Sitopía (Capitán Swing) es el segundo libro que escribe la arquitecta y profesora británica Carolyn Steel, continuidad de ‘Ciudades hambrientas’. Considerada por la revista ‘The Ecologist’ como “una de las mayores diez visionarias del siglo XXI”, Steel reflexiona como la forma actual de alimentarnos es una amenaza para el planeta y para la humanidad y como a través de la comida se puede cambiar el mundo.
P: Usted es arquitecta pero sin embargo ha escrito dos exitosos esos ensayos sobre alimentación. ¿Cómo explica ese salto?
R: En cierto grado, también es un misterio para mí. Creo que si intento racionalizar los motivos, quizá tiene que ver con que mis abuelos tenían un hotel y me recuerdo fascinada por la relación que había entre la cocina, el caos, los víveres, en contraste de ver todo en el restaurante muy tranquilo, hermoso. Había algo fascinante en ver como cambiaba todo al traspasar la puerta. Luego me convertí en arquitecta. Siempre quise serlo. Hay mucho sobre la arquitectura que tiene que ver con la fachada, con las apariencias, con esa primera vista. El hotel era muy hermoso pero si entrabas era puro caos. Para mí la comida es la vida, es el motor de la vida. Hay que tener en cuenta el tiempo que pasamos hablando y pensando en comida. En estas vidas industrializadas que vivimos y en las que la comida está como escondida de nosotros, es un lente maravilloso por el cual ver el mundo. Tuve la idea de escribir sobre la ciudad tras el lente de la comida y tardé 20 años en hacerlo.
P: ¿Como nos alimentamos en las sociedades occidentales?
R: Pues creo que es cada vez más evidente que hay trabajar con la naturaleza y no contra ella para alimentarnos, y este es del debate que lleva por lo menos un siglo: si tenemos que cultivar o no de forma industrial. La agricultura industrial provoca contaminación, gentrificación y extinción masiva de animales, de insectos, pájaros, que se mueren a causa de los pesticidas. No es sostenible. La agricultura industrial crea la ilusión de que existe la comida barata y es una ilusión que no es real. Hay que recordar que la comida son seres vivos que matamos para poder vivir nosotros. No podemos tratar a la naturaleza de cualquier forma. Nosotros somos la naturaleza. Si la naturaleza muere, morimos nosotros también. Por lo tanto, solo podemos sobrevivir colaborando con la naturaleza. Por lo tanto tenemos que progresar hacia la agricultura orgánica, ecológica. Y este es un movimiento que está creciendo. Tenemos todos los conocimientos necesarios porque hemos cultivado así hasta la revolución industrial.
P: Pero ahora somos muchos más seres humanos en el planeta y mucha gente que accede a los alimentos gracias a la producción industrial.
R: Sí y la pregunta es cómo podemos hacer esto y conseguir alimentar a la población global. La respuesta es que podemos si reducimos el consumo de carne a la mitad, por ejemplo y también si reducimos a la mitad la cantidad de comida que tiramos. No tenemos que renunciar a la carne ni a los buenos alimentos pero tenemos que tener ganadería sostenible, no tenemos que tener industria de animales. No hemos invertido suficiente en cómo hacer la agricultura orgánica, ecológica.
P: Mucha gente que no llega a fin de mes y que ve como sube la cesta de le compra le va a discutir que la comida es barata. ¿Qué le dice a esta gente?
R: No hay comida barata, es un error. La sociedad está pagando las consecuencias de esta ilusión a través del cambio climático. No es sostenible. Mi propuesta es que paguemos los costes reales por la comida. Esto significa que si voy a comer carne de granjas, que si para que existan se talan las selvas, yo tendría que pagar 200 euros por una hamburguesa y ahí nos daríamos cuenta cuan cara es la comida, cuan cara es producirla. No significa que toda se vuelva más cara, pero sí costaría lo que vale la comida de proximidad, la ecológicamente cultivada, que es más cara. Es cierto que esto podría llevar a la pobreza alimentaria, con lo cual también propongo una reforma impositiva. Porque mi idea de una buena sociedad es una en la que todas las personas coman bien. No podemos tener una sociedad en buenas condiciones si la gente no tiene acceso a la comida. La comida tiene que estar en el centro de la economía. Tenemos que construir el mundo para que todo el mundo pueda comer bien, no solo las personas con buen poder adquisitivo. Ha de haber un cambio cultural hacia una sociedad más justa, equilibrada con la naturaleza.
P: Si uno mira a su alrededor, percibe preocupación por el cambio climático pero no tanto por la forma en que nos alimentamos.
R: La agricultura industrial es la actividad humana más destructiva del planeta. Supone la pérdida de biodiversidad, la extinción masiva de insectos y pájaros y me parece muy curioso que nos fijemos en el cambio climático y no en la pérdida de fauna. Pero no hay futuro sin insectos ni pájaros. Yo digo a veces que la comida es algo demasiado grande para verla. Pensamos a través de la comida. Nuestras ciudades están moldeadas por la comida. Está en todas partes. Es demasiado grande y la damos por sentada. Y en la forma en que construimos nuestras vidas damos por sentado que la comida siempre va estar. Y la idea de ser agricultor, de trabajar en el campo es como involucionar en el tiempo. Pero esto no es cierto. Ha llegado el momento de entender que las narrativas con las que vivimos fueron construidas hace cientos de años y lo que antes pensábamos que eran soluciones ya no lo son. Hace 100 años, la visión moderna de una buena vida era alejada de la naturaleza. Para mí no es así. Una buena vida tiene que estar comprometida con la naturaleza. Lo importante es entender que somos animales y nuestros placeres son animales. Hay que hacer que las personas sean protagonistas de cómo se alimentan, de cómo nos cuidamos los unos a nosotros. La comida no es lo único que tiene valor en nuestras vidas pero es lo que más valor tiene y más importante es. Y es lo que menos valoramos.
P: ¿Cree que la gente joven está cambiando esa mentalidad? Hay muchos jóvenes en instagram que hablan de comida, de veganismo, de ‘comida real’ …
R: Hay muchas cosas interesantes que están surgiendo entre los jóvenes. Creo que han crecido en un mundo donde por lo general, en Occidente, ha habido menos comida tradicional. No hay traspaso de recetas, no se cocina en las casas. Por lo tanto descubren las comidas por ellos mismos a través de internet y esto puede ser problemático porque se pueden obsesionar con el cuerpo o las dietas pero también son más conscientes que la gente mayor de la importancia de este cambio. Por ejemplo ser vegano o vegetariano es mucho más popular entre los jóvenes. Están perfectamente posicionados para dirigir este cambio del que hablo. Como generación ellos entienden y aprecian el placer de comer bien y ponen la comida donde debe estar, en el centro de la vida. Es el momento para darles a la oportunidad de cocinar, de hacer que la alimentación sea una asignatura en la escuela, enseñarles a alimentarse bien y pensar a través de la comida. Los jóvenes están más interesados en reciclar la ropa, por ejemplo. Ya tienen la concepción de crear una economía más cercana, más local. Y la comida ha de estar en el centro de esta economía. Podemos alcanzar cambios rápidamente si entendemos la urgencia. Con el covid lo vimos de forma directa. Tenemos que cambiar las cosas sin que las personas entren en pánico.
P: ¿Qué vimos con el covid y qué hemos aprendido?
R: El covid es como un síntoma de la forma en que hemos evolucionado hacia una forma de vida que está desequilibrada. Lo que necesitamos para coexistir con la naturaleza es complejidad, biodiversidad. La ilusión es que podemos controlar la naturaleza, pero la naturaleza se controla a sí misma.
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