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Cory Doctorow, ciencia ficción para narrarla cara B del ‘sueño americano’

Por La Lectura (El Mundo)  ·  21.11.2022

Estos cuatro relatos de Cory Doctorow exploran con oficio y un meritorio toque paródico los principales males contemporáneos, que a estas alturas ni nos sorprenden ni nos conmueven

Cory Doctorow (Toronto, 1971) es un escritor de género, aunque no está tan claro a qué género se adscribe ni qué supone ser un escritor de género. Quizás nos ayude a aclararnos traer al papel el argumento de las cuatro historias (más nouvelles que cuentos) que reúne Radicalizado.

Radicalizado

Cory Doctorow

Traducción de Miguel Temprano García. Capitán Swing. 272 páginas. 20 € Ebook: 9,99 €
Puedes comprarlo aquí.

En Pan no autorizadoexplora los horrores de la inmigración y su encaje en grandes metrópolis abiertamente racistas, combinado con una pesadilla de edificios inteligentes, ejem. Una minoría modélica se vale de los superhéroes para denunciar el racismo y los abusos de los cuerpos de seguridad estadounidenses.

Radicalizado se sumerge en el horror de los seguros médicos y el desierto de la sanidad pública, planteando la batalla en los sótanos más oscuros de la RedLa máscara de la muerte roja remite a libros anteriores del autor y, según señala la contraportada, “aborda la supervivencia del individuo frente a la comunidad”.

UN PROFESIONAL CON BARNIZ FANTÁSTICO

Muy bien, ahora que ya sabemos, aunque sea de manera somera, de qué va el asunto, regresemos a las preguntas anteriores. ¿En qué consiste ser un escritor de género? En el caso de Doctorow se admite una interpretación “a la baja”. Los pequeños resúmenes ofrecen el meollo del asunto de una manera que “Ahab persigue a una ballena blanca” nunca podría soñar o “El señor Bloom sale de casa y pasea un día por Dublín”, apenas araña la superficie del asunto. Los relatos de género (al menos los de Doctorow) no tienen misterio, pliegues ni matices. Si empleásemos el espacio de la reseña para “contar el argumento” el lector podría eximirse de la lectura con la conciencia tranquila.

El “ser de género” como categoría peyorativa no estaría tanto en el contenido como en la manera de exponerlo, donde la peripecia (y su claridad) se anteponen al resto de recursos de la prosa literaria. La sensación de usar un Ferrari para disfrutar del aire acondicionado. Ni que decir tiene que un porcentaje altísimo de novelas literarias, que no recurren a la fantasía ni a la ciencia ficción, admitirían la etiqueta “de género”.

Dicho esto conviene señalar que Doctorow es un profesional. Se centra en la peripecia (con un leve barniz fantástico), pero la peripecia está bien contada: plantea situaciones de tensión, las sabe conducir y extrae sus puntas de pavor. Aunque el mejor relato (terrorífico en su espanto cotidiano) sea Radicalizado, mi favorito es el relato sobre Superman, un juego paródico donde se aborda el problema de los abusos policiales y el racismo. (Un día deberíamos prestar atención a cómo el género de superhéroes va introduciéndose en la novela y el relato, un medio que parece refractario a su espectacularidad visual. Contamos con los refrescantes fracasos de Aira, las divertidas incursiones de Laura Fernández, y con una joya todavía algo secreta: El mundo necesita a Delirium, de Rosa Gil).

UNA HISTORIA RESABIDA

La parodia funciona muy bien y la denuncia es clara, contundente y está bien articulada. Pero el relato también es un buen ejemplo de las limitaciones de partida de la ambición de Doctorow, una mecha corta y sin demasiado vuelo. Imposible no estar de acuerdo con lo que denuncia, imposible no reconocerle la habilidad para vehicular los reproches sociales en una narración atractiva…

Pero la lisura de los personajes, la falta de contrastes, la ausencia de ideas atractivas y de cualquier otro enigma que no sea la resolución de la trama le dejan al lector (bueno, a mí) la sensación de escuchar el recitado de una historia resabida. La experiencia de lectura se parece a recordar un poema que de niños nos enseñaron de memoria: todo está en su sitio, las palabras acuden en el orden acordado, estamos de acuerdo con «el mensaje» que nos transmiten… y, seamos sinceros, nos da un poco igual.

Ninguno de los cuatro relatos nos descubren nada ni nos inquietan con buenas o malas noticias inesperadas sobre nosotros mismos. El horror se extrae de subrayar (con el fluorescente de una ciencia ficción atenuada) que vivimos en un mundo que puede ser horripilante si eres negro, inmigrante o si enfermas. Doctorow renuncia al tablero de la literatura política (no ofrece soluciones, no analiza las causas), pero debemos reconocer y aplaudir su decidida voluntad de confrontarse con los aspectos pesadillescos del sueño americano, aunque las series y las películas los hayan vuelto tan familiares.

Hacia el internet del futuro

“Para unos internet es un sistema de vídeo bajo demanda. Para otros, una plataforma de juegos, un servicio de pornografía, o un cenáculo de conspiranoias… Todo es verdad, porque internet es el sistema nervioso del siglo XXI”, explica Doctorow, en cuyo libro opresión y tecnología caminan de la mano. “Pero eso no significa que no podamos regularlo, sino que cuando lo regulamos debemos atender a las consecuencias. Es algo muy complejo, pero necesario”.

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