A lo largo de varias generaciones, millones de personas afrodescendientes han tenido que “domar” su pelo para suavizar su imagen a ojos de los blancos. Lo cuenta Emma Dabiri en ‘No me toques el pelo‘ (Capitán Swing, 2020).
Cuenta Michelle Obama que Estados Unidos estaba preparado para tener un presidente negro, pero no para una primera dama con el pelo afro.
Cuentan las mujeres afrodescendientes que su pelo es la última barrera racista que tienen que superar.
Las primeras reivindicaciones por el llamado “pelo natural” en Estados Unidos las protagonizaron en los 60 las mujeres panteras negras. Porque sí, un peinado puede ser todo un acto político.
Prohibido llevar el pelo suelto
Zulaikha Patel comenzó una protesta en su colegio, en Sudáfrica, donde la norma dicta que las niñas solo pueden llevar el pelo con coleta, no suelto ni con trenzas. La polémica se hizo viral y las protestas llegaron a Twitter bajo el hashtag #StopRacismAtPretoriaGirlsHigh.
Y en Reino Unido las leyes impiden la discriminación en las escuelas por color de piel, pero no dicen nada del pelo, un agujero legal que algunas de ellas utilizan para dejar fuera a niñas negras.
Hoy, Alicia Keys es una de las abanderadas del “pelo natural” en Estados Unidos. No así Beyoncé, que se ha subido al carro de reivindicar sus raíces cuando ya otros han abierto camino y ella se ha podido permitir el lujo de perder seguidores. Esto último es lo que piensa la escritora Emma Dabiri, autora de ‘No me toques el pelo‘.
Una represión histórica
En su ensayo, Dabiri hace un recorrido por la historia negra con el pelo como protagonista, y cuenta cómo los antepasados esclavos lo usaron para trasmitirse mensajes a través de los peinados que pasaban desapercibidos a ojos de los esclavistas o cómo en la África precolonial el tiempo de cuidado del pelo en las tribus era utilizado para la trasmisión oral de su cultura.
Ella, irlandesa de padre nigerianos, creció escuchando que su pelo estaba mal. Fue en el cine, viendo a Lauryn Hill con trenzas en ‘Sister Act 2’, la primera vez que vio a una chica como ella, y entendió que no había nada malo en su pelo, que solo era diferente. Ese día, en su cabeza, comenzó una revolución.
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