EL REGRESO DE UN CLÁSICO
Capitan Swing recupera (por fin) “Pimp, memorias de un chulo”, uno de los libros más políticamente incorrectos del mundo y del tiempo
Para que el lector se haga una idea,en las primeras páginas de su biografía Iceberg Slim ya ha contado cómo, con apenas tres años, su niñera le obligó a hacerle un cunnilingus y la paliza que le dio a una de sus primeras novias por tener el himen demasiado duro. Pues así, hasta la última página. Una cosa está clara, Pimp, memorias de un chulo no es apta para estómagos sensibles ni para apóstoles de la corrección política. Si no llega a ser porque se publicó originalmente en 1967, el autor y la editorial estarían hoy declarando ante un juez. Si hacemos caso a la leyenda, es el libro más robado en librerías americanas de la historia. Difícil saberlo pero se non è vero, è ben trovato.
No hace falta ser un genio para imaginarse de qué va el libro. Son las memorias de Robert Beck (1981-1992), que nació con el nombre de Robert Lee Maupin y pasó a la historia con el alias Iceberg Slim. Pese a haber nacido en el seno de una familia bastante privilegiada, teniendo en cuenta que era negro e hijo de madre soltera que supo sacar adelante a los suyos gracias a su salón de belleza y su trabajo como limpiadora, él vivió como si hubiera salido de lo peor de Harlem.
Beck, no solo consiguió acabar el instituto, sino que llegó incluso a la Universidad de Tuskegee, una institución para alumnos de color (negro) ubicada en Alabama, donde a los afroamericanos se les tenía la misma consideración (en el mejor de los casos) que a los monos. Pero estudiar no se inventó para gente como él.
Aunque su vida podría haber sido otra, Beck se matriculó en mundología en las calles, y los primeros años de estudiante compaginó sus estudios con la venta de alcohol y la explotación de varias mujeres. Por su delgadez y su carácter, capaz de mantener la calma en medio de las peleas, nació su mote de Iceberg Slim. Con este currículo un buen día —y la II Guerra Mundial lo fue para los afroamericanos que no fueron — decidió que lo suyo era vivir de las mujeres.
Como contaba Chester Himes, el Balzac de Harlem, en Si grita, suéltale (1945), durante esa época los blancos estaban demasiado ocupados luchando contra los nazis como para preocuparse de lo que hacían los negros (muchos de ellos trabajando en la industria bélica), y estos pudieron aprovecharse de la abundancia de mujeres con maridos en el escenario bélico. En ese contexto es en el que Iceberg Slim vivió parte de su vida.
Sus andanzas acabaron en 1961 cuando, con 42 años dio con sus huesos en la cárcel de Cook County (Ilinois), donde pasó diez meses en una celda de aislamiento. Allí tuvo una epifanía: aunque el crimen era para él, no estaba dispuesto a acabar su vida entre rejas como tantos de los suyos. Se mudó a Los Ángeles, donde se cambió el nombre por el de Robert Beck, y se dedicó a vender insecticidas. Así vivió hasta que su mujer le animó a escribir su biografía.
Tardó unos tres meses en poner negro sobre blanco sus vivencias y así, en 1967, de la mano de la editorial Holloway House (especializada en soft porno pero que supo ver el filón de los autores negros), llegaba a las librerías Pimp y comenzaba una carrera literaria que le llevó a vender más de seis millones de ejemplares de sus varias novelas y que le convirtió en uno de los autores negros que más libros despachó en su vida. Aunque así, y pese a que dio conferencias por medio EEUU, murió pobre. Por lo visto, la editorial le hizo la bicicleta y se quedó con la mayor parte de los royalties que generó.
Una nueva edición
La primera edición de Pimp, a cargo de Anagrama, data de 1998 y desde entonces se había convertido en una especie de Santo Grial de los libros frikis. La tirada no fue particularmente larga (creo que unos 2.000 pero cito de memoria) así que la mayoría de los que hablaban de él ni siquiera lo habían tenido en sus manos. Estaba la opción de conseguirlo en inglés (en Inglaterra o EEUU jamás se ha dejado de imprimir) pero el estilo lo hace apto únicamente para los que hablen extremadamente bien el idioma de Shakespeare. En internet, se cuentan con los dedos de una mano los ejemplares que han salido a la venta en los últimos años. Por suerte, Capitán Swing ha puesto fin a esta anomalía con una cuidada edición que cuenta con un prefacio de Irvin Welsh (Trainspotting).
Se entiende así que la obra de Beck sea tan desconocida en España, hasta el punto de que su entrada ni siquiera está traducida en la Wikipedia. De hecho, de sus nueve libros el único que también llegó a las librerías españolas es Tricky Baby (Anagrama, 2000), una novela negra en la que trata el tema de los negros de piel blanca (y que Larry Yust adaptó al cine en 1972). Tema jugoso que, por cierto, interesó a autores tan diversos Chester Himes (Pink toes, 1961), Boris Vian (Todos los muertos tienen la misma piel, 1947) o al director Elia Kazan (Pinky, 1949).
Pimp es un libro de una dureza pocas veces visto y el autor no hace concesiones. De hecho, se prometió a SÍ mismo no embellecer ni callar nada de su época controlando a sus distintas ‘cuadras’ (prostitutas a las que explotaba) o el consumo de drogas. El maltrato a las mujeres y la misoginia están en cada línea del texto, pero no como exaltación sino como ejemplo del personaje que llegó a ser y del que, sin duda, supo separarse a tiempo. Tampoco se cortó a la hora de mostrar cómo la explotación —no tan diferente a la que vivieron sus antepasados en el campo de algodón— se convirtió en su comunidad en una seña de identidad.
Pimp es un libro de una dureza pocas veces visto y el autor no hace concesiones. De hecho, se prometió a SÍ mismo no embellecer ni callar nada de su época controlando a sus distintas ‘cuadras’ (prostitutas a las que explotaba) o el consumo de drogas. El maltrato a las mujeres y la misoginia están en cada línea del texto, pero no como exaltación sino como ejemplo del personaje que llegó a ser y del que, sin duda, supo separarse a tiempo. Tampoco se cortó a la hora de mostrar cómo la explotación —no tan diferente a la que vivieron sus antepasados en el campo de algodón— se convirtió en su comunidad en una seña de identidad.
El legado
Como escritor, Iceberg Slim fue un paria dentro de su propia comunidad. Por un lado, llegó tarde a la eclosión de escritores negros (James Baldwin, Richard Wright, Ralph Ellison, Gwendolyn Brooks…) que se produjo en la época de la reivindicación de los derechos civiles (entre los 50 y los 60). Además, su guerra era otra. Jamás escribió para reivindicar a los suyos y, de hecho, fue incluso rechazado por los Panteras Negras (con los que se identificaba) por la imagen que daba de la cultura negra. No ganó un Pullitzer, un National Book Award ni siquiera un Nobel (como la escritora Toni Morrinson), pero su obra sigue vigente, lo que no se puede decir de otros de sus coetáneos.
Culturalmente, su influencia fue más allá de lo que ningún otro escritor de su raza soñó. El aspecto de chulo que se pasea por el gueto luciendo sus mejores galas y en coches de gama alta —y siempre rodeado de mujeres— anticipó en varias décadas el rollo badass de los cantantes de rap, algunos de los cuales (Ice Cube o Ice T) llegaron incluso a homenajearle en sus nombres artísticos. Aunque sería exagerado pretender que inventó la blackpoitation, es innegable que sembró su semilla.
Pero su gran aportación al imaginario fue la creación de la imagen del chuloputas, hasta el punto de que hay competiciones para ver quién encarna mejor el tópico. Recomiendo el documental American Pimp (de los hermanos Hughes, 1999) por si alguien no me cree. Tampoco faltan, por cierto, los proxenetas que creen que el libro de Slim contribuyó a su mala fama (como si hubieran necesitado ayuda). Polémicas aparte, Pimp, memorias de un chulo es un libro de lectura obligatoria que se puede completar con el documental Iceberg Slim: Portrait of a Pimp (Jorge Hinojosa, 2012) para acercarse mejor a la figura de su autor, un maltratador en serie de mujeres que acabó convertido en escritor, buen padre, buen hijo y más o menos buen marido (en tres ocasiones).
Autor del artículo: Javier Cavanilles
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