10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

Divagar es una forma de rebelarse

Por ABC  ·  24.06.2020

Rebecca Solnit (San Francisco, 1961) tuvo la extraordinaria habilidad de dar con un concepto tan oportuno y popular, el de Los hombres me explican cosas (Capitán Swing, 2016), que resulta difícil no recordarla por haber capitalizado la idea del mansplaining. Ya se sabe, el palabro con el que el feminismo denuncia esa condescendencia que, dicen, tienen con ellas los hombres cuando asumen que ellos lo saben todo mejor. Solnit es la autora de unos de los libros más aplaudidos por el feminismo, y no es un mérito menor teniendo en cuenta el aluvión de títulos que se han publicado estos años, pero su registro de intereses va mucho más allá.

Los cuatro libros traducidos al español no son más que una pequeña muestra de los veinte títulos que acumula en su haber. Unos son fruto de sus colaboraciones como ensayista en HarperThe Guardian o Literary Hub. En otros, como Wanderlust. Una historia del caminar (Capitán Swing, 2015), aborda en profundidad el placer de divagar. «La mente es una especie de paisaje y caminar es un modo de atravesarlo», escribe aquí Solnit, aunque bien podría tratarse de Una guía sobre el arte de perderse (Capitán Swing, 2020), lo último que ha llegado a las librerías españolas.

Si en anteriores trabajos Solnit se ha ocupado de los derechos humanos, la política, el feminismo, el arte o el medio ambiente, en El arte de perderse da vueltas sobre esa rendición tan placentera que produce salirse del camino, ese ir más allá, sin brújula ni destino, para finalmente quedar «envuelto en unos brazos, embelesado, absolutamente absorto en lo presente de tal forma que lo demás se desdibuja». Así define la autora una idea, o más bien un ideal, al que se acerca con distintas reflexiones sobre la memoria o el descubrimiento de mundos nuevos. «Hoy en día muchas personas nunca disuelven sus ejércitos, nunca van más allá de aquello que conocen», lamenta.

Frente al ajetreado ritmo de vida actual, frente a estos diseños del espacio público que añaden velocidad a la velocidad, frente a este mundo invadido por la tecnología, la publicidad y las noticias alarmistas, Solnit defiende que no perderse nunca, no saber deambular, es «no vivir». ¿Qué será de esta generación de niños que está creciendo bajo arresto domiciliario?, se pregunta. ¿Por qué este empeño de refugiarse en calles y urbanizaciones de líneas armoniosas? ¿Por qué viajar a lugares exóticos, para despacharlo con un puñado de fotos frívolas?

Solnit celebra vagabundear en los desiertos y hacer kilómetros en coche, «ante la solitaria belleza de la carretera, en una especie de introspección que solo generan los espacios abiertos»; recuerda los años del punk, cuyos militantes hicieron de las ruinas urbanas su estética y ética de vida; vuelve sobre su pasado, unas veces de la mano de viejas fotografías, otras de sus recuerdos de adolescencia, para certificar que esa persona ya no existe. «Quizá el cambio sea así –escribe–, unas veces espectacular y otras más discreto, algo visible y a la vez oculto, una constante oscilación entre lo lejano y lo cercano».

Una guía sobre el arte de perderse es un libro irregular, porque generalmente las compilaciones de ensayos lo son, pero en esta escritura introspectiva y lírica, en esta resistencia a dejarse llevar por la inercia, hay un espíritu de rebeldía del que convendría tomar ejemplo.

Ver artículo original