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‘Conexiones perdidas’, conectando para vivir

Por Eduardo García Fernández  ·  14.04.2020

Habitualmente dos son los motivos que me impulsan a realizar la reseña de un libro: que el tema me interese, y  a la vez que aporte algo nuevo. Sin embargo, hay un tercer motivo, que esté bien escrito y el pulso narrativo te arrastre como en una buena novela. Y este el caso del escritor y periodista Johann Hari en su ensayo Conexiones perdidas. Causas reales y soluciones inesperadas para la depresión. Editorial Capitan Swing(2019).

En una edición muy bien cuidada en todos los detalles, comienza con un prefacio donde nos narra en primera persona la intoxicación alimentaria que sufrió en un viaje a Vietnam y al sufrir las náuseas, se dio cuenta que necesitas tus náuseas, que es un mensaje y debemos escuchar ese mensaje y eso nos dirá que te pasa. “Solo se me reveló en un lugar bien diferente, a miles de kilómetros de ahí, al final de mi periplo en busca de las verdaderas razones de la depresión y la ansiedad, y del camino de retorno de las mismas.”

Con 18 años (cuando se supone que se está en un buen momento de la vida) este joven le recetaron antidepresivos, recuerda la primera ingesta como un beso químico, bella metáfora de que probablemente si hubiera más besos humanos, no necesitaría probablemente este beso. Y a partir de ese momento estuvo tomando psicofármacos los siguientes 13 años.

La versión oficial de las causas de la depresión versaban sobre: un mal funcionamiento del cerebro derivado de unos niveles deficientes de serotonina, con lo cuál la solución pasaba por administrar medicamentos capaces de reparar la química cerebral. Sin embargo, al seguir sintiéndose mal, la única solución era aumentar las dosis o variar los medicamentos.

Empezó a ver la depresión y la ansiedad como versiones de una misma canción, si bien interpretadas por grupos diferentes. La depresión es una versión lúgubre tocada por una banda emo, y la ansiedad corre a cargo de una escandalosa banda de heavy metal. Sin embargo, la partitura subyacente es la misma. No son idénticas pero están hermanadas.

La tesis fundamental del libro es que la causa principal de la  depresión y la ansiedad no esta en nuestras cabezas, sino que la descubrió principalmente en el mundo y el  modo en que vivimos en él.

Así pues, el autor nos descubre que existen por lo menos nueve causas probadas de la depresión y de la ansiedad (aunque nadie las había reunido de esta manera hasta ahora), y que muchas de las mismas nos rodean cada vez con más fuerza, provocando que nos sintamos peor.

Cada capítulo está científicamente documentado en abundancia y es el resultado de una labor a lo largo de tres años y de unas cuarenta mil millas según refiere el autor. Un libro maratoniano en el amplio sentido del término

La primera causa que refiere, es la desconexión de un trabajo con sentido, donde aborda los trabajos con un desequilibrio entre los esfuerzos y las recompensas. Y donde abundan las personas que no se identifican para nada con lo que realizan durante la mayor parte del día.

La segunda causa: la desconexión de las otras personas. La soledad precede a los síntomas de depresión. Uno se siente solo y luego llegan los sentimientos de desesperación, de tristeza profunda y de depresión. La soledad no es la ausencia física de los otros, sino la sensación de no estar compartiendo nada significativo con nadie. Si estás rodeado de personas, pero no compartes nada significativo con ellas, seguirás sintiéndote solo.

La desconexión de los valores significativos es la tercera causa y aquí menciona cómo los estudios señalan que las personas materialistas, aquellas que creen que la felicidad radica en acumular cosas y poseer estatus, muestran niveles mucho más elevados de depresión y ansiedad.

Este capítulo me pareció crucial en los tiempos que corren  y cito textualmente: “todos albergamos una serie de necesidades innatas; sentirnos conectados, valorados, seguros, sentir que somos buenos en algo. La gente materialista, es infeliz, porque persigue un modo de vida que se muestra incapaz de satisfacer estas necesidades.”

“Lo que de verdad necesitamos son conexiones. Pero lo que nuestra cultura nos dice es que necesitamos pertenencias y un estatus elevado, y en ese vacío que se abre entre estas dos señales-las que nos llegan de nosotros mismos y las que nos llegan de la sociedad-es donde la depresión y la ansiedad crecerán, a medida que nuestras necesidades auténticas no se vean atendidas.”

La cuarta desconexión es la de los traumas de la infancia; así la depresión es una respuesta normal a una serie de experiencias vitales anormales. Aquí me llamó la atención el dato que refiere, según el cuál, el abuso emocional en la infancia era el tipo de trauma que más probabilidad tenía de derivar en depresión, más incluso que el abuso sexual.

Parece ser que cuanta más desigualdad hay en una sociedad , más extendida está toda una suerte de enfermedades mentales, a más desigualdad, más depresión, y esto es cierto tanto si comparamos los diversos países, como si comparamos diferentes estados dentro de un mismos país. Esta sería la quinta causa, que la denomina reconexión del estatus y del respeto. Pese a ser un capítulo corto es sumamente interesante.

Todos los seres humanos poseemos los que el biólogo E. O. Wilson llamó biofília, ese amor innato por los parajes en el que los seres humanos hemos vivido la mayor parte de nuestra existencia, y por la red de vida natural que nos rodea y que hace posible que de momento sigamos aquí. Pues bien, la desconexión del mundo natural (esta sería la sexta causa de desconexión) no nos beneficia para nuestra salud mental precisamente. Resulta verdaderamente simpática la anécdota que cuenta de la bióloga evolucionista Isabel Behncke. Una de las particularidades de este libro, es que está salpicado de forma oportuna por anécdotas  simpáticas y curiosidades pese a abordar los problemas de salud mental.

La desconexión de un futuro esperanzador o seguro es la séptima causa. Según las investigaciones la pérdida de futuro es lo que dispara los índices de suicidios. Concebir un futuro positivo te protege. Si la vida te trata mal en el presente, puedes pensar, “esto duele, pero pasará”. Ahora bien, si te arrebatan el futuro, el dolor puede antojarse eterno.

El papel real de los genes y los cambios en el cerebro son la octava y novena causa. Todos nacemos con una herencia genética, pero nuestros genes los activa el ambiente. Lo que nos ocurre puede encenderlos o apagarlos.

Así que “estar bien integrado en una sociedad enferma no es una prueba de salud” como decía el filósofo oriental Jiddu Krishnamurti.

La tercera parte del libro plantea cuál es el verdadero antidepresivo o reconexión. Partiendo de un primer ejemplo verdaderamente emocionante y doloroso ambientado en la Camboya actual para posteriormente internarse en el Berlín del 2001 y como un barrio llamado Kotti, (el equivalente al Bronx berlinés)  muestra cómo sus habitantes resistieron y crearon un barrio construyendo relaciones entre sus miembros y ayudándose mutuamente pese a su dificultades y a las diferentes problemáticas de cada uno de los integrantes de la comunidad. Este es un capítulo que me emocionó y semeja una crónica periodística escrita directamente a pie de calle.

Reconectar con los otros, no seas tú, se parte del grupo. El verdadero camino empieza derrumbando los muros levantados por nuestro ego. Conéctate a todos los que te rodean. Forma parte del conjunto. Así de claro y sencillo se muestra Johann Hari para mostrar nuestro profundo sentimiento de pertenencia y sentido.

La mayor parte de las personas que acuden al médico porque se sienten afligidas, incluso si sufren un dolor físico, la sensación se agrava mucho si su vida está vacía y carece de conexiones. Así pues, la prescripción social es la verdadera alternativa (una reconexión), atender a las necesidades emocionales de las personas y así es como trabajan en Londres en el centro Brom-by-Bow, donde abundan los programas sociales y la salud mental se aborda de diferente manera.

La reconexión a un trabajo significativo, valioso y que de un sentido a nuestras vidas es necesario para no caer en depresión y/o ansiedad. Pone el ejemplo de miles de lugares de trabajos democráticos como el Baltimore Bicycle Works repartidos por todo el mundo.

Los valores significativos, es la cuarta reconexión, los valores intrínsecos, las cosas que son significativas y valiosas por sí mismas. Los experimentos revelan que las personas con bajos niveles de materialismo, presentan un mayor alto de niveles de autoestima. Casi nada.

La alegría empática y la superación de la adicción a uno mismo, es  un capítulo realmente interesante, porque incide en un aspecto que intuía pero del que no había leído nada serio al respeto, hasta llegar aquí. La alegría empática es alegrarse por la felicidad ajena como una fuente de alegría propia, es emocionarse por ver en la calle a los niños riendo y jugando, o un gesto ternura cotidiano que nos asalta y emociona como una auténtica corriente de gratitud. Es una forma nueva de establecer vínculos con lo demás.

También es interesante cuando señala que a través de la psilocibina una droga psicodélica, uno puede reconectar con su subconsciente, esta es un reconexión psicológica y se realiza en estricto control tanto de la droga administrada como del contexto en la que se consume, y determinados casos, permitiendo que la droga abra un espacio que ya existe dentro del que  la consume. Acceder a partes de ti mismo bloqueadas u ocultas, por traumas, o miedos. Las experiencias casi siempre hablan de muerte del ego y de compasión hacia uno mismo y hacia todos los que conforman el universo. Una unión con todas las cosas vivas. Cuanta mayor sea la experiencia espiritual vivida en el viaje con la droga, mejor será la recuperación de la persona deprimida.

Plantea el aceptar y superar  los traumas de la infancia y como última reconexión recobrar el futuro, alejar la sensación de inseguridad permanente.

Por lo tanto, no se trata de un desequilibrio químico de tu cerebro y no necesitas pasar por caja- como muy bien indica Hari- para recuperarte, se trata de tu dolor, de un desequilibrio más bien de carácter social y espiritual en tu forma de vida. Somos animales sociales pero curiosamente no son atendidas nuestras necesidades. El autor afirma: “necesitas rodearte de una comunidad, necesitas contar con valores significativos, no con valores de usar y tirar que llevan toda la vida inyectándote, aquellos que te dicen que el dinero y los objetos de consumo son el camino a la felicidad. Necesitas trabajo que te llene, de contacto con la naturaleza. Necesitas sentirte respetado. Necesitas un futuro seguro. Necesitas conectarte a todas esas cosas. Necesitas desprenderte de cualquier sentimiento de vergüenza por un maltrato del que fueras víctima.”

Así que aquellas náuseas que sufrió el autor decían algo, así como el dolor emocional está diciendo algo de la forma de vida, por lo tanto no se trata de matar al mensajero, sino de escuchar ese dolor, prestarle atención y atenderlo.

Cierra el libro con una cita: “El más terrible de los sentimientos es el de tener la esperanza muerta”, del poeta Federico García Lorca.

Pues bien, este libro posee un enfoque esperanzador  y original donde los haya sobre cómo superar la depresión y la ansiedad.

Eduardo García Fernández, psicólogo clínico.