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Carme Valls: “La dependencia de la mirada del otro es nefasta para la salud física y mental”

Por El Mundo  ·  05.01.2021

Carme Valls Llobet. Barcelona, 1945. Esta médico, experta en endocrinología, acaba de publicar el libro Mujeres invisibles para la Medicina (Capitán Swing). Fue diputada en el Parlamento catalán entre 1999 y 2006. No lo echa de menos.El título de su libro es de lo más perturbador. ¿También en la Medicina hay un trato distinto para hombres y mujeres?Las mujeres presentan más patologías crónicas, y la ciencia médica ha nacido en los hospitales, donde las patologías son agudas y con más hombres ingresados. Al faltar ciencia de las enfermedades que las mujeres tienen con más frecuencia, o de sus problemas específicos, se pueden valorar menos las quejas o demandas que presentan las mujeres.¿Por qué ocurre esto?Los estudios de Medicina, como otras ciencias, creyeron inicialmente que si estudiaban a los hombres, las mujeres quedaban incluidas. Que no habría diferencias en el enfermar entre los dos sexos, y no incluyó mujeres en los trabajos de investigación. Entre los años 1980 hasta avanzados los 90, la mayoría de estudios sobre los riesgos cardiovasculares sólo incluían hombres. Ninguna mujer.¿En qué especialidades médicas es más acusada esta diferencia a la hora de atender a hombres y mujeres?En todas las especialidades ha faltado ciencia de la diferencia, por la falta de estudios previos, pero en las enfermedades cardiovasculares, que son la primera causa de muerte en mujeres, se apreció ya en los años 90 del siglo pasado que no se habían incluido mujeres en los estudios del infarto de miocardio y, por lo tanto, era desconocido que los síntomas podían ser diferente. Sin embargo, es la especialidad que ha hecho un mayor esfuerzo para mejorar la atención a las mujeres. ¿Las cirugías estéticas y trastornos alimentarios son más frecuentes en las mujeres? ¿Por qué?Porque los estereotipos de género que han considerado a la mujer inferior y poco valiosa la han hecho depender de cómo la veían los hombres, y a pensar que, si mejoraba su apariencia, sería valorada y amada. La dependencia de la mirada del otro es nefasta para la salud física y mental. ¿Llegará el día en que la píldora anticonceptiva para hombres se use tanto como la femenina?Ese día no llegará, ya que los ensayos que se han hecho para abolir la formación de espermatozoides con hormonas se acompañan de una disminución de la libido, y por lo tanto es un tratamiento no aceptado por los hombres. Muchas mujeres también han apreciado lo mismo con la anticoncepción hormonal. ¡Vaya! ¿Los hombres no pueden aceptar un tratamiento en el que baje la libido y las mujeres sí?Cuando las mujeres lo han apreciado, han tenido como respuesta que no es cierto, y han aceptado los efectos secundarios, pensando que era un problema individual, y no por la inhibición de sus hormonas.En su libro alerta sobre la sobremedicalización femenina. ¿En qué consiste?En que en cada etapa de la vida de las mujeres, hay una pastilla para tratar aspectos de sus vidas que podrían abordarse de otras formas. Se inicia en la adolescencia y juventud con trastornos de la menstruación, que se tratan con anticonceptivos; en la etapa media de la vida, el estrés, el cansancio y el dolor, se tratan con ansiolíticos y antidepresivos; y a partir de la menopausia, se la pretende tratar con terapia hormonal otra vez, que aumenta el riesgo de cáncer de mama y de infartos cardíacos.Aporta un dato llamativo: un 85% de los psicofármacos se vende en las farmacias a mujeres, frente a un 15% a los hombres. ¿Por qué?Este dato se desprende de un estudio del consumo en farmacias, pero está claro que las quejas de la mujer son consideradas psicosomáticas y por lo tanto es más fácil que se le administre ansiolíticos, y antidepresivos, y últimamente derivados del opio, para paliar el dolor.Miedo da. ¿Mujeres yonquis?Dependientes del opioide, porque al tomarlo un tiempo largo, es muy difícil retroceder, aunque se puede. La FDA hace ya dos años que advierte del abuso de este tipo de fármacos, que aumentan las visitas a urgencias y no resuelven el problema de causa el dolor.¿Se hace creer a las mujeres que el problema sólo está en su cabeza? De hecho, se le hace creer que los síntomas que expresa su cuerpo los produce el mal estado de su cabeza, para que acepte los psicofármacos, y no se rebele frente a malos tratos, en su vida personal, familiar o en su trabajo. Es más fácil controlarla si duda sobre sí misma.¿Y no pasa esto con los hombres?¡No! [Risas] Porque la valoración social del hecho de nacer hombre en una sociedad androcéntrica hace que en general su autoestima sea buena, incluso en casos, hipertrofiada. No duda casi nunca de su cabeza, lo que también conlleva problemas de salud para ellos.En su libro cuenta cómo hace treinta años, cualquier sintomatología poco precisa en la mujer, como el cansancio o el malestar, era diagnosticada como “neurastenia”.Era una manera de dejar de investigar las causas del malestar. Si dices neurastenia, ya crees que los problemas están en la cabeza, pero después han recibido otros calificativos, como menopáusicas o fibromiálgicas, etiquetas fáciles en lugar de diagnósticos ciertos.Ahora, en cambio, el diagnóstico más frecuente es el de depresión o el de ansiedad.Es frecuente etiquetar, pero en este caso los diagnósticos conllevan psiquiatrizar y administrar psicofármacos. La ansiedad o la tristeza es frecuente cuando hay pobreza, incertidumbre laboral, doble jornada, y situaciones de estrés, y enfermedades o carencias crónicas no bien diagnosticadas.¿Y todo esto por culpa de los estereotipos? Considerar inferior a la mujer, y poco importante lo que le pase, pero querer controlarla y poseerla ha sido una constante en la vida de las mujeres a lo largo de la historia. Estos estereotipos patriarcales se encarnan en el inconsciente de muchas personas, que actúan bajo sus mandatos.Luego están los ensayos clínicos, en los que no se incluye el mismo número de hombres que de mujeres.Es un ejemplo real del sesgo de género inconsciente. Cuando se estudia una población de pacientes se deberían incluir mujeres y hombres, de forma paritaria, pero en muchos trabajos no se incluyen o no se diferencia por sexos.Usted ha sido de las primeras expertas en abordar estos estudios; me imagino que, al principio, sus colegas la mirarían ¿con desconfianza? ¿sigue siendo así?Más que con desconfianza, con sorpresa, porque los colegas honestos también se dieron cuenta de que no habían pensado en que pudieran haber diferencias en el enfermar, o en los diferentes efectos de los tratamientos según los sexos. Constato que cada día hay más profesionales atentos a la ciencia de la diferencia.La atención primaria es fundamental, pero vemos ahora, en plena pandemia, que está al borde del colapso.Es muy grave cómo se ha ido recortando en los últimos diez años la contratación de personal de medicina y enfermería, que es suplido por la entrega vocacional de las y los profesionales sanitarios, que no podemos olvidar que son mujeres en casi el 75%, que cuidan y deberían ser cuidadas con más respeto, más sueldo y con más tiempo para la atención de sus pacientes.Los expertos alertan de que la crisis del coronavirus está impidiendo que se diagnostiquen otras enfermedades, ¿cómo lo ve usted?Creo que es cierto, y que puede haber muertes que no se han contabilizado como Covid, que pueden ser debidas a infartos o ictus que no han podido ser atendidos a tiempo en el hospital. Son mayoritariamente mujeres las que han fallecido en exceso, según el INE.En esta crisis del Covid, ¿se puede valorar la incidencia en hombres y mujeres y si hay alguna diferencia en función del sexo?Sí. Los estudios epidemiológicos que publica el Ministerio de Sanidad, quincenalmente, ya señalan que la incidencia de la enfermedad es superior entre mujeres, aunque a partir de los 80 años la mortalidad es superior entre hombres. Pero estas diferencias no se aprecian en los 11 principales trabajos publicados en el mundo sobre la pandemia. Volvemos a retroceder.Fue diputada en el Parlamento catalán entre 1999 y 2006 por el PSC-Ciutadans pel Camvi, ¿echa de menos el escaño?Fue una oportunidad que nos brindó Pasqual Maragall a miembros de la sociedad civil, y lo viví como una forma de ejercer nuestro compromiso cívico. No lo echo de menos. La responsabilidad política ciudadana se puede continuar ejerciendo de muchas formas. Sin embargo, fue una experiencia vital.Ahora el ambiente político está muy crispado.Cierto, y es incomprensible para la ciudadanía que los insultos y las palabras soeces cubran la falta de argumentos. El odio y el resentimiento pueden arrastrar algunos votos, pero generan un ambiente muy insano para la convivencia, y para enfrentarnos a las consecuencias de la pandemia.Y crece la desconfianza de la ciudadanía hacia los políticos.No hacia los políticos en general. Hacia los que no proponen nada sí. Después de tanto sufrimiento y tantas muertes contadas y repetidas, las actitudes arrogantes y destructivas están siendo rechazadas, con pequeños gestos, como cerrar la radio o la televisión para no escucharlas. Es una medida saludable.¿Los líderes políticos actuales están a la altura?Depende. La pandemia ha llegado sin libro de instrucciones, y los lideres políticos han tenido que gobernar improvisando un programa de respuestas, a medida que la ciencia, dando bandazos, ha podido expresar la gravedad de la situación. Los que han priorizado más sus propios intereses electoralistas, que el bien común, no han estado a la altura. Es un momento de cooperación y no de confrontación, a escala nacional, europea, y mundial. La pandemia es un reto para la gobernanza mundial, como lo es enfrentarnos al cambio climático.

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