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Charles C. Mann: “La idea de que la conquista española de América fue benigna es ridícula”

Por El Confidencial  ·  03.07.2022

l mal llegó desde el Caribe en los barcos de aquellos extraños europeos, valientes y sucios, y entró en México y Perú antes incluso que los propios conquistadores. La viruela se extendió como un reguero de pólvora por toda América diezmando a las imponentes civilizaciones que allí se alzaban, empujándolas a la guerras civiles y la desintegración de tal manera que, cuando Hernán CortésFrancisco Pizarro o los peregrinos del Mayflower entraron a escena, las sociedades indias estaban tan débiles que cayeron en sus manos como fruta madura. Hay una historia diferente de la Conquista de América.

Y esa historia, basada en los últimos descubrimientos e investigaciones, es la que cuenta el periodista estadounidense Charles C. Mann (1955) en un libro prodigioso publicado en 2011 y que ahora contará con una nueva edición en español: ‘1491. Una historia de las Américas antes de Colón’ (Capitán Swing). Hablamos con Mann en un momento de polarización radical en torno a la Conquista, entre estatuas caídas y vindicaciones de la hispanidad, pero él no se deja encasillar fácilmente por ningún credo en pugna.

PREGUNTA. La reedición de su libro llega en un momento mucho más polarizado. Por una parte, a partir de 2016 activistas de la izquierda tiraron las estatuas de varios conquistadores en EEUU y otros países, y presidentes latinoamericanos, como López-Obrador, han denunciado con dureza la conquista. Por otra, la derecha en España —pero no solo la derecha— ha reaccionado con furor defendiendo el legado de ‘la hispanidad’ fruto de la conquista, la lengua única, etc. Si lo hubiera escrito hoy, ¿cómo habría manejado esta situación?

RESPUESTA. Es difícil para mí responder a esta pregunta por dos razones, aunque lo intentaré. La primera es que no vivo en España y no tengo un conocimiento profundo de la disputa allí, que es similar, pero también diferente, a la disputa en EEUU sobre la conquista. La segunda razón es que, aunque mi libro tiene algo de discusión sobre la conquista, en realidad se trata, como indica el título, de los siglos anteriores. Traté más directamente de la conquista en el compañero de este libro, ‘1493’ (que, bueno, tal vez Capitán Swing publique, ja, ja).

En sus diversas formas, los imperios español, portugués, inglés, francés y holandés se basaron en la esclavitud

Pero, veamos, si escribiera hoy ‘1491’, enfatizaría aún más los puntos en común entre los diversos intentos de conquista europeos. Aunque los detalles difieren en aspectos importantes, todas fusionaron empresas privadas y estatales que nominalmente estaban bajo el control real pero que, en realidad, eran dominadas por personas y grupos ambiciosos que actuaban por su cuenta, a menudo de maneras que sus gobernantes no querían. En sus diversas formas, los imperios español, portugués, inglés, francés y holandés se basaron en la esclavitud. Y, como señalo varias veces en ‘1491’, aunque aparentemente algunos de mis críticos no lo notaron, los imperios europeos en muchos aspectos no eran tan diferentes de los imperios indígenas como la Triple Alianza (azteca) e Inca, y en muchos de ellos las diferencias reales se debieron a factores como la ausencia del caballo en las Américas, lo que dificultó el control imperial directo a largas distancias.

P. ‘1491’ es tajante —y fascinante— pero diría que no es difícil de resumir. No, los conquistadores de América no tenían una tecnología superior a los indios. Tampoco contaban con una civilización superior. Ni más antigua. ¿Por qué vencieron entonces? Por la viruela. Pero esto también permite desconfiar un poco. ¿No son peligrosas las explicaciones basadas en una sola causa para asuntos históricos tan complejos?

R. Lo siento si di la impresión de que estaba defendiendo una explicación monocausal. Lo que trataba de transmitir, es que la enfermedad fue el factor decisivo en la conquista, pero estuvo lejos de ser el único. También, jugó un papel importante lo que podría llamarse “faccionalismo”: el fracaso constante de las naciones indígenas, con sus ricas tradiciones de autonomía, para unirse contra las incursiones europeas.

Un ejemplo es la invasión de la Triple Alianza por Cortés. Las historias europeas comúnmente afirman que Cortés conquistó la enorme Triple Alianza con menos de mil tropas españolas. Y esto es cierto, siempre y cuando mencione que detrás de esos combatientes españoles había decenas de miles de tropas indígenas, y que los suministros para toda la invasión fueron provistos por naciones indígenas. Los líderes de esas naciones aliadas —Tlaxcallan es un ejemplo importante— detestaban a los mexicas (la rama dominante de la Triple Alianza). Aprovecharon la ocasión de la conquista para mejorar su posición, y fueron recompensados ​​por ello con estatus y privilegios especiales que duraron hasta el siglo XIX.

La batalla estuvo reñida y la ventaja decisiva la proporcionó el hecho de que la viruela mató hasta un tercio de la población de Tenochtitlán

Un segundo factor importante en la conquista española en particular, fue que Cortés podía ser, y a menudo lo era, un político dotado. Tomó el control de las diversas facciones españolas en la invasión y selló muchas de las alianzas necesarias con las naciones indígenas al casar a sus lugartenientes con la nobleza nativa, forjando la fuerza sorprendentemente unificada que se enfrentó a los mexicas en la batalla final. Aun así, la batalla estuvo reñida y la ventaja decisiva la proporcionó el hecho de que la viruela asoló a la Triple Alianza justo antes del ataque, matando hasta un tercio de la población de la capital, Tenochtitlán, incluidos muchos de los militares más importantes.

P. Un lugar común en España es afirmar que la conquista española fue mucho más benigna que la anglosajona. ¿No demuestra algo así el mestizaje evidente de Latinoamérica frente a la triste realidad de las reservas indias en EEUU?

R. Personalmente, me siento incómodo haciendo este tipo de comparaciones morales. Sin duda, la conquista anglosajona fue violenta y, a menudo, implacable. Al mismo tiempo, es fácil encontrar nativos en México o Perú que piensen que la idea de que la conquista española fue “benigna” es ridícula. La conquista es un negocio duro y brutal, sin importar quién lo haga.

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Hernán Cortés frente al emperador Moctezuma. (Cedida)

P. Una consideración que se deriva de la anterior es el asunto de por qué los países de América del Norte son hoy tan prósperos mientras que los de América del Sur son tan pobres. ¿Para resolver esta cuestión hay que mirar en la conquista del XVI o más bien en los procesos de independencia de los siglos XVIII y XIX?

R. Es una pregunta fascinante, y la discuto extensamente en el compañero de ‘1491’, mi libro ‘1493’. ‘1491’ trata principalmente sobre las Américas antes de la conquista. ‘1493 es sobre el período posterior’. Esto también se relaciona con su pregunta anterior sobre si la conquista española fue más “benigna”.

En su libro ‘Por qué fracasan los países’ (2012), los economistas Daron Acemoglu y James Robinson argumentan que la razón clave entre las diferentes fortunas de las antiguas colonias españolas y las antiguas colonias inglesas fueron las instituciones coloniales creadas en ambos lugares. Relativamente pocos europeos emigraron a las colonias españolas (y portuguesas), lo que significó que las colonias crearon lo que Acemoglu y Robinson llaman instituciones “extractivas” que llevaron la riqueza de la colonia al país de origen. Esto fue “benigno” en el sentido de que la relativa ausencia de europeos aseguró que más nativos sobrevivieran en sus propias tierras, pero no tan benigno en el sentido de que significó aspirar la riqueza de la colonia y no crear nada allí con eso.

Esa ausencia determinó poderosamente el rumbo futuro de esas áreas cuando se independizaron. Mientras tanto, los ingleses (y los holandeses en América del Norte) trasladaron un gran número de personas a sus colonias (esto se denomina, en inglés, “colonialismo de colonos”). No fue benigno en el sentido de que condujo al despojo directo de los pueblos indígenas. Pero debido a que tantos ingleses vivían en América del Norte, retuvieron gran parte de la riqueza allí y la usaron para crear instituciones que beneficiaron enormemente a estas áreas cuando se independizaron.

Los españoles no fueron “mejores” o “peores” que los ingleses. La principal diferencia fue la enorme carga de enfermedades

La razón por la que España estableció en su mayoría instituciones extractivas, en mi opinión, no es que los españoles fueran “mejores” o “peores” que sus homólogos ingleses. La principal diferencia era que (como proporciono mucha evidencia en ‘1493’) había una enorme carga de enfermedades, especialmente malaria y fiebre amarilla, en México, el Caribe y la mayor parte del resto de las Américas españolas. Por el contrario, la carga de la enfermedad, aunque presente, fue mucho menor en, por ejemplo, Nueva Inglaterra. Era difícil para los europeos sobrevivir. Como resultado, pocos vivían allí y las ganancias de su trabajo fluían naturalmente hacia los países de origen. Las colonias inglesas en el Caribe eran tan extractivas como las colonias españolas. En ‘Jane Eyre’, la novela clásica de 1847 de Charlotte Brontë, el héroe, Edward Rochester, posee una plantación de azúcar en Jamaica, pero todo el dinero va a parar a él y a su enorme mansión en Inglaterra.

P. ¿Podemos juzgar el pasado desde nuestra moral actual? El respeto por el diferente, la valoración de todas las culturas o los derechos humanos son inventos relativamente recientes. ¿Cómo podemos afeárselos a unos conquistadores que respondían a otros patrones como la ambición de, por ejemplo, ascender en la escala de sociedades muy jerárquicas? Es razonable, aunque triste, que la muerte de millones de indios no les causara un gran ‘dolor moral’…

R. Juzgar el pasado con los patrones del presente es, como dice usted, un asunto delicado. Pero ya que pregunta… es importante, si uno va a juzgar el pasado por los estándares del presente, hacerse otra pregunta: “Bueno, ¿cuáles eran los estándares del pasado?” La sociedad española del siglo XVI incluía a Cortés, un hombre que hoy vemos como violento, codicioso, ladino y despiadado. Pero también incluyó a Bartolomé de las Casas, una figura asombrosa que se convirtió en uno de los fundadores del movimiento moderno de derechos humanos. Y Las Casas no fue una figura marginal: hablaba al oído del rey y fue una de las razones principales por las que Carlos V promulgó las Leyes Nuevas en 1542 que prohibieron la esclavitud indígena y pusieron en marcha el fin del sistema de encomienda. Entonces, ¿de qué estándares estás hablando?

Sin embargo, francamente, no entiendo por qué algunas personas sienten que tienen que justificar los actos de sus compatriotas hace siglos.

No entiendo por qué algunas personas sienten que tienen que justificar los actos de sus compatriotas hace siglos

P. Las ideas que recoge su libro, como usted mismo confiesa, tampoco fueron bien recibidas por indigenistas, etc. La presencia humana en América es mucho más antigua de lo que nosotros pensábamos y los yacimientos demuestran que unos grupos indios conquistaron, sometieron y exterminaron a otros indios antes de que lo hicieran los conquistadores españoles e ingleses. ¿Cómo se pudo obviar algo tan propio de la naturaleza humana?

R. Arqueólogos, antropólogos, historiadores y similares han estado estudiando la guerra indígena durante décadas. En Sudamérica existe toda una literatura que debate el grado de violencia entre los yanomamis. Fue desencadenado por el libro de Napoleon Chagnon, ‘Ya̦nomamö: The Fierce People’, en 1968, y no muestra signos de detenerse). En América del Norte, existe otro debate sobre el grado de violencia (y si incluía el canibalismo), en el sudoeste, anterior al contacto. Y, por supuesto, hay innumerables relatos del surgimiento del imperio Inca y la Triple Alianza. Se ha escrito tanto sobre la violencia indígena que ahora hay una contraliteratura que deplora el tropo del “salvaje cruel y guerrero”. Así que no me parece que este tema haya sido ignorado.

P. Y luego está el mito del buen salvaje de Rousseau. Muchos quisieron imaginar que América era un edén natural que la Conquista borró del mapa cuando es evidente, como señala en ‘1491’, que las sociedades indias alteraron tan profundamente su entorno como cualquier otra civilización. ¿No es esa visión edénica, que comparte parte de la izquierda, fundamentalmente “religiosa”?

R. Hay dos elementos en su pregunta. Una es una cuestión de hecho (“¿era gran parte del hemisferio occidental un desierto intacto?”), y la otra es una cuestión de opinión (“¿Es la visión de las Américas como un desierto fundamentalmente religiosa y, por lo tanto, una mala noticia?”).

La cuestión de hecho es clara. Un porcentaje muy, muy grande del medio ambiente estadounidense fue alterado fundamentalmente por sus habitantes originales. Ya sea desde la creación de praderas a través del fuego, hasta la reconfiguración total de la selva amazónica de las tierras bajas, o la creación de vastas redes de riego, los primeros pueblos de las Américas cambiaron permanentemente los ecosistemas que los rodeaban, a menudo de formas que considero que deberíamos estudiar y analizar. La evidencia de este dramático cambio de imagen en todo el continente me parece abrumadora.

La cuestión de la opinión no está tan clara. Para la izquierda, como usted sugiere, la idea de “desierto” puede ser (creo) fundamentalmente religiosa, en el sentido de que extrae gran parte de su resonancia emocional de la historia del Edén y la Caída, con los europeos marcados por un Original Pecado que los lleva a arruinar todo lo que tocan. Pero el hecho de que algo sea religioso, no significa que sea malo o indeseable. En mi nación, por ejemplo, gran parte del movimiento por la abolición de la esclavitud se originó en los creyentes cristianos, especialmente los cuáqueros, que tenían profundas creencias religiosas sobre la igualdad de la humanidad.

En el caso de las áreas silvestres, la creencia religiosa en la naturaleza “vacía” o “intacta” (“sin trabas por la mano del hombre”, en palabras de una ley estadounidense de protección de las áreas silvestres) ha llevado, con demasiada frecuencia, a ver las personas que viven en lugares hermosos como “okupas”. La mayoría de los parques nacionales de las Américas se crearon expulsando a sus habitantes originales. Peor aún, muchos de los ambientes que están siendo protegidos —la razón de ser de los parques— fueron creados por esas mismas personas. Peor aún, tratar esos entornos como páramos vírgenes, lugares que deben permanecer intactos, los ha cambiado mucho, a menudo o generalmente para peor. Una de las razones por las que tantos parques nacionales de EEUU en el oeste están sufriendo grandes incendios forestales es que las personas originales que vivían en esos lugares los sometían regularmente a quemaduras de bajo nivel que eliminaban las hojas muertas, las ramas y la basura que alimentan los grandes incendios. El oeste está literalmente ardiendo porque demasiadas personas en los Estados Unidos en el pasado creían que era un desierto.

“Hubo gente en las Américas en el apogeo de la última edad de hielo”

P. Ha pasado más de una década desde la primera publicación de ‘1491’, y de ‘1493’, la segunda parte. ¿Qué hipótesis principales que ofrecía entonces con los datos disponibles (llegada del hombre a América, primeras civilizaciones, cifras de muertos por enfermedades de los conquistadores, etc.) han sido confirmadas, o rechazadas, por descubrimientos posteriores?

R. Creo que las grandes tesis están intactas, incluso fortalecidas. Si tuviera que reescribirlos hoy, cambiaría algunos énfasis, en parte para reflejar nuevos descubrimientos, en parte para reflejar los tiempos cambiantes.

Por ejemplo, el otoño pasado, demasiado tarde para incluir en esta nueva edición, los arqueólogos en el suroeste descubrieron huellas que parecen tener al menos 19.000 años, y bien pueden tener 23.000 años. Es una evidencia poderosa, pero no concluyente, de que hubo gente en las Américas en el apogeo de la última edad de hielo, tal vez 11.000 años antes de que la gente de Clovis, de quienes me enseñaron, fueran los primeros estadounidenses. En mi libro, cito una fuerte evidencia de la presencia humana hace 15-16.000 años. Las huellas ciertamente fortalecen el caso de eso, y me gustaría mencionar esto. Pero el nuevo hallazgo, por emocionante que sea, no altera la historia básica, que es que el viejo paradigma para la llegada humana a las Américas es casi seguro incorrecto.

De manera similar, dada la cantidad de incendios en el oeste, probablemente ampliaría la sección de incendios en 1491 para brindar más detalles sobre los métodos, y la relevancia de esos métodos en la actualidad. Y probablemente mencionaría que en 2021 las sociedades indígenas del norte de California comenzaron a adquirir nuevamente el poder de administrar sus propios paisajes a su manera, algo que en el pasado a menudo los sometía a arrestos e incluso prisión.

P. Quiero hacerle una última pregunta sobre su último libro aún no publicado en español. En sus páginas contrapone los argumentos, digamos, pesimistas y optimistas sobre el futuro de la humanidad (¿William Vogt contra Norman Borlaug serían hoy John Gray contra Steven Pinker?) y llega a una tercera vía paradójica, ¿la humanidad, en realidad, se extinguirá por su éxito?

R. Chico, espero que no. Obviamente, no puedo predecir el futuro. Nadie puede. Pero podemos decir que es muy probable que en algún momento nuestra especie se extinga, simplemente porque ese es el destino de todas las especies que tenemos delante. La pregunta relevante es si esto sucederá pronto, en las próximas décadas o siglos. Mi propia opinión es que tenemos la capacidad tecnológica para reducir los peores impactos futuros del cambio climático a un mínimo tolerable. Pero, para mí, es una pregunta abierta si implementaremos esas tecnologías a la velocidad y escala requeridas. Estamos viviendo un gigantesco experimento que determinará nuestro destino.

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