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Cory Doctorow: “Acabar con el fascismo es el proyecto colectivo más antiguo de la especie humana”

Por Público  ·  03.10.2022

Periodista y activista tecnológico, Cory Doctorow (Toronto, 1971) habla deprisa y con un deje de ironía. A través de una videollamada, desde Nueva York admite que escribir le ayuda a calmar la ansiedad, una ansiedad que se le disparó durante el mandato de Donald Trump. Dice que la ficción le permite imaginarse y desarrollar otros sistemas sociales posibles. Y mal no lo hace, si la gran Margaret Atwood elogia su obra. Ahora, Capitán Swing acaba de publicar Radicalizado, un libro que reúne cuatro relatos distópicos habitados por un grupo de supervivientes que despiertan muchas reflexiones. Doctorow está convencido de que otro mundo es posible, pero no es un ingenuo, y sabe que los grandes cambios sólo llegan si les empuja una solidaridad colectiva.

¡Caramba qué pandilla de supervivientes ha creado con los personajes del libro! ¿Este hecho corresponde a su forma de ver el mundo?

Supongo que mi forma de ver el mundo no tiene que ver con el pesimismo o el optimismo sino con la esperanza, porque el pesimismo es no tener fe en lo que haces porque todo irá peor, y el optimismo se basa en que no importa lo que hagas porque todo irá a mejor. Y yo en aquello que creo es en la organización humana para cambiar el mundo. Por eso creo que no importa lo mal que estén las cosas, si tú puedes cambiar algo, por pequeño que sea, serás capaz de encontrar la manera de dar pasos para mejorar. Supongo que es la mentalidad de un superviviente, que pese a las circunstancias intentas avanzar porque debes sobrevivir.

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En cierto modo, los relatos de ‘Radicalizado’ son como una suerte de alarma que nos advierte de los peligros de depender superlativamente de la tecnología.

No es tanto una alarma de cómo dependemos de la tecnología, porque si tú miras bien, dependemos de la tecnología desde los inicios de nuestra cultura, pero lo que sí intento en estos relatos es plantear temas éticos y hacer reflexionar sobre cómo utilizamos la tecnología.

Al fin y al cabo, quién tiene el control es un tema fundamental, ¿verdad?

Totalmente. Como activista ambientalista he escrito muchos artículos sobre la emergencia climática y sobre la energía nuclear… y he acabado asumiendo el poder que tienen los monopolios corporativos y cómo escapan de las regulaciones. Por ejemplo, Tepco, la empresa responsable de lo ocurrido en Fukushima, es una mafia que escapa de todo. Con ese accidente podíamos haber perdido Japón para siempre…

El individualismo y las desigualdades sociales también es un tema presente en sus relatos.

La revolución neoliberal creció en la idea de que nosotros somos individuos. Margaret Thatcher dijo: “There’s no such thing as society”, y el problema con esto de sólo basarse en el individuo es que cuando el sistema falla no tienes bastante con soluciones individuales, si el sistema falla necesitas soluciones sistémicas no individuales.

Sí, la teoría la conocemos, pero las cosas no están cambiando.

Ya… Si te paras a pensar que el mundo está ardiendo y lo único que haces es reciclar, pues lo siento, pero no tienes ninguna esperanza. Por eso creo en soluciones sistémicas para cambiar el sistema y no soluciones individuales, y esto es lo que ocurre en las historias de Radicalizado. Por ejemplo tomamos el relato del Superman, ¿sabes que el personaje se lo inventaron dos activistas de izquierdas y que las primeras aventuras iban de luchar contra las tiranías y las desigualdades sociales? De hecho, acabar con el fascismo es el proyecto colectivo más antiguo de la especie humana.

Precisamente en Europa la sombra del fascismo se esparce…

Sí, estoy al corriente y da miedo, pero el fascismo no se puede vencer con una resistencia individual, no te puedes enfrentar por tu cuenta porque si lo intentas, pierdes, y entonces es una victoria para el fascismo. El fascismo merece una reacción colectiva. Y esto lo demuestro en el libro con la historia de Salima, con una respuesta colectiva se pueden cambiar cosas.

¿Desde cuándo combina dedicarse al activismo tecnológico y ambiental con la escritura de ficción?

Desde el principio empecé a escribir cuando tenía 7 años, y trabajo mucho. Empecé a publicar novelas cuando estaba creando mi compañía de software, y también escribía cuando era el director europeo de Electronic Frontier Foundation, entonces viajaba 27 días al mes… en aquella época no tenía ni conectada la nevera de casa por no gastar en vano. Tengo que escribir todos los días, hay días que escribo bien y otros que no sale nada, pero tengo que hacerlo. Hacerlo me ayuda y calma la ansiedad.

¿De qué tipo de casos se ocupan en el Electronic Frontier Foundation?

De casos que tienen que ver con los derechos humanos relacionados con la tecnología, casos sobre todo que dejen un precedente para ayudar a mucha gente. Un ejemplo de los primeros que llevamos es de los años 90 cuando el gobierno de Estados Unidos no permitía a los civiles acceder a la criptografía, la consideraban una especie de munición, y decían que los individuos no podían tener códigos que les permitiera comunicarse secretamente, iba contra la ley. Y nosotros representamos a Daniel Bernstein, entonces un joven científico que hoy es un eminente criptógrafo de la Universidad de Berkeley, y que entonces publicaba fuentes de código para encriptar en internet. Nosotros en el juicio argumentamos que cuando la primera enmienda se refiere al derecho de libre publicación también es extensible a los códigos, y que los códigos son un formato más de la libre expresión. Y entonces la criptografía se legalizó. Lo que nos importa es llegar a cambiar leyes, y seguir luchando, a veces lo conseguimos ya veces debemos dejarlo correr.

¿Cree que la libertad de expresión está más amenazada ahora que hace 10 o 15 años?

Sí, totalmente. Por un lado, creo que hay más tolerancia sobre la idea de que hay puntos de vista demasiado peligrosos para permitirlos y por el otro, hay circunstancias materiales que han cambiado la forma en que la gente percibe la libertad de expresión. Creo que hay una extraña contradicción, ni a la derecha ni a la izquierda le gusta cómo la tecnología modera la libertad de expresión. 

¿Qué responsabilidad tienen empresas como Facebook o Google en este asunto de la libertad de expresión?

Mark Zuckerberg cierra cosas que no debería cerrar y viceversa, toma decisiones por millones de personas y muchas veces no son buenas decisiones. Por un lado, hay gente que piensa que tiene demasiado poder, y otros dicen que como tiene tanto poder es necesario que lo utilice con responsabilidad. Creo que el problema no es que Mark Zuckerberg sea un emperador no electo de las redes sociales que controla las vidas de millones de personas; el tema es que usar portales de mensajería, DNS, hostings, redes sociales… todo esto crea una estructura social débil y todo el mundo puede abusar de ellos fácilmente. Te daré un ejemplo, en 1998 Bill Clinton firmó una ley llamada Digital Millenium Copy Right Act que tiene una sección que dice que si alguien viola tu copyright no hace falta que vayas a juicio, envías una carta a la web y sacarán el contenido. Esto significa que se abusa con facilidad porque las penas en caso de no retirar el material no son graves.

En España hay una empresa llamada Eliminalia que representa a dictadores, asesinos, violadores, torturadores, y se dedica a borrar la mierda que aparece de esa gente en la red. Lo que hace Eliminalia es borrar artículos de prensa posicionándolos muy abajo y así son capaces de limpiar la reputación de sus clientes. El 90% de estas cosas salen en Google, y ya sabemos que el índice de Google es muy importante, porque si no aparece no existe. Y existe un peligro de permitir la formación de monopolios como Google y el entusiasmo de convertir estos monopolios en los policías de la información. Cuando nos damos cuenta de que tienen demasiado poder, queremos que lo utilicen con responsabilidad. Y la solución creo que pasa por no permitir que estas compañías sean tan fuertes, pero el liberalismo ha permitido que surjan estos monopolios. Si queremos progresar deberíamos deshacer muchas cosas que empezaron a permitirse hace 40 años. Si queremos cambiar el sistema debemos deshacer muchas cosas.

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