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Cartas de tortura y censura desde el interior de Guantánamo

Por El Español  ·  10.03.2016

Un preso mauritano de 45 años detenido en 2001 publica un libro -con extractos vetados- donde relata su Vía Crucis.

La memoria habla. La memoria escribe y molesta. Diario de Guantánamo (Capitán Swing) es una crónica de las vergüenzas de Estados Unidos, una descripción detallada y personal de su programa de torturas -especialmente vehemente tras los atentados del 11S- y su falta de garantías legales. Puro caballo de Troya: es el primer y único libro escrito desde el interior de una de las cárceles más aterradoras del mundo. Mohamedou Ould Slahi tiene 45 años, estudió ingeniería electrónica y lleva casi 14 en prisión. No se han presentado cargos formales contra él. No se ha celebrado juicio. En 2005 comenzó a volcar su historia en un manuscrito de 446 páginas y en inglés, su cuarta lengua, que adquirió estando ya retenido por EEUU.

Siete años pasaron desde que sus abogados tuvieron el texto en sus manos hasta que consiguieron editarlo: primero el gobierno lo desclasificó, y más tarde -tras férreas batallas legales amparadas en la Ley de Libertad de Información- sólo lo censuró hasta en 2.500 ocasiones alegando “seguridad nacional”.

Ahora, con largos extractos clasificados, está sobre la mesa de las librerías y airea su veto sin pudores: las partes censuradas no se han recortado, se han cubierto con bloques negros que impiden su lectura y guiñan constantemente a lo que Washington no quiere que se sepa. Los pasajes están interrumpidos, pero la esencia del terror se intuye tras las marcas.

LA GIRA DE LA VIOLENCIA

La tortura de Mohamedou comenzó su gira en Mauritania y avanzó por Jordania y Afganistán antes de llevarle a Guantánamo (Cuba) para ser sometido a un “Plan de Interrogatorio Especial” personalmente aprobado por el secretario de Defensa de George W. Bush, Donald Rumsfeld. El preso denuncia detención arbitraria e incomunicada, amenazas de muerte, períodos de aislamiento extremo, violaciones, tratamiento cruel, privación del sueño… le llegaron a decir que irían a por su madre, abusarían de ella y la llevarían presa también. Le desnudaron, le pusieron un pañal, le quitaron todos sus objetos. “Me privaron de mis libros, de mi Corán, de mi jabón… la celda, mejor dicho, la caja, tenía una temperatura tan baja que temblaba casi todo el tiempo. Me impedían ver la luz del sol”.

La oscuridad permanente le llevó a tener alucinaciones. Creía que oía voces, y los guardias se aprovechaban de eso para ponerse tras las cañerías y jugar a enloquecerle. “Me ataron cadenas alrededor de los tobillos y en las muñecas. No paraba de sangrar. Ponían objetos en mi boca y me gritaban que tenía que tragármelo”. Lo arrastraron por el mar a alta velocidad atado a un barco. Estuvo tres horas inmerso en el hielo, recibiendo golpes y ahogándose con agua salada.

Nadie informó a su familia de que estaba en Guantánamo. Pensaban que había desaparecido. Su hermano se enteró cuando el periódico alemán Der Spiegel lo sacó a la luz. Y, con todo, al menos puede hablar, al menos entregó su manuscrito a su abogado, la única persona de la que puede recibir visitas: en Guantánamo quedan 122 presos que no pueden dar entrevistas. Sólo se les permiten dos llamadas anuales a su familia.

EX AL-QAEDA

Mohamedou divide su historia en pre-tortura y pos-tortura. “En la primera les conté la verdad, que no he hecho nada contra su país. En la segunda les dije que sí a todas las acusaciones que me hicieron. Sólo quería que me dejaran tranquilo. No me importa todo lo que he estado en la cárcel. Mi fe me reconforta”. Las sospechas contra Mohamedou se remontan a su juramento de lealtad a Al-Qaeda allá por 1990. Viajó a Afganistán para avalar a los muyahidines cuando éstos trataban de derrocar el gobierno comunista de Mohammad Najibullah con el apoyo de Estados Unidos.

“Yo era consciente de que estaba luchando con Al-Qaeda, pero entonces Al-Qaeda no le había declarado la guerra santa a Norteamérica”, cuenta. “Después de la caída de los comunistas, los propios muyahidines empezaron a emprenderla contra ellos mismos para ver quién detentaría el poder […] Yo decidí marcharme. Mi objetivo era solamente luchar contra el agresor, el comunismo que prohibía a mis hermanos practicar su religión”.

Su relación con un alto miembro de Al-Qaeda -su primo era el asesor de Osama Bin Laden- y su estancia en Canadá lo relacionaron con la Trama Milenio, el atentado en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles el día de Año Nuevo. Tras varias interrogaciones, las autoridades le liberaron al concluir que no había fundamentos para pensar que estuvo implicado. Después le detuvieron dos veces más y, de nuevo, fue puesto en libertad con una declaración pública por parte de las autoridades sobre su inocencia.

LA HERENCIA DEL 11-S

El último interrogatorio fue el 29 de septiembre de 2001. Pero, a partir de ahí, las medidas estadounidenses -a raíz del 11 de septiembre- se endurecen y el 20 de noviembre vuelven a por él, sin dar más explicaciones. Desde entonces no ha vuelto a ser libre. En 2010, el juez del Tribunal Federal Estadounidense James Robertson le concede el habeas corpus [derecho del detenido de comparecer ante un juez que determine si el arresto es legal o ilegal] a Mohamedou y ordena su puesta en libertad sin cargos, pero la administración Obama presenta un recurso de apelación. La nueva audiencia todavía está pendiente.

Estados Unidos lo acusa de “pertenecer” a Al-Qaeda, no de “luchar por ellos”. El presidente de EEUU ha vuelto a prometer, en enero de este año, cerrar la “cara e innecesaria” cárcel de Guantánamo. Arrastra esta promesa desde su primera campaña electoral, en 2008.

Autora del artículo: Lorena G. Maldonado

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