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E. B. White, la levedad del ensayista conciso

Por ABC  ·  07.03.2018

A Elwyn Brooks White nunca le gustó su nombre. «Mi madre me lo puso porque se le habían acabado los otros nombres –decía–. Fui su sexto hijo». En el instituto consiguió que le llamaran Andy, y después pasó a ser White. Las iniciales las añadiría cuando comenzó a firmar sus textos. Nacido en Mount Vernon en 1899, E. B. White falleció con 86 años convertido en el ensayista más respetado de Estados Unidos.

Distinguido con el premio Pulitzer por el conjunto de su obra de no ficción, suya es quizá la mejor definición del ensayista: «Es un hombre sin complejos que tiene la creencia pueril de que todo lo que piensa, todo lo que le ocurre, es de interés general. […] Hay que ser una persona congénitamente egocéntrica para tener el descaro y el aguante necesarios para escribir ensayos».

Nadie mejor que White para resumir un género que fue perfeccionando década tras década. Solo en «The New Yorker», la revista para la que trabajó durante más de medio siglo, escribió alrededor de 1.800 ensayos, amén de sus colaboraciones con otras cabeceras. Fue un «estilista supremo», como lo definió William Shawn, su jefe en la revista neoyorquina: «Tenía un estilo único, coloquial, claro, natural, plenamente estadounidense y totalmente hermoso. Nunca escribió una frase vacía».

Autor de dos libros infantiles de enorme éxito –«Stuart Little» y «La telaraña de Charlotte»–, la influencia de White no solo se encuentra en «The New Yorker», la revista que moldeó con un estilo que combinaba lo reflexivo y lo esnob con un punto de ironía y ligereza, sino que con su revisión del imprescindible manual de escritura «The Elements of Style», del profesor Strunk, asentó las bases teóricas de la escritura concisa.

«Una oración no debe contener palabras innecesarias, ni un párrafo oraciones innecesarias, por el mismo motivo que un dibujo no debe tener líneas innecesarias y una máquina partes innecesarias –decía Strunk–. Cada palabra debe comunicar». White era un fundamentalista contra la escuela del Todo Vale: «Strunk creía en lo correcto y lo incorrecto, y en general yo también».

Los «Ensayos» (Capitán Swing) de White, traducidos al español cuarenta años después de que fueran compilados en su idioma original, son una excelente muestra de las preocupaciones temáticas y estilísticas del autor estadounidense. White explicaba la complejidad con aparente sencillez, a partir de anécdotas ocurridas en su granja, ya fueran la enfermedad de un cerdo o el temporal de huracanes. La paradoja. «Descubrí que escribir sobre las cosas intrascendentes pero cercanas del vivir era la única labor creativa que podía llevar a cabo con sacralidad o elegancia», decía.

White dejó escritos sugestivos recuerdos de su niñez, cuando soñaba con barcos; de su tímida adolescencia, incapaz de llevar a bailar a la chica que le gustaba, y de su juventud: esos ocho años en los que no tuvo nada a lo que aferrarse salvo sus «sueños incontrolables». Una medida del valor de esta antología es la inclusión de «Esto es Nueva York», una evocación de la ciudad que ha alcanzado la categoría de clásico y aquí se lee como un ensayo más.

En los 31 escritos escogidos hay una evolución temática de White hacia temas más elevados. Ya consagrado como articulista, la guerra y la amenaza del comunismo le llevaron a posicionarse en sus escritos a favor de la libertad de prensa, la paz mundial o la democracia, pero siempre desde la certeza de su levedad. Al fin y al cabo, «hay algo que el ensayista no puede hacer; no puede darse el lujo de engañar a nadie u ocultar nada, porque será desenmascarado en muy poco tiempo».

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