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De la ecoansiedad a la acción climática en el último libro de Andreu Escrivá

Por EFE  ·  14.09.2020

Estar “abrumado y desbordado frente a toda la gran maquinaria que hay que cambiar para luchar contra al cambio climático” es una sensación cada vez más frecuente entre la población y que el ambientólogo valenciano Andreu Escrivà ha decidido abordar en su nuevo libro ‘Y ahora yo qué hago’ (ed. Capitán Swing).

En una entrevista con EFE, Escrivà confiesa que su anterior libro, ‘Aún no es tarde’, ganador del XXII Premio Europeo de Divulgación Científica de la Universitat de València, le llevó a presentarlo “en muchos pueblos” y cuando terminaba sus charlas notaba que la gente se quedaba “sin saber qué hacer ante el problema del cambio climático”.

“Me gusta que la gente hable, comente, pregunte, interrumpa y que, sobre todo, se muestre crítica y exhiba sus dudas porque esta crisis nos interpela a todos”, explica el autor, quien añade que, “está muy bien conocerla, pero sobre todo saber cómo orientarnos”, por lo que su último libo intenta “dar respuesta a todas las preguntas que me han formulado en los últimos años”.

ECOANSIEDAD

Escrivà aclara que él separa “la catástrofe”, que describe como el sentimiento “de que todo va a ir a peor porque las previsiones del futuro del planeta son muy negativas”, y la “ecoansiendad” que es “pensar que haga lo que haga será insuficiente” para cuidar del medioambiente.

Sin embargo, el autor, que afirma padecer ambos tipos de estrés, asegura que “tenemos que ser comprensivos con nosotros mismos” ya que “no somos perfectos nunca” y, además, “la ansiedad es paralizante”, lo que implica dejar de hacer cosas por la acción climática.

“Nuestro planeta ha sido considerado un objeto más que se podía usar y tirar” ya que el ser humano ha actuado como si “todo le perteneciera y pudiera extraer lo que quisiera”, pero la realidad es que “estamos en un sistema cerrado tanto en energía como en materiales” donde “no tiene sentido una economía y una forma de usar los recursos como si los fueran a reponer”.

A esa perspectiva también ha contribuido “el optimismo tecnológico de buscar recursos en otros planetas para sobrevivir” cuando “la mejor versión de Marte siempre será peor que la versión más degradada de la Tierra”, insiste Escrivà.

CONSUMO DESMESURADO

Asimismo, la subida de temperaturas provocadas por la actividad humana y los huesos de los más de sesenta mil millones pollos que se consumen en el mundo al año podrían determinar la existencia de una nueva etapa geológica, “el antropoceno”.

Además, son una muestra “del consumo desmesurado que tenemos”, así como un síntoma del mal control “de la producción” ya que “la mayor parte de la biomasa vertebrada está a nuestro servicio y eso no es una señal de ecosistemas poco saludables”, según Escrivà.

La “huida hacia adelante” en lugar de “hacerse responsable e intentar solucionar el problema” ha sido la respuesta del ser humano desde hace 150 años, cuando se descubrió cómo funciona el mecanismo de los gases de efecto invernadero.

Esto se debe a “un cóctel de factores”, apunta Escrivà, ya que se veía como “algo lejano y hasta imposible” que el ser humano “estuviera calentando el planeta”.

“En un primer momento se tiene el conocimiento pero no se ve, y luego cuando se ve se empieza a pensar si es el sol, los volcanes o el eje de la Tierra”, añade.

“Hemos tardado mucho tiempo en comprobar que había unas bases teóricas que estaban sucediendo”, remarca, al mismo tiempo que expone que también “han entrado en juego elementos de retraso de la acción y del conocimiento climático que han sido muy importantes, como la falta de fondos o la existencia de poderosos grupos de presión”.

“Ahora somos conscientes del cambio climático”, aunque sigue siendo “muy difícil entender el tiempo geológico por la magnitud de las escalas” ya que “los próximos diez años, que son el punto de inflexión crítico, van a marcar lo que pase los siguientes siglos” y, por ello, desea que la población actúe conforme “a esa enorme responsabilidad” de determinar qué pasará en la Tierra. 

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