‘Hombres fósiles’ es la fascinante crónica de un científico, Tim White, que encontró en Etiopía un homínido de 4,4 millones de años en la hostilidad de la guerra, la guerrilla y las temperaturas extremas.
La Humanidad tiene razones para agradecer a Tim White sus impresionantes hallazgos antropológicos, igual que Tim White tiene motivos para agradecer a Kermit Pattison su papel de cronista y rapsoda. Una gran historia necesita un gran narrador. Por eso resulta fascinante la lectura de Hombres fósiles, en su dimensión aventurera y en sus connotaciones científicas.
El ensayo que ha publicado en España Capitan Swing tanto indaga en el descubrimiento revolucionario de Ardi -un homínido de 4,4 millones de años- como en las circunstancias extremas en que fue capaz de encontrarlo Tim White mientras trabajaba en el yacimiento etíope de Afar.
Y el problema no era solo sobrevivir al calor extremo (60 grados), al rugido de los leones, el acecho de las hienas o a la mordedura de las serpientes, sino sobreponerse a la guerra, a la guerrilla, al terrorismo, al bandolerismo, al expolio de las tribus nómadas, a la curiosidad de la prensa. Y conseguir mantener en secreto durante 15 años los misterios del “primer hombre”.
Es una manera cualquiera y prosaica de aludir a nuestro antecedente primigenio. Pensábamos que se trataba de Lucy, hallada también en Etiopía (1974) gracias al equipo del profesor Donald Johanson, pero Ardi -diminutivo del Ardipithecus ramidus- resultaba un millón de años más anciano y cuestionaba, 20 años después, las “certezas” de la antropología.
La más inquietante aludía a la condición híbrida de la criatura. Un bípedo cuyos pulgares oponibles en los pulgares le permitían trepar como un simio. Los colmillos tenían forma humana. Y la pelvis combinaba los rasgos de los simios trepadores y las características de los homínidos erguidos.
La versatilidad del sujeto y la complejidad del hallazgo requerían la construcción de una burbuja de aislamiento. White y sus colaboradores se concedieron quince años de estudio y de misterio antes de publicar las conclusiones. Y de ordenar un puzle de 125 piezas cuyo aspecto definitivo -1,2 metros de altura, un cerebro similar al tamaño de un pomelo- suponía una revolución de la ciencia, de la filosofía y de la propia Humanidad.
“Su esqueleto cuestionó las creencias fundamentales sobre cómo nos convertimos en humanos, cómo nuestros antepasados se escindieron de los otros simios, cómo llegamos a caminar erguidos y cómo evolucionaron nuestras manos hábiles, así como si fueron realmente las sabanas el crisol de la humanidad”, explica Pattinson. “Y lo que es más importante, demostró que el aspecto de estos primeros ancestros humanos era de manera sorpresiva muy diferente al de los chimpancés modernos”.
El desconcierto de la comunidad científica y los recelos a la personalidad extravagante de White redundaron en la repercusión del hallazgo. ¿Podía considerarse a Ardi el eslabón perdido? ¿O se asemejaba el “homínido” a un chimpancé mucho más de lo que admitía el paleoantropólogo californiano?
Kermit Pattison toma partido por la causa de White desde el entusiasmo, la lucidez narrativa y la identificación con el personaje. Ha necesitado diez años para concebir el ensayo. Y ha recorrido la ejecutoria del científico estadounidense tanto en el más peligroso de los escenarios como en el más silencioso de los laboratorios, aunque reviste especial interés el impacto del primer encuentro. “Tenía una mente enciclopédica, era sarcástico y escandalosamente poco diplomático: tachó a un colega de idiota, a otro de carroñero y a otro de payaso, y a muchos más los redujo a la categoría de cabronazos. Daba la impresión de que White necesitaba estar en permanente lucha contra alguien: científicos famosos, críticos académicos, administradores de la universidad, funcionarios de antigüedades etíopes, directores de revista, incompetentes de todo tipo”.
El profesor se ha instalado a vivir en Burgos a sus 74 años. Coopera allí con los científicos del yacimiento de Atapuerca, intercambia información, se nutre de la sima de los huesos. Y se concede un periodo de tranquilidad a los extremos de una aventura entre la vida y la muerte, entre el hombre y la nada, cuyos detalles más novelescos excitan la mejor prosa de Pattison: “Partió en diciembre de 1991 con otros pocos para hacer el trabajo de campo, fueron en un convoy de camiones escoltado por vehículo militares y pick-ups equipadas con ametralladoras y entraron en territorio tribal con cinco soldados del Frente Democrático Revolucionario del pueblo etíope”.
Tim White es consciente de la relevancia de su hallazgo, pero también de la precariedad de las certezas científicas. Sabemos que no sabemos nada. Y que los dogmas solo operan en la religión. Que Ardi pusiera en discusión el matriarcado de Lucy, significa que el más remoto de los yacimientos puede alojar en sus entrañas al bisabuelo del Ardipithecus ramidus.
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