a arquitecta y pensadora británica Carolyn Steel, que participa en la Bienal de Pensamiento de Barcelona, propone en su libro Sitopía basar la economía global en la comida «y no en esa cosa tan abstracta como es el dinero».
En una entrevista con EFE, Steel señala que «los alimentos y la comida moldean todos los aspectos de nuestras vidas y también, paralelamente, es nuestra fuente de placer más importante».
A su juicio, revalorizando la comida y recolocándola en el corazón de nuestro pensamiento, «enfocaríamos nuestra cadena de valores en el sentido correcto».
Recuerda la pensadora que «la comida es poderosa porque todos tenemos que alimentarnos y se nos da muy bien compartirla».
En su anterior trabajo, Ciudades hambrientas la autora exploraba cómo el viaje de la comida a través de la ciudad ha dado forma a las civilizaciones a lo largo del tiempo.
En su continuación, Sitopía (Capitán Swing), plantea que durante milenios, la comida ha dado forma a nuestros cuerpos y hogares, nuestra política y nuestro comercio, nuestros paisajes y nuestro clima; y se podría decir, añade, que la comida es «la herramienta más poderosa para transformar nuestras vidas y el mundo».
En su propuesta, la idea de que todo el mundo tenga acceso a la buena comida, pasa por hacerlo «sin expoliar la naturaleza, sin trabajo esclavo, sin crueldad hacia los animales y evitando la contaminación que implica la agricultura y ganadería industriales».
Hacer frente al actual problema medioambiental no pasa necesariamente, según Steel, por que todos seamos vegetarianos, si bien cree que se debe «reducir un poco el consumo de carne y lácteos».
Observa optimista que se está produciendo una evolución hacia «una agricultura y una ganadería regenerativas que se mimetiza con la naturaleza y que incluye a los animales, pero no demasiados, por tanto, menos carne y lácteos, pero de mejor calidad y que la carne vuelva a ser un producto de lujo, como antes».
En su opinión, el veganismo no es la solución porque, si estás haciendo una agricultura regenerativa, los animales son útiles, pues son los que mueven los nutrientes, sus excrementos son abono y forman parte de la biodiversidad de los ecosistemas.
Steel se muestra partidaria de la cultura culinaria tradicional, que se localiza en lugares donde se vive bien y se acumulan conocimientos y habilidades desarrolladas a lo largo de siglos: «Como británica veo con cierta envidia los ejemplos de Francia, España, Italia o Portugal, países que han cuidado la cultura tradicional pero como oráculo del futuro vengo a decirles que, si no conservan esa cultura de la comida, la acabarán perdiendo«.
De hecho, advierte, las cosas pueden mejorar, pero también empeorar y cita como ejemplo que «hace treinta años, cuando McDonalds llegó a Europa, los franceses se opusieron firmemente a su establecimiento en su país, pero hoy el segundo consumidor de su famosa hamburguesa es Francia, sólo superada por EEUU».
En Gran Bretaña, continúa Steel, se perdió la cultura culinaria por la industrialización y con el imperio y, ahora con el Brexit, «la tragedia más grande», nació una extraña falsa ilusión de que podríamos volver a ser un gran país convirtiéndonos en una nación culinaria internacional mientras ignorábamos a los productores locales; y esa fantasía ha acabado desembocando en la primera ministra Liz Truss».
Según su tesis, la industrialización es la culpable de que «se perdieran los vínculos entre el campo y la ciudad», mientras en la actualidad hemos entrado en una «era neogeográfica» en la que la geografía recupera relevancia mientras nos enfrentamos a una paradoja: «Dependemos del campo pero no lo queremos cerca».
Lejos de agotar el tema, Steel ya prepara un nuevo libro en el que comparará nuestra historia con la de nuestros ancestros prehistóricos los cazadores-recolectores.
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