David J. Madden: «Hay que desmercantilizar la vivienda»

Por El Mundo  ·  13.02.2019

«Camina por cualquier ciudad y verás que más de la mitad de la población no puede permitirse un hogar». El sociólogo David J. Madden lo dice tomando como referencia una de las grandes urbes mundiales: Nueva York. «Es asombroso ver la coincidencia entre lo que ha pasado allí y lo que está pasando ahora mismo en España», advirtió Iñaki Vallejo, miembro de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) de Castellón, encargado de introducir la charla que ofreció el autor de En defensa de la vivienda, en el Col·legi Major Rector Peset.

«Más de 1.000 millones de personas carece de vivienda, según la ONU», apunta Madden, para señalar a continuación el reverso de esta situación: «Se acaban de pagar 238 millones por la compra de un apartamento en Nueva York». De ahí que ponga en relación estos dos extremos para acabar diciendo: «Hay un lujo residencial conviviendo con un sufrimiento residencial». Todo ello favorecido por gobiernos que dan la espalda a la ciudadanía, mientras las grandes empresas inmobiliarias hacen negocio con aquello que figura en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como prioritario: el acceso a la vivienda.

«¿Para qué sirve la vivienda?» se pregunta el sociólogo de la London School, coautor junto a Peter Marcuse del citado En defensa de la vivienda, recientemente traducido al castellano. Y la respuesta es «obvia», dice, «para vivir». Sin embargo, lo obvio deja paso a lo obtuso: «Ya no se crean viviendas para dar un hogar, sino que se están convirtiendo en instrumentos financieros para blanqueo de capitales». Es más, asegura que últimamente «la nueva divisa del mundo es la venta de viviendas», convertidas en objeto de transacción económica, en lugar de espacio físico en el que guarecernos de las inclemencias del tiempo y construir un hogar digno.

Partiendo de la idea de que «lo residencial es político», Madden plantea la necesidad de democratizar ese acceso a la vivienda proclamando: «Hay que desmercantilizar la vivienda». No se trata de que los pisos no tengan un precio, sino de que este precio esté acorde con las rentas de la mayor parte de la gente y no, como a su juicio está sucediendo, en función de intereses especulativos. «Los fondos buitre son el resultado de aquel que va a comprar cuando alguien está pasando por una mala situación, adquiriendo la vivienda a un precio muy bajo». «Los Estados no han querido regular su presencia alrededor del mundo», añade el sociólogo.

Problema generalizado

Madden y Marcuse desgranan en su libro el problema generalizado de la vivienda, del que el primero dio buena cuenta en el marco de Els Debats del Magnànim, que la Institució Alfons el Magànim viene celebrando desde hace tiempo. «Los problemas de la vivienda no son el resultado de la rotura del sistema, sino producto de ello». El peligro es que la mercantilización sin ética se ha extendido de forma alarmante, impregnando al conjunto de la sociedad. «Espacios que no se habían mercantilizado, como las cooperativas, se están igualmente incorporando a esta mercantilización», subraya Madden.

También habla de lo que denomina «alienación residencial», derivada de la «precariedad» que padecen los integrantes de muchos hogares, «que se sienten alienados en sus propias casas», lo que da lugar a que «uno de cada tres habitantes padezca estrés en sus hogares». Y, de nuevo, la paradoja de que haya «pisos vacíos y personas sin techo». «Los políticos protegen a las empresas inmobiliarias en lugar de a los ciudadanos», insiste el sociólogo.

Una vivienda digna

Una vez radiografiada la cuestión y constatada la desolación de tanta gente sin una vivienda digna en la que vivir, Madden, contra la desesperanza, atisba cierta solución no exenta de dificultades. Se muestra «a favor de un derecho radical a la vivienda». Radicalidad para «cambiar el sistema de acceso a la vivienda de una forma mucho más democrática». Si el derecho al hogar está aceptado en la mayoría de constituciones e incluso en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ¿qué podemos hacer para que se haga efectivo?, se pregunta. «Dejar de tratarlo como una mercadería», recalca.

«Necesitamos una conciencia global a favor de la vivienda. Un New Deal [literalmente, Nuevo Trato, referido a la política intervencionista del presidente Roosevelt contra la Gran Depresión en Estados Unidos] verde». Para ello, lo primero que habría que hacer es, en su opinión, ajustar «el desequilibrio que existe entre el poder de los gobiernos y el de las empresas inmobiliarias». El «urbanismo neoliberal» ha provocado «la reducción del poder de las autoridades públicas». Para cambiar esa dinámica pone el acento en la suma de fuerzas: «Hemos de trabajar todos juntos: políticos, empresas éticas y sociedad civil. Necesitamos de una alianza entre todos». Y concluye: «La transparencia es la clave, pero con políticas públicas alternativas sin ánimo de lucro».

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