las palabras escritas está en tu hemisferio central izquierdo. Al potenciar estas áreas, hay efectos secundarios. Uno de ellos es que somos menos capaces para el reconocimiento facial que nuestros antepasados, o que otras culturas. Los neurocientíficos creen que es probable que esto sea como consecuencia de lo anterior. Es decir, que hemos desplazado la capacidad de reconocimiento facial para hacer espacio al reconocimiento de letras, para ser capaces de leer rápido y procesar la información velozmente. 

P. En la segunda parte del libro estableces la hipótesis de cuáles fueron los cambios sociales que hicieron que los RAROS sean tan raros. ¿En qué momento de la historia empieza el cambio? 

R. Lo planteo como un proceso muy largo durante el que los individuos y las instituciones interactúan hasta formar esta psicología RARA. Las mentes de las personas se van adaptando para navegar por las instituciones que se van creando. Y creo que este proceso arranca con algunos principios establecidos por la Iglesia católica romana. Así que nos situamos en la Antigüedad tardía, en el cuarto o quinto siglo. En ese periodo inicia, por ejemplo, la preocupación por los matrimonios entre primos. Y, por supuesto, la iglesia está en contra de la poligamia desde el principio. A medida que la Iglesia se difunde, está imponiendo tabúes sobre el matrimonio entre primos y sobre la poligamia. Al mismo tiempo, promueve la herencia bilateral, el hecho de obtener la identidad y la riqueza tanto por parte de la madre como del padre. También en este periodo se introducen algunos patrones de residencia: una pareja de recién casados ​​establece una nueva vivienda separada de la de sus padres. Son ejemplos del tipo de cosas que empiezan a transformarse y que afectan a la estructura de las familias, que eventualmente tienden a estructuras monógamas y tubulares. En este sentido, es importante entender que la Europa precristiana se parecía a cualquier otro lugar del mundo. Lo que había era una herencia patrilineal polígama en clanes con lazos de parentesco extendidos, con la propiedad de la tierra comunal… 

P. Vamos a pararnos en los factores, uno a uno. Empecemos por la familia. ¿Qué es lo que se transforma exactamente? 

R. Los antropólogos han documentado miles de sociedades e instituciones basadas en el parentesco. Y el modelo familiar monógamo propio de Europa, con todas sus particularidades, es realmente una excepción. El 85% de las sociedades mantienen la poligamia, en el 95% no hay cambio de residencia, el 75% permiten los matrimonios entre primos… Es un proceso gradual, pero, una vez que la transformación familiar se completa, las redes sociales cambian del todo. En lugar de cultivar relaciones de parentesco estrechas en las que poder confiar, en lugar del trabajo cooperativo y la atención a la vejez, aparecen las familias nucleares monógamas y, a su alrededor, instituciones y actitudes para satisfacer estas nuevas necesidades. Así es como los RAROS empiezan a hacer cosas que nadie había hecho antes. 

P. El cristianismo es el segundo gran tractor del cambio. 

R. Más que el cristianismo, una rama específica del cristianismo. En la Iglesia oriental se reproducen algunos rasgos, pero es un poco menos entusiasta. En la Iglesia cristiana armenia y la Iglesia cristiana copta, por ejemplo, siguieron celebrándose bodas entre primos durante mucho tiempo. Las nuevas estructuras de parentesco aparecen con más claridad en la parte de Europa que resulta influenciada por la Iglesia católica romana. En realidad, las creencias sobrenaturales y los ritos no juegan un papel muy importante en todo esto, excepto porque ayudan a mantener la estructura familiar. 

P. Sorprende leer que la monogamia es algo realmente tan propio de los RAROS. Se ha extendido bastante por el mundo, ¿no? 

R. Pero es todo muy reciente. Pensemos, por ejemplo, en Asia. Japón adopta el matrimonio monógamo en 1880, durante la Restauración Meiji, que es explícitamente una copia de la ley occidental. China también era polígama hasta 1950. De hecho, hubo un debate en los años 30 al respecto. Después, el Partido Comunista decide implementar las costumbres occidentales, incluido el matrimonio entre primos. Pekín acabó imponiendo las políticas de matrimonio y familia de la Iglesia en unas pocas décadas. Después, la política del hijo único elimina los restos de las viejas prácticas por completo. Aunque cuesta verlo, lo cierto es que la poligamia ha sido común en casi todo el mundo hasta hace muy muy poco. Turquía adoptó el matrimonio en 1926. Nepal, en 1963… Muchos países africanos y de Oriente Medio aún permiten la poligamia. 

“Lo que surge en Europa durante la Alta Edad Media yo lo llamo mercados impersonales” 

P. La otra gran fuerza transformadora de los RAROS es el comercio y el mercado. 

R. Los humanos hemos comerciado durante siglos. Pero la gente no se da cuenta de que la mayoría de esos intercambios fueron entre personas que se conocían entre sí, que tenían relaciones. Lo que surge en Europa durante la Alta Edad Media son lo que yo llamo mercados impersonales. Son lugares en los que puedes ir al mercado y hacer tratos con extraños bajo unas ciertas normas. Firmas un contrato para entregar una serie de bienes y, cuando lo haces, normalmente esos bienes se entregan. La exposición a los mercados hace que las personas estén más dispuestas a cooperar con extraños, a que sean más moralmente universales, etcétera. En general, la gente encuentra esto muy poco intuitivo porque se supone que los mercados son malos. Se supone que deben hacer que las personas sean codiciosas y egocéntricas, lo cual también puede ocurrir. Pero desde luego fomenta las transacciones mutuamente beneficiosas con extraños. A medida que los intercambios se basan en el mercado, en el contacto con extraños, se necesita menos y menos al círculo estrecho y las relaciones interpersonales. Si compras un seguro en el mercado abierto, ya no necesitas que tus familiares te cuiden si te lesionas o te quedas sin trabajo. No digo que sea mejor, digo que son instituciones e ideas que sustituyen a las redes grupales, que hacen que estas sean menos importantes. Si necesitas arreglar tu casa, puedes contratar a alguien en el mercado libre. Ya no necesitas mantener una relación cercana con un primo tercero que es albañil. Los mercados expulsan una parte de nuestra identidad social, algo que podría estar detrás de esta sensación de vacío que muchos pensadores marxistas han señalado. 

P. La ciencia es el otro gran factor diferencial. No creer en fantasmas, espíritus naturales y esas cosas es un rasgo de tipos realmente RAROS. 

R. Este es un tema muy interesante y en las ciencias sociales se ha investigado muy poco. A veces tengo la sensación de que los economistas no creen realmente que haya gente por el mundo que actúe en función de cómo se comportan los fantasmas en los que cree su cultura. Hay economistas que no entienden que hay gente capaz de tomar decisiones costosas para lidiar con espíritus, para perpetuar a sus ancestros, etcétera. Pagan dinero por ello y consumen recursos en mantenerse firmes en sus creencias. Estamos hablando de cosas que son realmente grandes y fundamentales para ellos. Los RAROS en esto, una vez más, somos nosotros. La evolución de esta epistemología científica que hemos desarrollado tiene un efecto muy grande. 

P. Llevamos una temporada en la que no se para de hablar de la decadencia de Occidente, pero cada vez hay más RAROS por el mundo, ¿no crees? 

R. Como somos RAROS y tenemos un pensamiento analítico, tendemos a pensar en las cosas de manera lineal. Vamos de un lugar a otro, hemos emprendido una dirección o la contraria. Pero este es un proceso evolutivo tupido en el que, ya sabes, Occidente ha exportado un montón de sus instituciones a otras partes del mundo. Japón obtuvo instituciones europeas durante la Restauración Meiji y luego, tras la Segunda Guerra Mundial, obtuvo instituciones estadounidenses. Pero Japón no es europea, ni estadounidense, ni tampoco es tradicionalmente japonesa. Es una tercera cosa. Lo que se produce es una recombinación de todo lo anterior. Lo mismo se puede pensar de China, de Medio Oriente… Lo que estamos viendo es una proliferación de nuevas formas de organizar sociedades que muestran algunos rasgos occidentales y otros que no son occidentales. La historia lo resolverá en función de cómo les vaya a esas sociedades y de sin son capaces de mantenerse cooperativamente estables. 

P. Ese camino es de doble sentido, ¿no? Muchas de las ideas que se abren camino en Occidente proceden de esos países. 

R. Esto que dices es algo que definitivamente se subestima. Una de las grandes aportaciones de Occidente ha sido la capacidad de estar dispuestos a tomar ideas de otros lugares. La forma de gobierno federal de los EEUU se inspiró explícitamente en el modelo iroqués. Benjamin Franklin estudió a los iroqueses e inyectó sus ideas. Algo parecido se hizo para desarrollar medicinas. Uno de mis ejemplos favoritos es la pizza. La gente piensa que los napolitanos la trajeron a Nueva York y que los neoyorquinos se volvieron locos. Pero la pizza no es nada sin tomate, que es un fruto que viene del nuevo mundo. No habría habido pizza en Nápoles sin la importación de cultivos del nuevo mundo. Muchos viajes son de ida y vuelta. 

P. En el reto de la inmigración se habla a menudo de esto. ¿Cuánto tarda alguien que viene de otra cultura en convertirse en un RARO? ¿Hay algún estudio al respecto? 

R. Es una pregunta que se ha intentado responder muchas veces y hay infinidad de investigaciones, sobre todo desde la economía. Se analizan los inmigrantes de diferentes generaciones a través de parámetros de comportamiento. Los de segunda generación, en su mayoría, ya han adoptado los rasgos psicológicos del lugar donde crecieron. Sin embargo, aún se puede captar un eco de su núcleo familiar o de las comunidades a las que han estado ligados desde niños. Ese eco sigue apareciendo en las segundas generaciones, incluso en las terceras. A partir de ahí, la asimilación es casi completa. Puede cambiar de un país a otro, pero, al menos en Estados Unidos, la tercera generación ya está bien asimilada. 

P. Como en el caso de la pizza, supongo que la influencia va en ambos sentidos. 

R. Eso es algo en lo que precisamente estoy trabajando ahora. Tratamos de ver hasta qué punto los inmigrantes han impulsado la innovación en Estados Unidos. Es un hecho que, cuando juntas personas con ideas diversas y mentes diversas, cuando les das la capacidad de intercambiar libremente ideas y recombinarlas…, se produce un fertilizante para la innovación. Al estudiar las olas de migración a los EEUU se pueden distinguir los condados que acogieron oleadas significativas de inmigrantes. En general, fueron mucho más innovadores en las décadas siguientes, algo que se puede comprobar por ejemplo mirando el número de patentes. Es bastante sorprendente cuánto nos ha impulsado esa mezcla. Piensa en el serbio Nikola Tesla. Sin él, es más que probable que el sistema de electrificación de corriente alterna no hubiese sido una ventaja competitiva de los Estados Unidos.

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