El divulgador inglés publica ‘Esto es propaganda vegana’ (Capitán Swing, 2023), una lectura que señala los impactos de nuestra dieta en el planeta y expone los beneficios del veganismo.
Ed Winters (Londres, 1994) era un amante de KFC. Adicto, incluso. Tenía uno a diez minutos de su casa e iba dos veces por semana. El personal sabía cuál era su pedido favorito. La obsesión le duró hasta los veinte años, cuando se topó con una noticia de la BBC que explicaba cómo 1.500 pollos habían muerto en un accidente de camión en Mánchester, muchos de ellos atropellados cuando salían a la carretera. A partir de entonces, no pudo volver a pensar en los pollos como comida.
Esta anécdota no es algo que conozca solo el círculo más íntimo de Winters. Él mismo explica sus antiguos placeres fritos en el epílogo de su libro Esto es propaganda vegana (Capitán Swing, 2023). También en su canal de YouTube, que empezó en 2016, o en sus numerosas charlas a favor del veganismo en universidades y medios de comunicación.
Para el divulgador, este estilo de vida es cuestión de ética. De empatizar y de ver a los animales como seres en vez de productos de consumo. «Es un síntoma de disonancia cognitiva que veamos los intentos de mantener una ética como signos de extremismo. ¿No es extraño que llamemos «maltratadores» a quienes matan a los perros y «normales» a quienes matan a los cerdos, pero «extremistas» a quienes no matan ni a unos ni a otros?», cuestiona en el libro.
Preguntas como esta son las que se hizo él en su día antes de dar el paso. Ahora, anima a hacer lo mismo al lector que quiera asomar la cabeza a lo que hay detrás de las paredes de una granja. O de la etiqueta de la bandeja de salchichas que compra en el supermercado.
Esto es propaganda vegana rebosa cifras de estudios científicos, usados deliberadamente para el lector más escéptico, como Winters asegura que fue él en su día. Y tambien contiene escenas gráficas. Tal vez demasiado gráficas para las personas más sensibles. Cualquiera puede abandonar el libro si quiere. Cerrarlo e ignorar el tema. Es la suerte que tenemos: podemos elegir. Tanto lo que hacemos con su obra como lo que ponemos en nuestros platos. Hablamos con él sobre lo que esto significa para el planeta.
¿Cuántos años lleva siendo vegano?
Ocho años y medio.
Durante todo este tiempo, ¿ha notado algún cambio en la perspectiva de este estilo de vida? ¿Hay una mayor preocupación por la cuestión medioambiental o siempre ha sido igual?
Creo que sí es mayor. Lo que supongo que ha cambiado es que ahora hay más conversaciones sobre el tema. Y eso es, en parte, porque se publican tantos estudios científicos que se ha conseguido mucha más conciencia al respecto. Cuando me hice vegano, el debate estaba ahí. Pero ahora hay organizaciones como las Naciones Unidas o los informes del IPCC que confirman los beneficios ambientales de una dieta basada en plantas y avisan del impacto de la ganadería.
Esto es propaganda vegana es un título provocador y lo que cuenta, sobre todo en las partes relacionadas con las prácticas que se usan para el sacrificio de animales en granjas, es muy descriptivo. ¿Pretendía que la lectura fuese incómoda?
Sí y no. Es cuestión de buscar el equilibrio mientras no desanime a nadie. Nunca fue mi intención provocar eso, pero la propia realidad animal es bastante dura e incómoda. La idea del título era intentar transmitir que este es el tipo de información que se acusa de ser propaganda. Pero, cuando te paras a analizarlo, te das cuenta de que la propaganda viene del otro lado: la ganadería está lejos de ser buena. Es devastadora por muchas razones. Y espero haber sido capaz de transmitirlo de un modo que no resulte tan molesto como para que la gente tenga que cerrar el libro.
¿Cree que los veganos son de los primeros en ser criminalizados por la opinión pública? A veces se dice que se les considera parte de la estrategia propagandística de la extrema izquierda.
No cabe duda de que eso ocurre. Me imagino que más en España, donde, a mi entender, hay un ala activista más radical entre la juventud, mucho más propensa a salir a la calle para protestar y debatir opiniones. En el Reino Unido somos un poco más moderados en ese aspecto. Pero sí, existe esa narrativa, que va en aumento, de que el veganismo es una especie de agenda woke, joven y de izquierdas para tratar de quitarle a la gente sus libertades y decirles lo que deben y no deben hacer. Y hay mucha moralina detrás que a la gente no le gusta. Es importante que se reconozca que el veganismo engloba tanto a personas liberales como conservadoras. Es decepcionante que tengamos que vivir en una sociedad que demoniza algo tan importante y beneficioso tratando de etiquetarlo de una forma tan reduccionista.
¿Tiene estudios en algo relacionado con la alimentación o el medioambiente?
No, estudié Producción de cine y televisión.
«La industria ganadera está presionando y trabajando en secreto para tratar de suprimir información»
Por tanto, todas las estadísticas y los estudios que menciona en el libro los ha encontrado sin ser un experto en el tema, académicamente hablando. Como usted, el resto de personas también tenemos los estudios, los documentales, los testimonios que prueban las atrocidades que se cometen en las granjas a nuestro abasto… Sin embargo, hay quienes prefieren ignorar el tema y seguir consumiendo alimentos de la misma manera. ¿Cree que la ignorancia está justificada?
No creo que esté justificado ignorar algo, pero es muy complejo porque nos bombardean con información constantemente. Entras en redes sociales y hay gente diciéndote que algo no es verdad o que algo es verdad. ¿Es real el cambio climático? Algunos dicen que sí, otros dicen que no. Unos dicen que la carne es sana y otros que no lo es. O que la ganadería es buena para los animales y otros dicen que no lo es… Nunca hemos tenido tanta información a nuestro alcance como ahora y, sin embargo, nos resulta muy difícil saber qué creer y qué no.
Así que creo que es importante que nos tomemos ese tiempo para investigar por nosotros mismos. Y que nos volvamos críticos. Que en lugar de ver algo en el teléfono y pensar que deba ser cierto, reflexionemos un poco sobre ello e indaguemos. Debemos asegurarnos de que nuestras fuentes son verificables, que provienen de buenas figuras de autoridad, de organizaciones de renombre. Creo que parte del problema es que existen todo tipo de estudios: hay gente que te dirá que beber orina y lejía es bueno. Pero hay una razón por la cual las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud o lugares como la Universidad de Harvard y la de Oxford aseguran que comer más plantas es mejor para nosotros y mejor para el medioambiente.
En este sentido, The Guardian reveló recientemente que exfuncionarios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) afirman que se censuró su trabajo sobre las emisiones de metano en la industria ganadera.
Lo leí, sí. Lo interesante del debate agrícola es que, cuando hablamos de combustibles fósiles, sabemos que no debemos fiarnos de empresas y organizaciones como BP, ExxonMobil o Chevron. Que si publican una declaración diciendo que se preocupan por el medioambiente y que están haciendo todo lo posible para que nuestra producción y uso de combustibles fósiles sea más sostenible, sabemos que eso no significa nada porque hemos llegado a reconocer que no se debe confiar en estas compañías. Pero con la agricultura, eso todavía no pasa. Seguimos considerando dignos de confianza a los agricultores y a los dirigentes de las organizaciones agrícolas.
Lo que tenemos que hacer es reconocer que todo lo que ha hecho la industria del tabaco o la industria de los combustibles fósiles lo está haciendo la industria ganadera. Está difundiendo desinformación, está tratando de restar importancia al impacto ambiental de su industria y está presionando y trabajando en secreto para tratar de suprimir información. En términos de lo que hacen y el daño que causan en muchos sentidos, todas estas industrias son similares y comparables. Y lo que estos investigadores de la ONU revelan es aterrador. Porque, si la comunidad científica está siendo sometida, silenciada y censurada, significa que algo turbio está sucediendo.
«Estamos dando la gran mayoría de nuestras tierras agrícolas a una industria que a cambio nos da muy muy poco»
En su ensayo recuerda que la población mundial llegará a los 10.000 millones de personas en los próximos 30 años. ¿Cómo cree que deberíamos aprovechar la tierra que actualmente se destina a la ganadería para satisfacer el hambre en todo el mundo?
Actualmente se utilizan enormes cantidades de tierra para producir alimentos de forma ineficiente. La ganadería utiliza el 83% de toda la superficie agrícola a nivel mundial, pero solo nos proporciona el 37% de las proteínas y el 18% de las calorías que consumimos. Estamos dando la gran mayoría de nuestras tierras agrícolas a una industria que a cambio nos da muy muy poco.
Si la población va a seguir aumentando, que lo va a hacer, vamos a tener que producir más alimentos. Podemos conseguirlo a la vez que utilizamos menos tierra si nos limitamos a cultivar plantas. De hecho, si alimentáramos a todos los habitantes del planeta con una dieta a base de plantas, podríamos reducir la cantidad de tierra agrícola que necesitamos en aproximadamente un 75% y alimentar a todas las bocas del planeta al mismo tiempo. Asimismo, podríamos devolver esa tierra a la naturaleza, aumentar la biodiversidad, repoblar y reforestar. Y eso no solo ayuda con la extinción de especies, sino que también significa que podemos reducir el carbono de nuestra atmósfera.
De lo contrario, para el año 2050, vamos a tener un 88% más de demanda de carne roja y un 70% más de demanda de carne animal en general. Eso va a requerir un área de tierra extra equivalente a dos veces el tamaño de India. E implicará más deforestación, más pérdida de biodiversidad, más emisiones… En resumen, nos enfrentamos a dos opciones: una es seguir como hasta ahora, lo que causa cada vez más problemas, y la otra es dejar de hacer lo que estamos haciendo y aprovechar la solución que tenemos delante, y que sería inconmensurablemente útil.
¿Qué hay de los océanos? ¿Cómo influye la acuicultura y la pesca salvaje en la salud y la biodiversidad marinas? ¿Y en la captura de carbono?
En el caso de la piscicultura, cuando se crían peces en aguas abiertas, hay parásitos y enfermedades que pueden escapar y afectar a las poblaciones salvajes. Esto pasa mucho con el salmón salvaje en lugares como Noruega y Escocia.
Por otro lado, está la pesca salvaje. Capturamos hasta 2,3 billones de animales marinos cada año. Cuando sacamos estos peces del océano, estamos perturbando y desestabilizando el ciclo del carbono en nuestros océanos. Gran parte del carbono que se extrae de la atmósfera durante la fotosíntesis se almacena en los océanos debido al fitoplancton marino. Estas algas microscópicas son consumidas por animales marinos. Por lo que el carbono pasa de la atmósfera a la planta y de la planta al animal. Durante la cadena alimentaria, en la que un pez más grande se come a otro más pequeño, ese carbono se almacena y, cuando uno de esos animales muere y finaliza el ciclo, se hunde y se descompone en el fondo del mar. Por lo que el carbono de su cuerpo acaba almacenado en el suelo marino.
Sin embargo, cuando sacamos a estos animales del océano, no solo estamos perturbando por completo las poblaciones animales, provocando una enorme extinción de especies clave, sino que también estamos eliminando nuestra capacidad natural de almacenar carbono en el fondo marino. Un ecosistema oceánico sano es beneficioso para nosotros, pero vamos en dirección contraria. Estamos vaciando nuestros océanos y eso también tendrá consecuencias nefastas para nuestra especie.
Sé que ya lo ha hecho unas cuantas veces, pero le voy a presentar algunos argumentos que he escuchado sobre el veganismo y el medioambiente y me gustaría que los rebatiera tan brevemente como le sea posible. ¿Le parece bien?
Claro.
Pues vamos allá. Primer argumento: «Deberían ser los gobiernos quienes hagan algo para acabar con el consumo animal si es tan malo para el planeta o al menos exigir responsabilidades a la industria. La ciudadanía no puede hacer nada al respecto, mucho menos ahora, cuando todo es tan caro y elegir productos de origen vegetal es un privilegio que solo algunas personas se pueden permitir».
Es cierto que tener autonomía alimentaria es un privilegio para algunos, pero el veganismo no tiene por qué ser caro. Por otro lado, los gobiernos solo harán algo si creen que va a ser generalmente aceptado. Digamos que el 95 o 96% de la gente en un país está comiendo carne, lácteos y huevos todos los días. El gobierno nunca va a hacer algo que va a alienar al 95% de la población porque va a perder votos y puede causar disturbios civiles… En otras palabras, los gobiernos son reactivos; reaccionan a lo que sucede en la sociedad. Así que la única manera de cambiar esto es si dejamos de comprar estos productos. Entonces, con el tiempo, la administración promulgará leyes que se adecúen a la situación.
Creo que es un cambio fundamental porque, a diferencia de con los combustibles fósiles, con los que estamos atrapados porque como consumidores no podemos hacer mucho, con los alimentos podemos elegir todos los días. No dependemos de nuestro gobierno para escoger plantas en vez de carne cuando vamos al supermercado. Simplemente, se trata de darnos cuenta de que tenemos el poder en esta situación.
Vamos a por el segundo argumento: «Las vacas son muy contaminantes por el metano que expulsan. Si dejamos de comerlas, pueden convertirse en una plaga incluso más contaminante».
La única razón por la que tenemos tantas vacas es porque las criamos. Cuando compramos un trozo de carne, estamos pidiendo al ganadero que críe otro animal. Todo es cuestión de oferta y demanda. En un mundo vegano, el número de cabezas de ganado acabará disminuyendo a medida que aumente el número de personas veganas.
Lo que nos lleva a otro argumento bastante común: «Si dejamos de comernos a estos animales, se extinguirán».
La ganadería es la principal causa de pérdida de biodiversidad y extinción de especies en el mundo. Así que la cría de estos animales está reduciendo el número de animales salvajes. Si dejamos de criarlos, podemos aumentar el número de animales salvajes y la biodiversidad en todo el mundo. Simplemente habrá menos animales domesticados porque los criamos artificialmente y de manera selectiva cuando no deberían existir en primer lugar.
Y por último: «La mayoría de los productos veganos se elaboran con soja. Pero esa soja también causa deforestación, ¿no? Es menos contaminante comer carne local que productos importados».
El cultivo de soja es la segunda causa de deforestación en Sudamérica. La primera es la ganadería. Lo irónico de esta situación es que los productos animales que compramos, como los pollos y los cerdos que se producen en España o en el Reino Unido, son los consumidores de la soja que se produce en Sudamérica: el 95% de la soja producida allí se utiliza como pienso. Nuestros gobiernos e industrias agrícolas importan este producto de Sudamérica, alimentan con él a pollos, cerdos y vacas lecheras, sacrifican a esos animales y acaban en los supermercados con la bandera de España o del Reino Unido.
Y el problema de la ganadería no es la distancia que recorre. Tomemos la carne de vacuno por ejemplo. Solo el 0,5% de las emisiones de la producción de este tipo de carne provienen del transporte. Eso significa que el 99,5% de las emisiones provienen de la cría, el envasado… De todo lo demás. Así que, incluso si apoyamos al agricultor que está a pocos metros de nuestra casa, ese producto sigue teniendo un mayor impacto ambiental que la soja que se produce en Francia o Suiza o incluso en otro lugar más lejano como Canadá o Estados Unidos.
«Esperar a que la tecnología sea capaz de producir alternativas a la carne es un juego peligroso»
Hablemos un momento de estas alternativas. Cada vez vemos más productos de este tipo. De hecho, España ha abierto su primer laboratorio de carne cultivada. ¿Ve algún aspecto negativo en ellos?
Hay muchos aspectos positivos. Estos alimentos, especialmente la carne de cultivo celular, sirven para que la gente pueda tener lo que le gusta ―el sabor, el aroma de la carne―, pero sin todo lo malo. Si puedo darle a alguien un trozo de carne, pero que no proceda de un animal muerto ni se hayan utilizado antibióticos y a la vez se haya reducido el impacto medioambiental… es asombroso.
El aspecto negativo es que no sabemos cuándo estará disponible. Tal vez a finales de la década, en 15 años, o en menos… Esperar a que la tecnología lo solucione es un juego peligroso porque, por lo que sabemos, tal vez nunca seamos capaces de producir estos alimentos. En ese caso, habremos perdido 10, 12, 15 o 20 años en un sueño.
Personalmente, creo que va a suceder. Parece muy probable que lo consigamos en algún momento. Pero, mientras esperamos a que eso ocurra, los problemas siguen aumentando: hay animales muriendo y sufriendo; sigue incrementando el daño medioambiental contra el que tenemos que hacer algo; se utilizan más antibióticos para producir alimentos baratos; hay mayor riesgo de infecciones como la gripe aviar y la gripe porcina… Podemos dejar de pagar por ello ahora porque tenemos las vías para actuar al respecto.
Usted ha dado conferencias en las universidades más prestigiosas del mundo. ¿Ve algún cambio?
Sí, veo muchos cambios. Creo que se está produciendo un gran cambio académico. He visto cursos sobre sostenibilidad en los que se habla específicamente del tema. Y también hay mucho trabajo realizado por parte de estudiantes. En el Reino Unido tenemos un programa llamado Plant Based Universities para animar al alumnado universitario a comer a base de plantas y proteger el medioambiente. Los propios estudiantes votan a favor de esta medida para que sus comedores y los alimentos que les suministra la universidad sean vegetales. No creo que sea suficiente, pero nunca nada es suficiente, ¿verdad?
¿Se considera activista?
Hubo un tiempo en que sí. Ya no tanto, creo. Yo defiendo una causa. Así que «defensor» es probablemente la palabra más adecuada, pero no estoy en contra del término «activista».
¿Le cansa tener que convencer de dejar un hábito tan normalizado como comer carne?
Hay momentos en los que puede resultar agotador, pero entiendo por qué la gente puede ser reacia al cambio. Para muchos de nosotros, especialmente en países y culturas donde comer carne, lácteos y huevos está tan normalizado, el veganismo es algo extraño y radical. Recuerdo que yo solía comer productos animales y solía pensar lo mismo que piensan todas las personas con las que hablo ahora. El cambio se basa en repetición. Es un proceso, lleva tiempo y es triste que tengamos el sistema que tenemos, pero mi trabajo es intentar ser un buen persuasor, y ser convincente porque, si alguien no escucha un buen argumento, no se planteará cambiar nada.
Así que, como defensor o activista, me corresponde a mí no frustrarme con la gente, sino tratarla con empatía y comprensión. A fin de cuentas, es un gran sistema el que estoy tratando de desafiar. Mi papel como comunicador y defensor es no dejar que mis emociones se interpongan en algo que trasciende más allá de mí. No se trata de mis sentimientos, sino de los animales, del planeta, de la gente que sufre. No conseguiré un cambio si me canso, me frustro o me enfado.
Ver artículo original