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Cuando hacer ‘scroll’ en Instagram es el reflejo de una generación quemada por el trabajo

Por Público  ·  06.01.2022

Cada vez hay más autores que ponen el foco en la vivencia de la generación millennial, que se ha hecho mayor y ahora ya ha tenido tiempo de progresar en su carrera laboral e incluso de formar una familia. Esto, si ha querido y ha podido en medio de la precariedad que define sus vidas. Esta generación, que tiene ahora entre 25 y 40 años (su clasificación es inexacta, pero abarca, aproximadamente, desde los nacidos a inicios de los 80 hasta mediados de los 90), ha surfeado en medio de dos crisis, la del 2008 y la del Covid, y esto ha marcado profundamente su experiencia laboral.”Durante el máster aprendí a trabajar como una millennial, es decir, sin parar”, afirma la escritora

La escritora y periodista Anne Helen Petersen (Estados Unidos, 1982) ha plasmado su investigación al respecto en el ensayo No puedo más (Capitán Swing, 2021), que aborda cómo los millennials se han convertido en lo que llama la “generación quemada”. Una generación “agotada” por la precariedad laboral y la inseguridad vital que comporta.

En una conversación por Zoom, la escritora e investigadora sobre cultura de internet y política profundiza en las ideas que dieron forma a un artículo viral en BuzzFeed, que después se convirtió en este libro. “Durante el máster aprendí a trabajar como una millennial, es decir, sin parar” es una de ellas, que desafía la concepción de que los jóvenes de esta generación son perezosos o incapaces de resolver sus problemas, como plantean los conceptos de nini, popularizado durante la crisis de 2008, o generación de cristal.

Petersen apunta que los millennials no son tan distintos a la generación de sus padres -los boomers en el mundo anglosajón-, pero existe un “antagonismo particular” porque sufren los efectos de sus decisiones tanto políticas como de crianza. “Nos dicen que somos frágiles, débiles o malcriados, pero también se dan cuenta de que son algunas de sus decisiones las que han hecho que seamos tal y como somos; son responsables, nos han criado ellos”.Se centra en el agotamiento provocado por trabajos precarios y que exigen una dedicación constante

El ensayo, más allá de la cuestión generacional, se centra en el agotamiento provocado por trabajos mal pagados, abusivos, temporales, por los que los jóvenes, a veces, están sobrecalificados, sin derecho a vacaciones… O que, simplemente, exigen una dedicación constante, en parte, debido a la propia concepción que tienen del trabajo: “Tenemos internalizado que debemos trabajar sin parar porque es nuestra única vía para conseguir estabilidad y tener éxito”, remarca.

La propia Petersen ha sufrido el efecto burn-out, aunque le costó darse cuenta. No lo hizo hasta que se puso a escribir el artículo que más tarde dio forma al libro. Empezó tomando conciencia de que sufría lo que ha bautizado como “la parálisis de los recados”, es decir, no poder realizar pequeñas tareas del día a día más allá del trabajo, como llevar unos zapatos a reparar o enviar una caja por correo postal . “Me di cuenta entonces de que estaba sufriendo burn-out, pero yo pensaba que sólo los médicos o los reporteros de guerra lo tenían”, explica.

La incapacidad para llevar a cabo estas pequeñas tareas, lejos de ser una anécdota, es algo con lo que se puede sentir identificada buena parte de una generación, y no sólo en Estados Unidos, sino en el conjunto del Norte global. Una autoconcepción del trabajo particularmente estricta y exigente que conduce a dedicarle el máximo de horas y energías y ponerlo por delante de todo; no sólo de los recados, sino también del ocio y las relaciones sociales.

Mejora constante del CV, incluso en el tiempo libre

Petersen defiende que, incluso en el tiempo libre, los millennials se dedican a “optimizar” los conocimientos para ser “trabajadores más productivos”. “Mi abuelo leía, pero leía libros que no le hacían necesariamente ser un mejor contable”, apunta. Ahora, por el contrario, incluso la lectura se ha convertido en una forma de mejorar constantemente el CV.

La progresiva mejora de la formación, con cada vez más población universitaria, no ha conducido a la seguridad material que figuraba en el imaginario colectivo una vez pasado por la facultad: más educación ya no se corresponde con mayor estabilidad laboral, o una progresión social. Petersen expone que es complicado establecer por qué se ha roto esta relación, pero señala que cuando menos gente iba a la universidad existía la percepción compartida de que se convertía en un ascensor social. “A medida que más gente acudió, ya no era tan raro, y el listón fue subiendo”.

Entrar en el mercado laboral en la crisis ha dado forma a la concepción del trabajo de los millennials

Para trabajos por los que antes pedían una carrera, ahora piden un máster. Así, progresivamente, los millennials se han convertido en una generación sobrecalificada. “Cuando tienes la idea de que estudiando tendrás esa seguridad y luego no es así, es como darte cuenta de que Papá Noel no existe”, dice.

Paralelamente a ello, en el mercado laboral se ha producido una precarización que afecta de manera especial a los últimos que han entrado. Los millennials, educados en una cultura del trabajo concreta y marcados especialmente por la experiencia de la crisis de 2008, han cogido lo que han encontrado aunque no sea digno. 

Prácticas no remuneradas, becas de doctorado mileuristas, contratos temporales o a tiempo parcial son algunas de sus expresiones. “Los millennials están particularmente inclinados a trabajar de forma no remunerada para quizás obtener un trabajo potencial después”. Pero, ¿por qué lo aceptan? “La particular precariedad de entrar en el mercado laboral durante o justo después de una recesión global realmente cambia cómo piensas sobre el trabajo y tus oportunidades”, apunta Petersen.

Pensar que somos afortunados si tenemos un trabajo, el que sea y en las condiciones que sea, ha conducido a esa aceptación. “También existe el miedo general de que todo podría deshacerse en cualquier momento“, una sensación que se ha profundizado con la pandemia. No es una vivencia única de los millennials, ya que otras generaciones tienen “traumas similares”, dependiendo de la época, ya fuera por una guerra o por otros motivos, aclara la periodista.

Las redes sociales y el deterioro de la salud mental

Las redes sociales tienen un efecto magnificador de esta inestabilidad vital, en el sentido de que nos hacen ver “que todo el mundo tiene la vida más equilibrada” que la propia cuando eso no es real. Además, su componente adictivo hace que volvamos y volvamos a ellas cuando tenemos un momento de pausa y nos quita tiempo para hacer lo que realmente queremos hacer, como leer un libro o hacer deporte. “Es más fácil hacer scroll en Instagram”.

Todas estas carencias acaban cristalizando, a la fuerza, en un deterioro de la salud mental, que se pone cada vez más sobre la mesa en el caso de los jóvenes, especialmente. “Todo el mundo va a terapia, todo el mundo necesita ayuda”, dice Petersen. Durante la pandemia, un 30,3% de jóvenes de entre 18 y 24 años en España han tenido ansiedad, el doble que el conjunto de la población (15,8%), según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Por otro lado, un 16,6% de jóvenes hasta 34 años han sufrido depresión, superando la franja de más de 50 años, los más afectados habitualmente, según un estudio del Hospital Sant Joan de Déu.

La pandemia ha profundizado en un malestar que en otras épocas ya existía pero que, según Petersen, se tendía a “ignorar” o se canalizaba a través de otras herramientas, como la religión. Ahora, sin embargo, la terapia ayuda a “identificar las cuestiones estructurales” que nos lo provocan. “Eso hace más fácil comprenderlo y gestionarlo, por eso yo animaría a todo el mundo a ir a terapia. Pero al mismo tiempo me siento triste de que tanta gente la necesite para afrontar el trabajo”, apunta.

En los últimos años ha habido un crecimiento del malestar debido a la precariedad, pero los millennialshan sabido identificar como causa de ello al capitalismo, y lo han demostrado a base de contenido en forma de memes que se han viralizado en las redes. “La gente dice: ¿por qué me siento fatal hoy? Es por el capitalismo”, ejemplifica Petersen.

Y es que los millennials han entendido que “la explotación del capitalismo toma muchas formas” y se manifiesta en el burn-out, pero también dando la espalda a la emergencia climática y en la gestión de la pandemia. “Todo se relaciona con la economía”, siendo especialmente nocivo el capitalismo “de crecimiento rápido”, sostiene.

Ampliar las redes de seguridad y regular el capitalismo

A nivel individual, debemos “desaprender” la idea de que “más trabajo siempre es mejor”

Ante este panorama, ¿hay alguna solución? Petersen asegura que tiene días optimistas y otros en los que no lo es tanto. “Las soluciones son tanto personales como colectivas”, eso sí, y pasan por construir “redes de seguridad” que nos puedan sostener. Desde la garantía de asistencia sanitaria universal -inexistente en Estados Unidos- hasta tener tiempo para cultivar las relaciones con los amigos y la familia.

En cada país hay una situación dispar, pero la autora asegura que las mejoras pasan, en cualquier caso, por “regular el capitalismo” y conseguir cambios políticos para “crear mayor seguridad”. Ejemplos prácticos serían la regulación de los alquileres o la reducción de la jornada laboral.

“Creo que el status quo es muy terco, muy difícil de cambiar, especialmente en EEUU. Tengo más esperanza para otros países, donde existe la voluntad de considerar diferentes maneras de pensar“, afirma. El mayor obstáculo para conseguirlo es, sin embargo, las generaciones mayores que están en el poder y que no empatizan con los problemas de los millennials.

Ahora bien, que ellos mismos lleguen al poder tampoco garantiza que la situación cambie. “Ya hay millennials con poder, y al final depende de cómo sean, de si han sufrido alguna vez la precariedad o no”. Sentir empatía será un factor importante para hacer políticas que contribuyan realmente a construir vidas más estables. “Esta es mi esperanza”, dice Petersen, que vive en un país cuyo presidente tiene 79 años y donde se gobierna de espaldas a cuestiones que preocupan a las generaciones más jóvenes, como la emergencia climática y el feminismo.

Más allá de esto y a nivel individual, Petersen cree que debemos “desaprender” la idea de que “más trabajo siempre es mejor”. “Bajo nuestro concepto de capitalismo, creo que es muy difícil pensar que menos trabajo puede significar mejor trabajo”, concluye.

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