Proclamas como “El cine de ayer y de hoy es un asunto únicamente comercial. El desarrollo de la cinematografía es dictado sólo por motivos de lucro” o “El drama cinematográfico es el opio del pueblo. ¡Abajo las fábulas burguesas y viva la vida tal como es!” pasarían por reflexiones de lo más radicales y subversivas si se dijeran hoy en día aunque curiosamente están expresadas durante las primeras décadas del siglo XX.
Su autor fue Dziga Vertov, protagonista del libro “Memorias de un cineasta bolchevique” recién editado por la editorial Capitan Swing y que es una perfecta excusa para acercarse a uno de los cineastas soviéticos más importantes e influyentes a lo largo de la historia, sobre todo, aunque no sólo, en las vanguardias culturales.
Nacido con el nombre de Denis Abramovich Kaufman en Polonia en el año 1896 dedicó sus primeros estudios a la música, influencia decisiva en alguna parte de su carrera fílmica, y más tarde a la medicina. Durante esos años se dedica a la escritura, tanto poesía como novela. Influido por el futurismo adoptará el pseudónimo Dziga Vertov (“Gira peonza” en ucraniano) por el que será a partir de ese momento conocido.
Poco antes del inicio de la revolución rusa dedica su tiempo al “laboratorio de oído” donde realiza músicas con ruidos y experimenta con los fonogramas, dando evidencia ya desde ese momento por su gusto por el montaje, característica principal suya y de todo el cine soviético de esos años. La victoria bolchevique trae consigo una época de crecimiento artístico en todos los campos y el cine no es una excepción, al contrario, un arte que está recién nacido sabe de su importancia para mostrar el nacimiento de una nueva sociedad y hay todo un grupo de realizadores, entre los que se encuentran Sergei Eisenstein, Dziga Vertov, Esfir Shub, L. Kuleshov o Vsévolod Pudovkin, que así lo harán.
En 1918 Vertov entra a formar parte del Comité del Cine de Moscú y dirige Kinonedelija (cine-semana), primer periódico sobre la actualidad cinematográfica. Además es el encargado de organizar el trabajo de los operadores en los frentes de la guerra civil y de dar forma al material grabado dando como resultado obras como “Los combates ante Tsaritsin”. También viajó en los llamados trenes de propaganda (agit prop) en los que se difundían diferentes obras de arte que glosaban las virtudes de la revolución como es el caso de “El tren Lenin”.
Durante varios años lleva a cabo el proyecto Kino-Pravda (cine verdad) con el que dirige varios reportajes a modo de un noticiario en el que muestra los cambios que se están sucediendo en la sociedad rusa. Para ello utiliza su cámara en todos los lugares posibles para rodar la realidad tal y como sucede para luego darle forma durante el montaje. Es la época en que hace público variados manifiestos en los que explica su concepción del cine, del que destierra todo lo artificial (ni actores, ni decorados, ni guiones). Su primera película como tal es «Kino Glaz» (cine ojo), en referencia a su teoría del mismo nombre y del grupo que formó (Kinoks). En ella muestra todas esas características, grabando de forma totalmente realista las labores de diferentes gremios de trabajadores, oponiendo lo nuevo a lo antiguo y enseñando que son los seres humanos los creadores de las materias y por lo tanto sus dueños. Una demostración palmaria de la función que Vertov le daba al cine y no era otro que documentar y apoyar los valores del socialismo.
Pero sus teorías cinematográficas no fueron del todo bien entendidas por algunos creadores cercanos a él como el mítico Sergei Eisenstein, con el que intercambió declaraciones y una dura polémica. Las diferencias entre ambos se podrían resumir en el sentido que cada uno le daba al montaje. Vertov lo entendía como el método para unir lo ya rodado, la técnica provenía del propio aparato (la cámara) a la hora de grabar. Otro sentido le encontraba Eisenstein que pensaba que ese era el momento de crear el drama y el mensaje para el espectador. Visto en la actualidad y parafraseando a Jean-Luc Godard, ambos no dejan de ser las dos manos de un mismo cuerpo.
Su obra fundamental y en la que desarrolló al completo sus ideas fue “El hombre de la cámara”, una representación de lo que suele denominar el “cine dentro del cine”, mostrando el modo de grabación, la propia “historia”, y su presentación ante el público. Utilizando las actividades diarias que se daban en San Petersburgo representa el poder de la cámara, llegando a todos los sitios y observando todo lo que el ojo humano no alcanza. Se trata de una obra totalmente revolucionaria, en todos los sentidos de la palabra, incluso vista hoy en día. Utiliza todo tipo de recursos, tanto técnicos, fotogramas superpuestos, marcha atrás, picados, contrapicados e incluso la animación (en el momento en que una cámara se convierte en algo parecido a un robot), como en un sentido simbólico y poético, el “despertar” de la ciudad se presenta junto al de una joven mujer que inicia su día. El film en resumen es un compendio de las diferentes tareas y acciones, incluido la del cine, que forman el transcurrir de las ciudades y su futuro común, como deja claro en la escena en que dos mujeres toman café sobre un mural que reza “Trabajadores del mundo, unios”.
Su época sonora será igual de imaginativa y sorprendente. Su primera película,“Entusiasmo, Sinfonía del Donbass”, alabada por el propio Charles Chaplin, , de nuevo se centra en el día a día de una ciudad pero en este caso se centrará en los sonidos que desprende, sobre todo los industriales, para crear el ritmo fílmico de la obra. “Tres cantos a Lenin” supuso uno de sus últimos rodajes, a partir de ese momento su figura quedaría relegada a trabajos más rutinarios, y quizás uno de los más sorprendentes. Creada como homenaje al décimo aniversario de la muerte del líder soviético, mezcla imágenes de archivo (algunas inéditas), con la grabación del trabajo de varios estratos de la sociedad (mujeres, obreros..) que con la llegada del comunismo se han liberado. Todo ello apoyado en los cantos populares que se originaron en la zona asiática.
Vertov no sólo fue uno de los cineastas soviéticos de mayor talento, innovación y calidad, también fue el ejemplo, junto a otros realizadores de su misma época, de que el cine puede ser una arma política de gran calado. Además el realizador ha supuesto una influencia capital en el género documental y en muy variados movimientos culturales/artísticos, algunos más obvios, como el cine experimental estadounidense, el cinéma vérité, la Internacional Situacionista o en diferentes cineastas como Jean- Luc Godard que llegó a crear el grupo Dziga Vertov, a en directores inclasificables como Luis Buñuel, Jean Vigo, Walter Ruttman o más actuales como Martin Scorsese.
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