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Por eldiario  ·  31.05.2023

El territorio, además de un componente físico, tiene otro puramente simbólico. Sus calles y orografías transmiten informaciones que pueden ser leídas o ignoradas. No solo el urbanismo es una forma específica de entender y diseñar el espacio, sino que pasear por una población es una continua descodificación de significados.

Así nos ocurrió hace poco cuando un amigo checo se mostraba sorprendido de ver nombres marxistas en las calles españolas, aunque estos nombres eran de teóricos, él mostraba su desagrado diciendo que era como llamar a una avenida Josef Mengele.

Cuando se le informó de quiénes eran algunos de los señores de las calles españolas como Vallejo Nájera o General Franco quedó bastante perplejo. Le hablamos de la Ley de Memoria Historica que dictaminó el cambio de 51 calles en Murcia y de cómo el 23 de marzo del 2022 La Comisión de Calles de Murcia cambió el nombre de 35 calles para dar cumplimiento y que se aprovechó para aumentar el nombre de mujeres en nuestras calles, pasando 19 a representar a mujeres y 16 de hombre. Un ejemplo de ello será la nomenclatura de Calle Federico Servet por Calle Antonia Gallego “La Serrana” y es que de lo religioso parece que no salimos…

Y es que la nomenclatura de las calles son un ejemplo claro de como la identidad, la religión o simplemente el poder intervienen en la creación de las ciudades. Es por esto que me gustó mucho leer ‘El Callejero’, un libro de Deridre Mask editado por Capitán Swing.

Mask nos habla de cómo, en gran medida, estas diferencias de nomenclatura en Europa y de numeración en EEUU se deben a cómo crecieron las ciudades, si fueron planificadas o crecieron orgánicamente (como las enredadas calles de Europa) y cuál fue el papel de los equipos técnicos en esta planificación.

La planificación en cuadricula facilita la numeración como demostró el fundador de Filadelfia, William Penn, quién implantó este sistema de cuadricula y numeración de calles “posiblemente porque sabía cuánto contribuyeron las caóticas calles de Londres al Gran Incendio de 1666. Era cuáquero y su religión, con su énfasis en la sencillez y la humildad, probablemente le llevó a elegir números de las calles de la ciudad. La práctica se extendió por todo Estados Unidos”.

La autora explica que esta práctica no solo no era operativa para Europa, sino que se rechazó activamente en España durante la Segunda República. Relata cómo en Madrid, en 1931, se planteó utilizar números para evitar conflictos en el supuesto de que se tuvieran que renombrar las calles. Pero el Ayuntamiento lo rechazó tajantemente al asegurar que las calles numeradas no encajaban con la tradición española “que honraba a los ciudadanos ilustres prestándoles su nombre a calles en pueblos y ciudades”.

Muchas anécdotas acompañan el recorrido de esta escritora y abogada por el callejero de Roma, París, Londres… calles que tenemos presentes por los navegadores digitales y que cambian nuestra relación con el entorno pero ¿qué ocurre en lugares como la India donde muchas personas viven sin una dirección? ¿Es la falta de nomenclatura una forma de desigualdad? ¿Marcan racialmente los espacios?

Mask pone como ejemplo que las calles llamadas Martin Luther King no están precisamente en los vecindarios blancos y están fuertemente unidos a la idea de pobreza urbana. En España es curioso también que los barrios estigmatizados como peligrosos tienen números en su nombre como las ‘Tres mil Viviendas’ en Sevilla, ‘Mil viviendas’ en Alicante, ‘600 viviendas’ en Albacete, ‘500’ en Almeria… todos ellos conaltos índices de delincuencia y con salarios por debajo del umbral de la pobreza.

Aunque no hay una relación directa entre el nombre de las calles y sus usos (como decía el urbanista Lefebvre la gente puede apropiarse de los espacios), sí que hay algunos estudios que nos hablan de la relación por ejemplo de las calles con nombres religiosos y las personas que asisten a misa… Huelga decir que en el estado español, los barrios ricos no tienen tanto movimiento de población (excepto nuevos herederos) como los pobres debido a la concentración de las tierras y riquezas en unas pocas manos.

Y es que las políticas urbanísticas (o la falta de ellas) son clave para nuestros territorios. Nuestro callejero está repleto de simbología, personajes e historias. Historias que se esconden tras el nombre y la ubicación de las calles, formas tangibles que nos cuentan en quién se ha pensado y en quién no.

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