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Capitalismo Schumpeteriano

Por Manuel Santos (Actualidad Económica)  ·  01.02.2011

El economista clásico nos invita a profundizar en los aspectos prácticos de la innovación, que se ha convertido en el elemento clave de la economía y de nuestra forma de vida

En 1981 Robert Hayes y William Abernathy publicaron un influyente artículo, Managing our way to economic decline (en español, “Comportamientos de dirección que llevan a la ruina”, Har- vard-Deusto Business Review), en el que atribuían el declive de la competitividad norteamericana a su escasa capacidad para innovar, por el énfasis de sus empresas en la gestión financiera a corto plazo. Eran años en que la competencia japonesa hacía estragos en la industria del automóvil y en la electrónica, y tras una larga ola de prosperidad, por primera vez los norteamericanos miraban hacia fuera para buscar modelos de gestión empresarial.

La preocupación por la innovación tecnológica puso de actualidad al economista austríaco-estadounidense Joseph A. Schumpeter (1883-1950), que consideraba que el verdadero motor del desarrollo económico era la “destrucción creadora” por parte de los empresarios innovadores. Atribuía ese impulso emprendedor a la genialidad del empresario individual, y pensaba que si esa tarea terminaba en manos de comités de expertos, el resultado ya no se llamaría capitalismo, sino socialismo, porque desaparecería la justificación de las diferencias debidas al genio individual. Las profecías políticas pesimistas de Schumpeter tardaron mucho en demostrarse claramente equivocadas; en cambio, su énfasis en la innovación como motor del capitalismo y del desarrollo resultó plenamente certero. En realidad, el planteamiento de Hayes y Abernathy puede considerarse como las ideas de Schumpeter desprovistas de su pesimismo político. Otros textos popularizaron la misma idea, como los libros de George Gilder Riqueza y pobreza (Wealth and Poverty, 1981) y El espíritu de empresa (Spirit of Enterprise, 1984), más políticos y en línea con la “revolución conservadora” de Ronald Reagan. Desde entonces hasta hoy, la importancia de Schumpeter no ha dejado de crecer, y se manifiesta sobre todo en la llamada “economía evolucionista”, que estudia la innovación pensando más en grandes empresas que en el empresario heroico individual. Pero tampoco faltan en nuestra economía las nuevas empresas tecnológicas en las que podemos identificar claramente a los emprendedores que las crearon. Por tanto, sobran razones para leer a Schumpeter.

Como brillante economista e intelectual de erudición enciclopédica, Schumpeter escribió muchos textos teóricos. En estas páginas nos ocupamos hace tiempo de su trayectoria vital e intelectual, a propósito de la magnífica biografía de McCraw (“Schumpeter, un empresario vital”, Actualidad Económica, n. 2.593, 28 febrero 2008). Pero entre todos sus libros y artículos, hay uno que destaca por su sencillez y alcanzó un gran éxito, no sólo en los círculos académicos, donde Schumpeter siempre tuvo gran consideración, sino entre un público más amplio: Capitalismo, socialismo y democracia, publicado en 1942. Es un libro que combina economía, sociología y política; en la parte central, explica con lenguaje claro la “destrucción creadora” en el capitalismo, es decir, la revolución que supone la introducción de nuevos productos o nuevas formas de producción, que traen nuevas oportunidades a muchas personas y obligan a cambiar de trabajo a otras muchas, que hace que factores de producción que tenían un precio pasen a tener otro muy diferente. Esa parte central llevaba un título provocativo: “¿Puede sobrevivir el capitalismo?”, y esa es la que ahora se reedita. El resto del libro trataba, de forma benévola, las ideas políticas y económicas de Marx y planteaba cómo sería la planificación económica en un sistema socialista. Si se trata de que cuadren todos los precios en una economía estática, dice Schumpeter, la planificación socialista puede hacerlo. Otra cosa es la innovación y el crecimiento.

La destrucción creadora es la revolución que supon la introducción de nuevos productos o nuevas formas de producción

El capitalismo “morirá de éxito”, piensa Schumpeter. Las razones de su ruina serán, por un lado, la extensión de la gran corporación burocratizada; por otro, el trabajo en contra de los intelectuales. Resultan sorprendentes, por su actualidad, las ideas de Schumpeter sobre cómo la extensión de los estudios universitarios puede contribuir al paro en las profesiones de “cuello blanco” y a la frustración y a extender la crítica social contra el capitalismo. Quienes tienen formación universitaria en materias poco prácticas dejan de ser candidatos para los trabajos más simples, y no por ello consiguen empleos cualificados. Su descontento se transforma en crítica al capitalismo. Ludwig von Mises (1881-1973), también austríaco y contemporáneo de Schumpeter, insistió aún más en el rencor de los intelectuales, con palabras que hasta Hayek consideraba “ofensivas” por su tono, a pesar de compartir muchas de sus conclusiones. En La mentalidad anticapitalista, Mises considera que en la antigua sociedad estamental, en la cada uno es rico o pobre por nacimiento, lo natural es conformarse; pero con el capitalismo hay movilidad Social y nuestra posición social y económica depende de nuestros actos. Eso nos crea frustración, si estamos abajo, y necesitamos echarle la culpa al sistema para mantener nuestra autoestima. Más modernamente, el filósofo Robert Nozick ha desarrollado estas ideas con un tono menos virulento.

El libro incluye algunos artículos sobre Schumpeter publicados poco después de su muerte, que además de su interesante contenido son una impresionante lista de jóvenes economistas de todos las tendencias que disfrutaron de su magisterio: G. Harberler, S.E. Harris, W.W. Leontief, E. Masón, Paul Sweezy, Paul Samuelson. Como epílogo lleva un estudio del antropólogo Hugo Reinert y del economista noruego Erik Reinert sobre los antecedentes del concepto de “destrucción creadora”, que sitúan en el filósofo alemán Friedrich Niestzche (1844-1900) y su libro Así habló Zaratustra escrito hacia 1885. Es un interesante trabajo de historia intelectual; pero creo que la conexión entre el filósofo y el economista austríaco es muy débil. Schumpeter resaltaba que el liderazgo empresarial carece del relumbrón de la política y es de naturaleza muy diferente. El enfoque de los Reinert prueba que Schumpeter, y sobre todo el concepto de “destrucción creadora” de los cambios que el empresario innovador introduce en la economía estática, están bien vivos. Creo que debemos profundizar en los aspectos prácticos de la innovación, que se ha convertido en el elemento clave de la economía y de nuestra forma de vida; y también en lo que tiene de actitud psicológica y emocional, algo que los economistas no siempre somos capaces de valorar porque no es fácil de medir. Pero existe, no hay duda.