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Cobrar por cuidar nietos y otras ‘rebeliones’. Guía para no ser la ‘vieja’ de los estereotipos

Por El Correo  ·  22.09.2021

Las cosas como son: lo de vieja suena fatal. ‘Mira esa vieja’, ‘pareces una vieja’, ‘ese vestido es de vieja’, ‘no seas tan quejica, que pareces una vieja’, ‘qué cotilla, en plan vieja’, ‘estás todo el día ahí sentada, como una vieja’, ‘mira la vieja verde, si se ha echado novio’… Claro, la palabra (y el concepto) nos parece horrible porque tradicionalmente la hemos revestido con un montón de prejuicios. Por eso se ha convertido en un vocablo de mal gusto.

¿Cuántas generaciones hacen falta para que lo de ‘vieja’ deje de verse como un insulto? ¿Y para que palabras como sexo, diversión, lucha y reivindicación se liguen a esta etapa de la vida de las mujeres? Anna Freixas, en el libro ‘Yo, vieja’ (Capitan Swing) que acaba de publicar, recoge un montón de reflexiones en torno a esta parte de la vida de las mujeres y, lo que es mejor, lo hace, como ella misma indica, muy en serio -«parece que va en broma, pero qué va», matiza- y aportando unos listados de sugerencias y consejos para pulverizar los tópicos.Thanks for watching!PUBLICIDAD 

«Es una invitación a una vida más tremenda», apunta la autora, doctora en Psicología y estudiosa del envejecimiento de las mujeres. Y por ‘tremenda’ entiende lo siguiente: que rompa con la educación recibida que marca que a las mujeres de cierta edad solo les queda ser buenas madres y esposas. Incluso plantea que las abuelas deberían cobrar, aunque sea un precio pequeño, por cuidar de los nietos: «Las mujeres hemos regalado nuestro tiempo como si nos sobrara», lamenta. También invita a las veteranas a «no asumir responsabilidades cotidianas» -sí, preparar ‘tuppers’ para todos, zurcir la ropa de toda la familia, ser la canguro más complaciente del mundo- para evitar compromisos sin fecha de caducidad. Esta es una guía de «apuntes de supervivencia para seres libres» que Freixas ofrece para que las mayores tengan una vida «más ligera y un mundo más grande».

*No ocultar la edad. «La longevidad es un regalo, un logro, no una catástrofe. Lo malo es palmarla por el camino», afirma.Š

*Mayores, séniors, veteranas, viejales, viejas. Escoge la palabra que quieras para definirte. Solo faltaba.

*No presumir de estar muy ocupada desde que te has jubilado. Para Freixas, este es un signo de que la mujer mayor está desesperada por hacer ver que sigue ‘valiendo para algo’.

*Ser amable, agradecida y educada… dentro de un orden: «No te cortes. Conoce y exige tus derechos, con firmeza y amabilidad, pero sin concesiones».Š

*Conservar el atractivo personal. La creatividad, el sentido del humor, el entusiasmo, la curiosidad… «son características que no tienen edad».

*Reconciliarse con el cuerpo. «Mírate al espejo con cariño y piensa que no iremos a la tumba planchadas y almidonadas», dice Freixas, quien propone lucir con orgullo «los signos de la edad: andares, arrugas, canas, incluido el injustamente denostado bastón». No pasa nada.Š

*No vestirse ni de jovencita ni de abuelita Encuentra tu propio estilo. Y Freixas cita a la escritora Elena Poniatowska (89 años): «Es muy cansado y estresante estar siempre aparentando algo que no eres».

*No ir por la vida encogida, con andares tristes o la cabeza gacha. «Un poco de salero», exige Freixas.Š

*Cuidar el aspecto. «Acuérdate de peinarte por atrás después de haber estado tumbada» es el primer mandato para evitar ir por la vida con el pelo hecho cisco (ay, es tan común y da tanta pena).ŠDientes, uñas, pies… hay que prestarles atención y arreglárselos. «Y depílate ese pelo-alambre que tienes en la barbilla y que brinda un desagradable picotazo a quien te da un beso», recuerda Freixas. Pero, según añade, «si decides ser una vieja con barba y bigote, lucir un entrecejo a lo Frida Kahlo o ser una grunge, procura que suene a libertad, no a desidia»

*No te apuntes a «la ceremonia del arrasamiento». Así le llama la escritora a esta manía de muchas mayores de echar a correr y dar hasta codazos para entrar en el metro, en unos grandes almacenes los días de rebajas, en un comedor… Noooo, eso te delate como una viejuna de la antigua escuela, de las que deben dar paso a una generación más libre y elegante.

*Cuidar la salud. Sé constante haciendo ejercicio, aliméntate bien aunque estés sola y controla el peso. Aléjate de cosas que no te ayudan, como el exceso de alcohol y tabaco o, ironiza Freixas, «el estar siempre disponible para todos».

*Supera la tentación de quedarte mucho en casa. Da paseos, haz compras y recados…, no te quedes parada. Sin obsesionarte, pero mantente activa e informada de lo que pasa en el barrio y en el mundo. Ten proyectos y deseos por cumplir.

*No olvidar que hay algo que se llama vida sexual. Freixas anima a las mujeres mayores a experimentar, a dejarse llevar, a hablar con otras de sus experiencias, a no vincular las relaciones con compromisos por norma, a usar juguetes sexuales… O no. Solo si apetece. Exige que se respete el derecho a tu intimidad. «Y no dejes que tu puritana prole te reprima. Faltaría más», advierte.

*Mantener relaciones de disfrute, no de servicio o dependencia. Aprende a decir que no y respeta tu tiempo.

*Abandonar la costumbre de contar batallitas y enfermedades. Eso ‘envejece’ en el peor de los sentidos. Aprende a escuchar.

*No hacerse comodona. Ni dejar que hagan las cosas por ti (pide solo los favores realmente necesarios) si puedes apañarte. Te incapacita. Eso sí, cuando sea obvio que precisas que te echen un cable, acéptalo. No niegues la evidencia. Por lo demás, el mandato primordial es este, según la autora de ‘Yo, vieja’: «No arrojes la toalla hasta el fin de tus días. Mantén tu dignidad y exígela a los demás». Para reafirmar esta idea, recoge una cita de la bailarina Isadora Duncan: «Fuisteis salvajes. No dejéis que ahora os domen».

La perseverancia, clave para construir la vejez desde ya

Una se acaba convirtiendo en la vieja (o mayor) que quiere. Y eso no ocurre de un día para otro. Por eso, aunque aún seamos jóvenes, debemos ir pensando en cómo queremos ser en el futuro y actuar en consecuencia para conseguirlo. En este punto juega un papel clave la perseverancia, apunta Freixas. Según subraya, es lo que nos ayuda a no abandonarnos por el camino y a no dejar de hacer cosas por el mero hecho de cumplir años, por estar solos o por pereza. Para ella el ‘qué más da’ es el enemigo de todo mayor (hombre o mujer) que quiera ser activo y libre.

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