Cómo los cristianos evangélicos se han convertido en la nueva amenaza para Estados Unidos

Por GQ  ·  28.04.2023

El evangelismo es hoy un importante grupo de poder: influye en las políticas estadounidenses para imponer una ideología que restringe las libertades de varios colectivos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Por Eduardo Bravo

27 de abril de 2023

He aquí una historia que sirve para comprender el modus operandi de los cristianos evangélicos en Estados Unidos. En verano de 1950, Billy Graham se reunió con Harry Truman. Después de algunos meses intentándolo, el presidente de los Estados Unidos accedió a recibir al líder de los evangélicos, que se presentó en la Casa Blanca con un traje verde pistacho, calcetines color óxido, zapatos Oxford blancos y una corbata pintada a mano. Antes de finalizar su reunión en el Despacho OvalGraham le pidió a Truman que rezasen juntos una oración, anécdota que fue relatada por el predicador durante su comparecencia posterior ante la prensa. Molesto por el hecho en sí. y más aún por la indiscreción del líder evangélico, Truman no volvió a invitarle jamás a la residencia presidencial. s

Tres años después de ese desafortunado encuentro, los cristianos evangélicos organizaron el primer Desayuno de Oración Presidencial, al que asistió Dwight D. Eisenhower, sucesor de Truman. El flamante presidente agradecía con su presencia el apoyo que ese colectivo le había dispensado durante la campaña electoral, que resultó decisivo para su victoria en las elecciones de 1952. A partir de entonces, y a pesar de las críticas de aquellos que entendieron ese acto como una afrenta a la separación de poderes entre Iglesia y Estado (reconocida por la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense), todos los presidentes del país han participado en ese desayuno de oración, lo que no ha hecho más que aumentar el poder e influencia de esos grupos religiosos en la política estadounidense.

Convencidos de que Estados Unidos es la nación elegida por Dios, estos grupos religiosos han reaccionado contra todo aquello que, en su opinión, supone una amenaza interna y externa para la grandeza del país. Por ejemplo, los grupos de los derechos civiles, los colectivos pacifistas que protestaban contra la guerra de Vietnam, los inmigrantes, el movimiento LGTB+, las feministas y los creyentes en otras religiones. Unas situaciones que combaten presionando a los congresistas, defendiendo el libre uso y posesión de armas de fuego, exaltando la masculinidad más tóxica (encarnada por figuras como John Wayne o Ronald Reagan) y proponiendo una particular lectura de la Biblia en la que Cristo no viene a traer paz, sino espada.

“Los evangélicos se identifican a sí mismos como cristianos ‘creyentes en la Biblia’, lo cual implica que hay otros cristianos que no respetan adecuadamente la autoridad del Escrituras. Para ellos, la Biblia es la palabra ‘infalible’ de Dios y se jactan con frecuencia de interpretarla ‘literalmente’, aunque en realidad son bastante selectivos en lo que se refiere a esa lectura literal. Por ejemplo, los pasajes que parecen apoyar la sumisión de las mujeres a la autoridad masculina o la condena de las relaciones entre personas del mismo sexo, se interpretan rígidamente sin prestar demasiada atención al contexto real e histórico. Sin embargo, los pasajes que condenan la riqueza o instan a la no violencia no reciben el mismo tratamiento ‘infalible’, por lo que son objeto de explicación y análisis”, explica Kristin Kobes Du Mez, profesora de Historia y Estudios de Género en la Universidad de Calvin de Grand Rapids (Michigan), que recientemente ha publicado Jesús y John Wayne. Cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación (Capitán Swing, 2023).

Estados Unidos es uno de los países con mayor extensión del mundo. Durante décadas, en su territorio convivieron zonas urbanas muy desarrolladas con pequeños núcleos de población prácticamente aislados, que carecían de librerías y a los que difícilmente llegaban revistas, libros y películas. Para solucionar esta situación, los evangelistas urbanos, con editoriales propias, utilizaron las iglesias como red de distribución de sus publicaciones. A estos materiales les siguieron la radio —que podía emitirse y escucharse a distancia—, el cine y la televisión, con películas y programas de producción propia que divulgaban la palabra de Dios. Esta estrategia, junto con los tradicionales sermones dominicales, contribuyó a que su doctrina se extendiera rápidamente y en mejores condiciones que el resto de religiones.

“Los libros evangélicos más populares venden millones de copias. A veces son decenas de millones de ejemplares, que son leídos en los grupos de estudios bíblicos de las iglesias para discernir la voluntad de Dios en lo que se refiere a sus vidas. Además de eso, millones de estadounidenses escuchan radio cristiana todas las semanas o ven programación cristiana en la televisión. Esto hace que, además de ser un negocio increíblemente lucrativo, la cultura popular evangélica cultive un poderoso sentido de identidad entre sus consumidores y sea el canal perfecto para transmitir sus mensajes políticos”, comenta Kibes Du Mez, que suma a todo ese entramado mediático la educación en casa, tendencia que contribuye a que los evangélicos blancos vivan, desde la infancia, en una suerte de burbuja que perpetúa su concepto distorsionado de la realidad.

“La educación en el hogar ha ganado popularidad desde la década de 1970 y, junto con las escuelas cristianas, se considera una forma de proteger a los niños de los males de las escuelas públicas y de la izquierda en general. Ese terror sobre el efecto corruptor de la cultura secular es una excelente manera de incrementar la demanda de alternativas cristianas conservadoras. De hecho, parte del problema al que se enfrentan los cristianos más progresistas es que sus productos culturales no son tan demandados porque no comparten esa idea de que lo secular es una amenaza. Todo ello provoca que, muchos evangélicos, particularmente los más conservadores, vivan dentro de una subcultura que se basa en una cultura evangélica común, tanto religiosa como política”.

Parte de esa cultura política común de los evangélicos blancos es su tradicional rechazo al comunismo, doctrina política a la que acusan de liberticida y que sigue estando presente en su imaginario, a pesar de que la URSS desapareció hace más de tres décadas. No obstante, lo más curioso de todo es que muchos de sus planteamientos, especialmente aquellos relativos a la educación de los hijos o al papel de la mujer dentro de la familia, resultan más restrictivos que cualquier política implementada por el mismísimo Stalin.

“Es importante entender la definición de libertad que manejan los evangélicos conservadores. Para ellos, la libertad no se parece al concepto de la misma que tenían en la Ilustración. Más bien, significa la libertad de obedecer los mandamientos de Dios. Para las mujeres, por ejemplo, la verdadera ‘libertad’ pasa por la sumisión a la autoridad patriarcal. La libertad de los niños también significa someterse a la autoridad de los padres. Creen que Dios estructuró la sociedad jerárquicamente y que rebelarse contra las jerarquías solo producirá sufrimiento. Por otra parte, también están convencidos de que los cristianos deben estar libres de la intrusión del gobierno para vivir de acuerdo con su interpretación de las leyes de Dios”, comenta Kobes Du Mez. Para finalizar, la autora advierte del peligro que estos grupos pueden suponer, en un futuro no muy lejano, para la convivencia pacífica en Estados Unidos.

“Los evangélicos blancos conservadores representan una amenaza para la democracia estadounidense, especialmente si los cristianos más moderados se ponen de su lado. Aquellos que abrazan el ‘nacionalismo cristiano’ interpretan la Constitución según sus intereses y tienden a privilegiar los derechos de los cristianos por encima de los de sus conciudadanos porque, si Dios está de tu lado, cualquier táctica para lograr tus fines es, por definición, justa. En ese sentido, si bien la mayoría de los evangélicos blancos no aprueban abiertamente el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, su creencia de que a Trump le robaron las elecciones y su defensa del uso de la violencia para lograr sus fines, hace que muchos de ellos pudieran ser cómplices de los acontecimientos de ese día. En definitiva, dada su confianza en que Dios está de su lado, no es imposible imaginar a los evangélicos blancos justificando una toma del poder por la fuerza si el proceso electoral no encaja con sus deseos”.

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