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Desde Rusia con amor

Por ABC  ·  20.05.2012

En 1947 John Steinbeck y Robert Capa viajaron a la URSS. «Viaje a Rusia», ahora recuperado, recoge sus impresiones

Ninguno de los dos era ya un pipiolo en busca de fama y di¬nero (aunque sabido es que a los artistas nunca les sobra), ni tan siquiera un plumilla y un fotero necesitados de primicias, exclusivas y un puñado de pavos frescos, o la palmadita en la espalda del redactor jefe. Nada de eso. Ese día de marzo de 1947, en el bar del neoyorquino Ho¬tel Bedford, aquellos dos hombres ya se habían fogueado en la vida y el periodismo, y sabían lo que era que una bala te pasase cerca de la oreja.

Echándose un trago al coleto (cosas del periodismo preinternáutico), john Steinbeck y Robert Capa bromeaban con Willy, el camarero, un hombre sabio como los camareros de entonces, y estaban más aburridos y desorientados que un esquimal en un safari. Steinbeck era un puñetero rojo, un demócrata de la cabeza a los pies, un tipo duro que había escrito muchos de los mejores relatos sobre la Gran Depresión, como «Las uvas de la ira» y su Tom Joad, uno de los grandes héroes populares de todos los tiempos.

Rojeras, sí, el tal Steinbeck, lo que no impidió que participara en numerosas historias propagandísticas durante la Segunda Guerra Mundial y que incluso realizara uno de los reportajes patrióticos más formidables, demagógicos y sacados de madre jamás escritos, «Bombas fuera», recuento de sus experiencias con las tripulaciones de los bombarderos que surcaban el Pacífico en busca de los malísimos japos.

Tan solo diez años antes de aquellos pelotazos, el fotógrafo Robert Capa andaba por España, o por lo que iba quedando de ella, poniendo su cámara al servicio de la República Española, y convirtiéndose en uno de los grandísimos reporteros de guerra nunca vistos. Trago va trago viene, los dos colegas tuvieron una ocurrencia: marcharse a la Rusia de aquellos días, masacrada por la guerra, con el ánimo de contar la verdad, no esas verdades que cualquier tipo en un despacho de Washington se saca la manga con un poco de a imaginación y un teletipo.

Ellos no querían meterse en política, lo que querían era mostrar el lado humano de los soviéticos y poner fin a tantas suspicacias y malentendidos que atiborraban los graneros de Iowa y las plantaciones del Mississippi. Querían ver a los rusos en su salsa, dándole al vodka, en sus bautizos, bodas y comuniones, en el tajo, en la siega, en las fiestas y al pie de los iconos, cicatrizando sus horribles heridas. Y poco les importaba que el padrecito Stalin lo contemplara todo desde sus omnipresentes peanas de bronce o escayola. Pusieron pues rumbo a la Madre Rusia triunfadora en la Gran Guerra Patriótica contra los nazis.

Capa llevaba película como para rodar hasta la eternidad y Steinbeck su cuaderno, y entrambos alguna botella de whisky que se encargarían de robar a sus colegas en Rusia. El resultado de aquel verano de turismo periodístico fue «Viaje a Rusia», que publicaron en 1948. Para los derechistas americanos, era casi una provocación prosoviética (Steinbeck y Capa mostraron que los rusos no tenían cuernos, ni olían a azufre), y para la obtusa izquierda america¬na, una nimiedad que no reflejaba las venturas de la dictadura del proletariado. El libro lo recupera ahora Capitán Swing en magnífica edición y con los testimonios impagables de Steinbeck con el boli y Capa con la cámara. Amor, humor, anécdotas, chis¬tes (al parecer Capa tenía entre otras raras costumbres encerrarse en el baño con periódicos rusos, que por supues¬to no entendía), detalles, pinceladas, impresiones, puntadas con hilo, para dibujar un cuadro de aquella Rusia que de pura sencillez y trazo firme te conmueve el corazón, como dicen que antiguamente hacían algunos periodistas.

MANUEL DE LA FUENTE