Entre las numerosas y polifacéticas actividades que durante su vida ejerció William Morris (empresario, editor, diseñador, miembro del movimiento “Arts & Crafts”), sobresale una: escritor de ciencia ficción. Su activismo político le permitió contactar con las familias de Marx y Engels y, junto con algunos de sus miembros, fundó la Liga Socialista, de la que fue un activo militante. Noticias de ninguna parte, editada ahora en español por Capitán Swing Libros, halla su contexto y su ubicación en esta ideología y práctica del socialismo en las que vivió su autor.
El lector de William Morris se encontrará ante una utopía socialista, cuyo original inglés New from Nowhere fue editado en 1890. El “maravilloso utópico” surge, como bien es sabido, en el caldo de cultivo de las carencias e imperfecciones en las que, a lo largo del tiempo, se realizan las relaciones sociales. Se suele diferenciar entre utopías negativas y utopías sociales formuladas positivamente. Estas últimas representan la imagen de una sociedad mejor. Son por consiguiente un antitipo. La mayoría no pasaron de ser diseños teóricos jamás realizados en su cabalidad, entre ellas la Ciudad platónica de las Leyes y del Orden. También los primeros pensadores socialistas – Fourier, Saint – Simon, Owen y Proudhon – formularon diseños utópicos.
Noticias de ninguna parte se engloba en estas mismas corrientes socialistas, de las que su autor fue un fervoroso impulsor en la Inglaterra de finales del siglo XIX. Y como toda utopía es una ucronía. Como utopía positiva que es, representa la aspiración de un mundo mejor, partiendo del análisis de un presente deplorable. Es pues el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad. Morris, en efecto, nos lega en su novela la visión del futuro que ansiaba para la humanidad: una sociedad rural.
La narración se sustenta en una estructura muy simple. El protagonista, después de una animada discusión la noche anterior en la Liga Socialista, despierta en otro tiempo, un tiempo que había corrido más de cien años hacia el futuro, en pleno tercer milenio. Y lo que halla a su alrededor, es un mundo idílico y amigable, basado en la vida rural, en la que una sencillez elemental preside la vida. Las máquinas y el estrés social han desaparecido, se han demolido los barrios miserables y, en esa vida campestre, la nivelación social es absoluta. El trabajo no aliena, sino que permite que la gente pueda crear, y todo el mundo disfruta de la abundancia. Se ha superado así mismo la dictadura del proletariado y alcanzado la sociedad comunal, con la desaparición del estado.
Pero, más que el núcleo o peripecia argumental, lo que es verdaderamente transcendente en este libro son las ideas que lo sustentan: la bondad natural del ser humano dejado a su libre albedrío, se evaporan muchos de los males de la sociedad, los niños aprenden sin que nadie les enseñe, los problemas de la pareja y los de las mujeres desaparecen con el fin del matrimonio. En definitiva, una utopía socialista que pretende mostrar que los males sociales pueden superarse y la sociedad humana puede alcanzar ese estado idílico en el que sobra el gobierno, sobran las iglesias y sobran la mayoría de las estructuras sociales y el capitalismo deja de ser el estado natural.
El recurso que emplea la imaginación de Morris para situarnos en ese nuevo mundo, es la ensoñación. Mas no se trata de un sueño que nos sustraiga totalmente del presente real para introducirnos en el idílico soñado. Morris, con mucha habilidad, combina sueño y plena conciencia, realismo y romance. Al final del viaje por los vericuetos de la ensoñación, arribamos de nuevo al mundo rutinario. Por eso no podemos permanecer como espectadores visionarios de un hermoso país de nunca – jamás. William Morris, como narrador, mantiene con gran habilidad, esa tensión entre ensoñación y realidad. No obstante, esta novela subvierte las bases de ese dogma de universal aceptación en nuestro tiempo, que ve el capitalismo como el estado natural de las sociedades humanas. Por eso la ingenuidad será sin duda el calificativo que su lectura suscite en la mayoría de los ambientes. Pero el relato de Morris no contiene ni tentaciones totalitarias, ni historicismo teleológico, precisamente porque no se muestra ciego ante las realidad humana y, en su diseño social, nos propone sugerentes reflexiones abordando temas tales como el papel del arte, la disidencia y el trato de las minorías, los nacionalismos…Todos ellos de gran utilidad para efectuar el recorrido histórico hasta ese paraíso primordial de la vida, absolutamente ajeno al capitalismo.
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