Cuando era un niño, el británico Dave Goulson (1971) se llevaba a casa los gusanos que aparecían en el patio del colegio. Hoy los persigue en Bután, Borneo, Patagonia… Y es una autoridad mundial en abejas y abejorros. Este biólogo, profesor en la Universidad de Sussex, hace cálculos que son una cura de humildad: «La gente que vive en las ciudades solo ve moscas, mosquitos, cucarachas… Pero los insectos son esenciales para nuestra supervivencia. Polinizan, depuran… Se han descubierto un millón de especies distintas. Y deben de quedar otros cinco millones por descubrir. ¿Para qué explorar otros planetas cuando aún queda tanto por explorar en este?», se pregunta. Es autor de Una historia con aguijón (Capitán Swing).
XLSemanal. Al portal de mi casa acuden unos escarabajos que vuelcan, no saben darse la vuelta y son un festín para las hormigas. ¿Cómo han sobrevivido millones de años si están tan mal diseñados?
Dave Goulson. [Ríe]. El mundo cambia rápido, la evolución es lenta y no siempre da tiempo a adaptarse. Les ocurre a unos grillos gigantes de Nueva Zelanda. Eran los amos, ¡tan grandes como la palma de la mano! Pero la civilización llevó ratones a la isla, que los devoran.
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XL. A propósito de la evolución, usted cuenta que las plantas primero utilizaron el viento para transportar el polen; luego diseñaron flores para atraer a los insectos, porque son más eficaces; y llegan incluso a elegir al tipo de insecto que más les conviene. ¡Qué inteligentes!
D.G. Las plantas no piensan; no tienen cerebro. Se trata de mutaciones al azar; y cada pequeña ventaja se vuelve más común. Pero no es inteligencia, es evolución ciega durante millones de años.
XL. La ingeniería genética acelera las cosas. Tengo entendido que ahora los abejorros que polinizan las cosechas son de laboratorio.
D.G. Sí, en el caso de los tomates es así. Se crían en Bélgica y Holanda. Necesitas un insecto que zumbe con una vibración de alta frecuencia. Y los abejorros son perfectos. Se ha montado una industria global que envía millones de abejorros europeos a todo el mundo. Pero es controvertida. Las variedades de abejorros locales de América Latina o Japón no tienen defensas contra las enfermedades que transportan estas especies invasoras.
POR QUÉ PASARÁ A LA HISTORIA
Por ser de los primeros en señalar que el uso masivo de ciertos insecticidas en la agricultura intensiva está relacionado con la disminución mundial de abejas y abejorros, y supone una amenaza para la seguridad alimentaria. «Sin insectos polinizadores vamos hacia el apocalipsis».
XL. También conozco a agricultores ecológicos que compran insectos para combatir plagas sin usar pesticidas…
D.G. Sí, los utilizan como depredadores naturales. El problema, a veces, es que estas granjas están rodeadas de cultivos convencionales y, cuando los fumigan, se produce una estampida hacia las zonas libres de plaguicidas, lo cual es muy frustrante para los agricultores ecológicos.
XL. El pionero del ecologismo español, Joaquín Araújo, dice que las noches en el campo ahora son más silenciosas porque hay menos grillos. ¿Está de acuerdo?
D.G. Es difícil de cuantificar en el caso concreto de los grillos, pero sí. Un estudio cifra en un 76 por ciento la disminución de la biomasa de insectos voladores en los últimos 25 años. Muchos de sus lectores quizá recuerden que hace años, cuando hacías un viaje largo en coche, parabas cada cierto tiempo para limpiar los insectos estampados en el parabrisas.
XL. Dice que las mariposas son tontas en comparación con los abejorros…
D.G. Porque los abejorros tienen uno de los mayores cerebros del reino animal, proporcionalmente, y eso que es menor que un grano de arroz. Lo necesitan para orientarse. Tienen que identificar a las mejores flores rápido. Utilizan el Sol como compás, memorizan señales en el terreno, distinguen la luz polarizada, las ondas electromagnéticas… Pero es que, si se pierden, están muertos.
«Hay una industria global que envía abejorros europeos a todo el mundo para polinizar cosechas. Se crían en Bélgica y Holanda. Es polémica»
XL. ¿No exagera?
D.G. No. Gastan mucha energía. Tienen que alimentarse todo el rato porque queman calorías a una velocidad pasmosa. Un abejorro con el estómago lleno solo tiene para 40 minutos de vuelo. ¡Y recorren hasta siete kilómetros diarios! En relación con el tamaño, es como si nosotros tuviéramos que ir a la Luna a hacer la compra. Además, tienen vidas sociales complicadas. La vida de una mariposa es más sencilla. No necesita gastar preciosos recursos en un cerebro grande.
XL. No logro imaginarme la vida social de un abejorro…
D.G. Es compleja porque viven en colonias. La reina se aparea una vez en la vida. Pero es un sexo bastante comedido en comparación con la orgía de las abejas. No me gustaría ser macho en un panal.
XL. ¿Y eso?
D.G. La reina también se aparea solo una vez, pero quizá con veinte machos. Todo en una hora. Los machos explotan, literalmente. Es un estallido autogenerado que desgarra sus órganos para transferir el esperma a la reina. Mueren todos, claro.
XL. A mí la colmena siempre me ha parecido una sociedad muy bien organizada.
D.G. Pues no es nada armoniosa. Hay mucho conflicto. Algunas obreras intentan poner sus propios huevos y, si la reina las descubre, les da una paliza. Y la venganza de estas también puede ser terrible. Algunas obreras se amotinan y asesinan a la reina.
XL. ¿Habría que erradicar a los mosquitos de la faz de la Tierra?
D.G. Es un asunto peliagudo. Puede parecer una idea atractiva. A nadie le agrada que le piquen… y menos contraer la malaria o la fiebre amarilla. Por el momento, lo único que se hace para eliminarlos es rociar amplias zonas con insecticidas. Pero el daño colateral es enorme.
XL. Hay quien propone introducir un gen que los vuelva estériles.
D.G. En zonas endémicas de malaria puedo entenderlo. Pero me preocupa. No podemos anticipar las consecuencias de eliminar a una especie del ecosistema. Sin insectos, el 80 por ciento de las especies de plantas silvestres no podrían reproducirse y se acabarían extinguiendo. Y el 75 por ciento de las cosechas los necesitan para ser rentables. Moriríamos de hambre sin insectos. Además, si alguna vez tenemos el poder de erradicar una especie, ¿dónde nos detendremos?
XL. La fábula dice que la hormiga es hacendosa y la cigarra, una holgazana. ¿Es hora de revisar el estereotipo?
D.G. [Ríe]. Pasarse horas cantando y que se te oiga a kilómetros es todo un trabajo. Pero la fábula refleja la diferencia entre insectos sociales y solitarios. Son maneras diferentes de evolucionar. Los solitarios no tienen prisa por alimentarse o buscar pareja. Ponen sus huevos donde se les ocurre y esperan a ver qué pasa. Las hormigas pueden trabajar las 24 horas. Van como motos y están muy especializadas, como las abejas.
XL. Si el ser humano mete la pata definitivamente, ¿los insectos heredarán la Tierra?
D.G. Lo que está claro es que muchos nos sobrevivirán, incluso si hay una guerra nuclear. Ya han sobrevivido a varias extinciones masivas a lo largo de la historia de este planeta.
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