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Cory Doctorow: «Trump es racista y mentiroso, pero dijo una verdad: América no es genial»

Por La Voz de Galicia  ·  20.09.2022

«Radicalizado» resume en cuatro distopías el presente de las sociedades occidentales y cómo la tecnología las atraviesa: «No es una multa tan grande como debería haber sido y no deshace el daño que se ha hecho», dice sobre la sanción europea a Google

«La ciencia ficción es sobre el presente». Al otro lado del océano Cory Doctorow (Toronto, 1971) es capaz de poner palabras a la sensación indescriptible (¿incomodidad? ¿perturbación?) que van arrastrando las páginas de Radicalizado (Capitán Swing), cuatro distopías que bien podrían ser el futuro cercano de las sociedades occidentales. O quizá la realidad haya superado a la ficción. «Intento no verme a mí mismo como alguien que hace predicciones, porque los que dicen que pueden predecir el futuro se mienten a sí mismos y a los otros».

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 Es imposible saber qué va a ocurrir porque el mañana, en realidad, es maleable. Se construye con una materia prima volátil: las acciones humanas. Por eso, es interesante que la ficción sirva para hacer parábolas sobre el presente. Radicalizado es justo eso: un espejo de feria en el que la sociedad occidental, deformada, no se ve, pero se reconoce.

 «Me siento un artista y el trabajo de los artistas es hacer buen arte. Pero también soy un activista». Un activista en lugares difíciles, separados en el espacio y en el tiempo. «Hace 20 años, cuando decíamos que el acceso a Internet era un derecho humano, nos ridiculizaban. Decían, ¿cómo va a ser un derecho humano si solo entran los frikis a hablar de El señor de los anillos?». Dos decenios después, la humanidad no se entiende sin Internet. Y Radicalizado demuestra de qué manera —o de qué maneras— la tecnología moldea a la humanidad.

 Los electrodomésticos del piso de protección oficial de Salima solo permiten usar una vajilla determinada y cocinar alimentos concretos, más caros. Esa parábola sobre los refugiados y el sistema que los mantiene en los márgenes a la vez que los necesita para seguir reproduciéndose es una forma menos tediosa de explicar cómo en un mundo dependiente de la tecnología, las grandes corporaciones son capaces de organizarse para influir en políticas, cómo se han generado monopolios.

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«Las compañías quieren hacer cosas ilegales porque les da igual cuanto les cuesta, porque le sale más rentable hacerlo, pagar la multa les da igual». Cory Doctorow es implacable con la sanción antimonopolio a Google por parte de la UE. Aun siendo la mayor multa de la historia, «no es una multa tan grande como debería haber sido y no deshace el daño que se ha hecho», esa zona de muerte creada a base de fusiones empresariales que crean gigantes de tal magnitud que es imposible competir. Como es imposible para Salima comer nada que no sea autorizado previamente por quien ha fabricado sus electrodomésticos, que no puede cambiar porque sus caseros se los imponen por contrato.

Un foro de Internet se convierte en un vertedero de rabia incontrolada para familiares de enfermos de cáncer cuyos seguros los mandan a morir por no pagar tratamientos experimentales. Y el espejo de feria golpea con una imagen: la radicalización no es solo terrorismo islámico. ¿Es ideología? ¿Son condiciones materiales? «Me preguntaba lo mismo después de la elección de Trump. Mucha gente dijo que muchas empresas tecnológicas habían inventado el control mental. Pero cualquiera que dice que tiene el control mental o que predice el futuro es que es un inconsciente o un fraude».

Los disturbios, la radicalización, son una intersección. Una idea que se planta y echa raíces en las circunstancias materiales. «¿Por qué hay tantos racistas en Estados Unidos? No creo que el racismo sea la identidad pura de estas personas, su rasgo determinante». Simplemente, en un contexto de declive de los factores materiales —desahucios, consumo de psicofármacos, falta de oportunidades laborales, poca calidad de vida— y con el partido demócrata «diciendo que todo estaba bien», la población se agarró a Trump. «Trump era un racista y mentiroso, pero dijo una verdad: América no es genial, no es great. Había que solucionarlo».

 Claro que Trump estaba encantando de que el sistema estuviese roto. «Las condiciones materiales que hacen que estés asustado, que tengas el corazón roto, generan este tipo de líderes». Como un foro sobre aseguradoras inhumanas puede generar una ola de atentados. Y cómo alguien que condena la violencia puede llegar a sentirse parte de una comunidad que ha optado por esa misma vía. «Lo que crea estos candidatos es que para ellos es importante lo que es importante para ti también. Están cercanos al pueblo».

«Ganar al fascismo fue uno de los trabajos colectivos más grandes de la historia»

Un superhéroe decide acabar con la corrupción policial y su labor se vuelve en contra de las víctimas de esa corrupción. Radicalizado también habla del individuo frente a la comunidad. De cómo Superman viene a ser un hombre blanco que reacciona, un superhombre que evita tener que hacer un trabajo comunitario, duro y tedioso. «Dejamos todas nuestras esperanzas en un superhombre», explica Cory Doctorow.

Se ha visto también en la pandemia: «la gente pudiente buscaba una salida, no solidaridad». De eso trata el último relato de su libro. «Hay mucha ciencia ficción basada en esto, ¿no? El Apocalipsis es cultura pop». Y así, en Estados Unidos están «comprometidos con esa fantasía de que cuando llegue el colapso los vecinos serán el problema, no la solución». Y ese «enfoque individualista hacia la catástrofe es una bancarrota». Es el fracaso de la ideología del egoísmo: no se puede separar al individuo de la comunidad. Solo hay que pensar en el uso de mascarillas: ponérsela o no ponérsela es una decisión de cada persona. Pero esa decisión siempre va a afectar al resto. «La solución no puede ser pelearse con nuestros vecinos en un momento de crisis», dice el autor de ciencia ficción. «Tu vecino tiene que ser tu aliado, es una salvación».

De hecho, «ganar al fascismo fue uno de los trabajos colectivos más grandes de la historia. No hay nada que se le pueda comparar». ¿Es que Radicalizado también bebe de la banalidad del mal? «Si vamos a traer a Hannah Arendt al siglo XXI habría que preguntarse cómo entendemos las cosas crueles que hace la gente. Y qué haríamos con estas personas, qué haríamos con estos hechos. No tenemos ni idea todavía». ¿Qué se hace con quienes pierden las revoluciones?

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