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Darren McGarvey: “El pensamiento en blanco y negro es entretenido cuando estás cabreado”

Por diariodecadiz  ·  13.06.2019

-“La gente como yo no escribe libros”. Como primera línea es bastante esclarecedora: la cultura no es ese territorio abierto, inclusivo y prometedor que podríamos pensar.

-La cultura nos rodea: formamos parte de ella. Ocurre que, muy a menudo, lo cultural se nos vende como un lujo a obtener: en toda manifestación cultural hay cierta formalidad elaborada que, una vez aprendida, asegura un nivel de acceso. Estos protocolos difieren ligeramente según la clase social: lo que una persona de clase obrera puede encontrar divertido, puede resultar vulgar para alguien de clase media. Lo que la clase media puede interpretar como un gesto educado, en una clase más baja puede ser visto como un gesto de superioridad. Salir del espacio en el que te coloca tu clase social es un ejercicio intimidante y perturbador. Para algunos (entre los que me sitúo), el solo hecho de leer un libro requiere un enorme salto de fe, porque lo literario a menudo se asocia con una clase social elevada. Aún más intimidante resulta el pretender escribir un libro.

-La desigualdad -señala en ‘Safari en la pobreza’- no es algo de lo que culpar solamente a los “ricos” o a los “pobres”. Y menciona dos pecados capitales: el paternalismo y un sistema “diseñado para fallar”.

-Cuando alerto de echarle la culpa a un grupo determinado, no estoy diciendo que todo el mundo quede absuelto de responsabilidad. La polarización de la riqueza ocurre cuando sólo son unos pocos quienes la disfrutan: unos pocos que podrían aliviar el sufrimiento de millones de personas si devolvieran a la sociedad una cantidad proporcional a lo obtienen de ella. Pero lo que quiero señalar es la internalización de una narrativa conformista, según la cual los ricos se mueven por una pulsión de opresión y marginalización. Ese pensamiento en blanco y negro que puede tener gracia de tanto en tanto, cuando estás cabreado y quieres pasar a la acción. Atribuir la desigualdad social a una sola causa o actor es fácil, es gratificante, pero hay que actuar con cautela: seguro que hay mucha gente, de buena posición, que está despertando poco a poco a una realidad que muchos de nosotros ya conocemos:que la socialdemocracia no puede sostenerse a no ser que corrijamos las desigualdades sociales. La única forma de hacer esto, más allá de acciones revolucionarias o formas de gobierno más autoritarias, es a través de un proceso democrático en el que encontrar compromisos comunes.

-Con una biografía como la que describe (alcoholismo, exposición pública, superar una infancia traumática…), ¿cómo ha conseguido no convertirse en un personaje de sí mismo?

-Antes de que este libro viera la luz, ya tenía un nombre medianamente conocido en Escocia, así que estoy más habituado a estar en la esfera pública de lo que se puede suponer. Aun así, en un mal día, tras una noche en vela con los niños, con fechas de entrega por resolver y la mente espesa, el hecho de ser “famoso” supone ciertos desafíos. Por ejemplo, me doy cuenta de que gran parte de mi vida consiste en establecer o no límites con la gente. Cualquiera puede contactar contigo a través de las redes sociales y decirte o preguntarte lo que sea: saludar, o buscar consejo, o lo mismo están atravesando una crisis o necesitan ayuda urgente. Tienes que ser lo suficientemente sensato como para interactuar de una forma que, a alguien no expuesto al público, podría parecerle distante. También tiene sus ventajas: la gente me manda un montón de libros para que los lea, y gran parte de mi trabajo consiste en ir a sitios en los que nunca he estado. He de decir que el interés internacional que ha despertado esta historia me resulta sorprendente, teniendo en cuenta lo local que es Un safari en la pobreza. En fin, como todo en la vida, es cuestión de dónde te encuentres mentalmente cuando algo te ocurre: eso marca en gran medida cómo reaccionas al respecto. Pero, en general, ha sido una experiencia muy positiva tanto para mí como para mi familia.

“PARA ALGUNOS, ENTRE LOS QUE ME ENCUENTRO, EL SOLO HECHO DE LEER UN LIBRO REQUIERE UN ENORME SALTO DE FE”

-¿Ha pensado alguna vez que contar su historia personal, con una madre seriamente disfuncional, puede haber sido un precio muy alto a pagar? Incluso como “caballo de Troya”.

-Sí, de hecho, es algo que pienso a menudo. En el libro, los incidentes que describo (el de mi madre atacándome cuchillo, por ejemplo)se desarrollan dentro de un contexto en particular. El capítulo anterior a ese tiene lugar en una cárcel:quería mostrar la historia que se esconde detrás de mucha gente que termina así, dar un marco a comportamientos que asociamos con distintas carencias sociales, para humanizarlos. Yo me limito a apuntar algunos ejemplos de abuso o negligencia: hay quien los ha vivido mucho peores. Obviamente, los medios se centran en aquello que encuentran noticioso por lo que, de repente, parecía que este libro iba del trauma de mi madre persiguiéndome con un cuchillo, una especie de memorias desdichadas. Y sí, he cogido premeditadamente algunos tropos del género, con la intención, sobre todo, de cambiar de marcha abruptamente a mitad del discurso y provocar en el lector un sentido de urgencia. Cuando digo que la historia de mi madre es un “caballo de Troya” es para subrayar que ese es el tipo de historias que se espera escuchar de nosotros si queremos acceder a ciertas plataformas.

-En ‘Safari en la pobreza’, recuerda su primera visita a un terapeuta que vivía en una zona “no problemática”. Su vida ha cambiado mucho desde entonces. ¿Cómo se siente respecto a aquella vida en el barrio de su infancia, Pollock?

-Sigo viviendo en un barrio obrero, con dos casas de apuestas, dos licorerías, dos fish & chips y varias casas de comida india en un diámetro de unos 300 metros. No importa cuánto haya costado tu casa: si en tu esquina hay un Ladbrokes, vives en una zona de clase baja. Mi barrio es familiar y predecible, y eso es lo que me gusta de él. Me he podido permitir sitios de más nivel y nunca he podido sacar mucho más que un “hola” de los vecinos. No se puede decir que fueran antipáticos, pero hay comunidades que muestran más conexión social que otras.

-Menciona un fenómeno común en las zonas pobres: el consumismo.

-En zonas de estancamiento económico, la población es muy vulnerable a los caprichos del mercado. Hay sitios que ni siquiera cuentan con una sucursal bancaria. Cosas así constriñen la movilidad social: si naces en un barrio sin banco ni bibliotecas, eso ya te coloca en una situación de desventaja. Cuando hay una recesión, los negocios se reducen para absorber el impacto: muchas veces, esto termina con un “Se alquila” colgando del escaparate. Y, una vez que empiezas a ir cuesta abajo, es difícil remontar. Gran parte del empleo depende de los pequeños negocios y de la alimentación. Cuando los ingresos merman, la gente se queda en casa y deja de comprar: las tiendas cierran y el ciclo se repite. El consumismo llegó a verse como una solución para pacificar a las masas a la vez que servía para enriquecer a unos cuantos. Al menos, ahora sabemos que una de estas dos afirmaciones era cierta.

“LA SOCIALDEMOCRACIA NO PUEDE SOSTENERSE SI NO CORREGIMOS LAS DESIGUALDADES SOCIALES”

-“El ascenso de la extrema derecha no puede servirnos de excusa respecto a nuestra propia hipocresía”.

-El tiempo no le ha hecho mucha justicia a esa frase. La hipocresía campa a sus anchas por todo el espectro político. Incluso desde posturas de centro, se pueden condenar públicamente el populismo, la xenofobia y demás, pero no se aplicarán las políticas necesarias para llegar al origen de todo ello. El siglo XX nos ha enseñado que las democracias se vuelven vulnerables al fascismo cuando la desigualdad social aumenta. No se puede condenar a la extrema derecha mientras sellas el status-quo económico que la alimenta. Necesitamos programas radicales, capaces de gestionar más de un problema al mismo tiempo: una sanidad y una educación integrados en la seguridad social; enseñar a los jóvenes infractores a construir viviendas sociales en las que asentarse una vez cumplidas sus condenas, solucionando un montón de problemas por el camino. Pero ideas como esta, y muchas más, no llaman la atencíón de las políticas de centro porque se asume que implican subir los impuestos.

-¿Y la izquierda?

-Para la izquierda radical parece que no exista la responsabilidad individual: no se acepta la premisa de que lo que hagas pueda tener algún tipo de impacto en tus ingresos; la acción individual, vienen a decir, no mitiga las condiciones estructurales:en cierto modo, es una forma de pedir disculpas por el sistema capitalista. Aquellos que nos consideramos de izquierdas no hacemos más que repetir a todo el mundo que tienen una responsabilidad con lo que piensan, con lo que dicen, con lo que hacen. La izquierda dice que tenemos que ser conscientes de nuestros privilegios, nos reta a verlo todo bajo nuestro prisma, nuestro sentido del humor, nos dice lo que nos gusta comer o incluso dicta nuestras preferencias sexuales: tendemos a verlo todo a través de unas lentes sistémicas. Si eso no es llamar a una responsabilidad personal, entonces no sé qué es. Aun así, si te atreves a sugerir, por ejemplo, que un adicto a la heroína podría, de alguna forma, ser capaz de superar su adicción sin que esto implicara a la fuerza una intervención estatal, muchos. desde la izquierda podrían sentirse incómodos. Y mi propia cuota de hipocresía, que también la tengo: he conseguido ganarme la vida gracias a criticar a la gente que ha conseguido ganarse la vida a costa de la pobreza.

-Ha sido (aún es, supongo) defensor de la independencia de Escocia. ¿De qué forma ha cambiado el Brexit este escenario?

-Si algo viene a señalarlos el Brexit es el déficit democrático del Reino Unido. La mayor parte de los escoceses quieren seguir en la UE, pero los votantes ingleses han decidido que vayamos en dirección contraria. No obstante, tan potente como ha sido siempre la causa democrática por la independencia de Escocia, el proceso del Brexit ilustra claramente las turbulencias, el amplio alcance que puede tener cualquier cambio constitucional. En tales circunstancias, las naciones-estado siempre juegan sucio, independientemente de lo que se diga de cara al público. Me preocupa cómo podría irle a Escocia en unas negociaciones con una Inglaterra todavía lamiéndose las heridas de una ruptura humillante con la UE. Imagino que cualquier primer ministro británico emplearía esta circunstancia para legitimar una posición más dura, más inflexible, a modo de compensación. Nada nuevo.

“SI LAS BIBLIOTECAS PÚBLICAS ESTUVIERAN DISEÑADAS PARA EL SIGLO XXI, ESTARÍAN LLENAS”

-También es una gran defensor de las bibliotecas públicas: en los últimos años, Reino Unido ha visto el cierre de muchas, aun contra el sentir popular.

-Las bibliotecas son un motor de movilidad social: todo aquel que entra en una, tiene una aspiración. Hoy día, nos suenan a una cosa anticuada: no resultan tan atractivas como un café, por ejemplo. Ocurre que estamos aplicando a los barrios criterios empresariales: una menor asistencia se computa simplemente como un fallo, y el servicio se reduce en nombre de la eficacia cuando, realmente, si diseñáramos unas bibliotecas públicas para el siglo XXI, estarían llenas.

-Advierte contra los peligros de las políticas identitarias. Algo que puede ser arriesgado en un código de 280 caracteres.

-En los últimos tiempos, desde la publicación del libro, creo que la izquierda está tratando de aclararse respecto a qué tipo de políticas de identidad le son útiles y en qué contextos. También, respecto a lo que dices: me preocupa el rol que pueden llegar a jugar las redes sociales, que tienen muchos beneficios, en el activismo. Por ejemplo, podemos dejarnos arrastrar a linchamientos virtuales o meternos en polémicas sin la más mínima verificación. O emplear ciertos temas como cortinas de humo para atacar a gente con la que estamos resentidos o que, simplemente, no nos gusta. Yo he caído en todo esto, y también he estado en el otro lado: también me han dado. Nos damos mucha prisa cuando se trata de condenar a alguien

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