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Comunismo, una historia a través de sus edificios

Por Muy Historia  ·  29.04.2022

Cuando pensamos en ejemplos de arquitectura comunista, es mmuy probable que evoquemos grandes bloques de viviendas de cemento, centrales nucleares y un geometrismo gris. Si lo hacemos, sin embargo, estaremos obviando una jugosa parte de su historia.

En el ensayo Paisajes del comunismo (Capitán Swing, 2022), Owen Hatherley escribe la biografía del poder rojo a través de sus calles, sus construcciones y sus bloques de viviendas. Desmonta esa idea del monolitismo arquitectónico comunista, tan recurrente en los países occidentales, para mostrar en su lugar una complejidad mucho mayor. La arquitectura comunista, al fin y al cabo, cambió a lo largo de siete décadas y reflejó, en ese proceso, las mutaciones políticas de los sucesivos gobiernos.

Concebido a medio camino entre el análisis arquitectónico, la reflexión sociopolítica y el libro de viajes, la obra de Hatherley funciona como una meditación sobre la forma en que las ideologías de poder transforman el tejido urbano para adaptarlo a sus mensajes y a sus fines. De este modo, las ciudades también se convierten en la expresión física de los discursos. Saber leer su trazado a través de la historia, por tanto, permite entender mejor el modo por el que transitamos idearios de camino a nuestros quehaceres cotidianos.

Arquitecturas comunistas plurales

Universidad Moscú

Edificio principal de la Universidad de Moscú, construido bajo el poder stalinista. magen: Wikicommons

Paisajes del comunismo analiza el comunismo a través de su legado más evidente: los edificios. El modo en el que se construyen, se modifican o se renuevan las ciudades o la función atribuida a cada construcción se relaciona directamente con la esfera de poder y los mensajes que se quieren lanzar. Como las poblaciones sedentarias que somos, circunscritas a un lugar de vida fijo, los espacios que habitamos moldean nuestras actividades, nuestra forma de relacionarnos y de estar en el mundo. Por tanto, la arquitectura puede llegar a modificar nuestros afectos e idiosincrasias.

En sus más de siete décadas de existencia como alternativa al capitalismo, el comunismo experimentó con la arquitectura como herramienta ideológica. El brutalismo (el estilo arquitectónico caracterizado por el uso sistemático del hormigón y la repetición formal), hoy concebido como el epítome de la arquitectura comunista, tan solo ocupó una parte de esa exploración.

En el siglo XIX, Marx y Engels habían imaginado la eliminación del hiato entre el campo y la ciudad y su sustitución por un continuum entre los espacios urbanos y agrícolas articulado a través de la red ferroviaria (este concepto, por cierto, desembocaría más tarde en la formulación de la ciudad jardín), pero los socialismos no se quedaron aquí. El racionalismo moderno de los inicios tras la Revolución Roja, la vuelta a un cierto barroquismo decimonónico y la incorporación de elementos prerrevolucionarios durante el gobierno de Stalin, el funcionalismo de Kruschev o el ya mencionado brutalismo revelan los cambios de discurso y de políticas del régimen comunista a lo largo del siglo XX. 

La arquitectura comunista supo adaptarse, además, a las especificidades históricas de cada país. Hatherley también explora las edificaciones socialistas en centros fuera de la órbita directa de la URSS. La Viena socialista que surgió entre 1918 y 1934, por ejemplo, combinó grandes bloques de viviendas funcionales que se disponían sobre el trazado urbano creado por el imperialismo. La utopía socialista vienesa no prescindió, por tanto, de esa consciencia de un grandioso pasado imperial.

Edificios y poder

Casa Sóviets Kaliningrado

Casa de los Sóviets en Kaliningrado. Imagen: Wikicommons

Owen Hatherley lee la historia a través de los edificios, una historia que está presente, a la vista de todos, en las ampliaciones, demoliciones y superposición de estilos en un modismo edificio, calle o barrio. Con una gran capacidad para fijarse en el detalle, Hatherley muestra de qué manera las plazas y avenidas se diseñan o se adaptan para acoger grandes desfiles militares, cómo se eliminan las callejuelas y cómo se limita el uso de la calle, ese espacio tan propenso a la revuelta, o de esas fachadas de vidrio que lanzan mensajes de transparencia política.

Paisajes del comunismo también se toma su tiempo para presentar los bloques de viviendas comunistas, nacidos para proporcionar al conjunto de la población vivienda digna a bajo coste, servicios y zonas verdes.  Entre el intento de crear identidad comunitaria y la expropiación de la humanidad, las viviendas comunistas viraron hacia una estandarización y una intercambiabilidad de los espacios que, en muchos casos, contribuyeron a difuminar la identidad y el sentido comunitario de pertenencia.

Acompañado de un abundante aparato gráfico, Paisajes del comunismo dedica parte de sus páginas a transitar igualmente por los espacios de uso público como los institutos, las oficinas, los metros, los cines y los establecimientos de ocio, los lugares de la vida cotidiana que construyen la historia de los pueblos. Sin recurrir a la nostalgia, el autor presenta los claroscuros del sistema político que se convirtió en la gran alternativa al capitalismo.

De un modo indirecto, Owen Hatherley invita a realizar el mismo ejercicio en nuestras ciudades y pueblos. Tras la lectura de Paisajes del comunismo, surgen preguntas sobre lo que implica la reforma de plazas públicas, el mantenimiento o remoción de los nombres de ciertas calles o incluso el recurso a la arquitectura hostil en nuestras ciudades. Del mismo modo, planta la semilla sobre cómo pueden reutilizarse los espacios para el desafío y la insurrección, la protesta y el cambio.

Referencias

Hatherley, O. 2022. Paisajes del comunismo. Traducción de Noelia González Barrancos. Barcelona: Capitán Swing.

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