Con sus charlas y libros sobre la muerte, la escritora Caitlin Doughty se ha convertido en la confidente que nos cuenta lo que sucede al otro lado de la cortina de la funeraria, donde trabaja como empresaria desde hace años. Por este motivo, confiesa, es odiada por compañeros de profesión, como los magos que viven de revelar los trucos. Con su estilo desenfadado y directo, Doughty describe cómo es el negocio de la muerte por dentro, un sistema montado sobre el malentendido interesado de que de nuestros asuntos mortuorios deben ocuparse otros. Sue Black, antropóloga forense: “Quiero ser diseccionada y que mis huesos se expongan en clase”
Cuando tenía 23 años, y después de estudiar Historia medieval, Doughty aceptó un trabajo como operadora de crematorios, pensando que sería temporal y una anécdota que contar a sus nietos. Pero el trabajo le atrapó y se convirtió en divulgadora de los asuntos fúnebres y activista en defensa de una “muerte positiva”, de un mundo en el que otras formas de acabar nuestros días, como el compostaje humano y la acuamación, sean posibles. Charlamos con ella en vísperas del Día de los Muertos, con motivo de la publicación en español de su libro ¿El gato se comerá mis ojos? (Capitán Swing), un compendio a partir de las más diversas y disparatadas preguntas que le han hecho en los últimos años sobre el negocio funerario.
¿Qué hace la directora de una funeraria en Halloween?
Este año me ha pillado de mudanza, eso sí que es aterrador y agotador (risas). Pero en general me gusta Halloween, me parece interesante que nuestra cultura haga una especie de paréntesis para hablar de la muerte y que por un momento se corra el fino velo que separa a los vivos y los muertos. Me reclaman para muchas entrevistas por estas fechas, como si fuera la “temporada de la muerte”, pero me gustaría que el entusiasmo por la muerte durara todo el año.
¿La vida y la muerte se ven diferentes desde las bambalinas de una funeraria?
Sí, por eso trato de contar lo que pasa detrás todo lo que puedo. Porque creo que se tiene una vida más completa cuando sabes lo que pasa con nuestros muertos, porque sabes que vas a morir y, aunque no quieras, siempre te planteas qué pasará contigo cuando suceda, que harán ahí detrás con tu cuerpo. Hay que tener en cuenta que hasta hace cien años la gente solía ocuparse de sus muertos, es muy reciente la práctica de pagar a alguien para que se ocupe y que todo ocurra con la puerta cerrada. Por eso defiendo abrir las puertas para que todo el mundo vea lo que pasa. Y, si algo es difícil de ver, eso es bueno, porque se supone que debemos ser capaces de pasar por momentos duros y superarlos. No tengo ningún deseo de esconder lo que pasa en las bambalinas y decir “oh, esto es solo para los profesionales”.
La gente solía ocuparse de sus muertos, es muy reciente la práctica de pagar a alguien para que se ocupe y que todo ocurra con la puerta cerrada.
¿Haber dejado la muerte en manos de terceros explica por qué estamos tan separados de ella y le tenemos tanto miedo?
De hecho, creo que es el principal motivo. Me parece que cuando se muere tu madre o tu compañero es una oportunidad para estar allí con su cuerpo muerto, cuidándolo. Si lo haces, aunque sea una vez, tu relación con la muerte nunca será la misma. Tener esa experiencia de estar presente cambiará para siempre la forma en que ves la muerte.
¿Y qué aprendes en esa experiencia?
Creo que es el momento de afrontar tres hechos. El primero, que la persona se ha ido de verdad, no ha desaparecido en el éter, sino materialmente. Su cuerpo se pone frío y rígido, allí ya no hay nadie. La segunda es que ese vas a ser tú en algún momento, aceptar que tú también te morirás algún día. La tercera es comprender que esto está pasando en todo el mundo todo el tiempo, que todos han pasado o pasarán por allí en algún momento. Y creo que ese tipo de conocimiento te hace más fuerte.
¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?
Vi un muerto cuando era muy pequeña, con 8 años. Fue una muerte violenta y no tuve tiempo de procesarlo, un niño que cayó de un balcón. A mí me llevaron lejos y me dio más miedo. Ahora creo que los niños deberían ver a los muertos, entrar al velatorio y conocer lo que pasa. De alguna manera, perdí una oportunidad de estar más cómoda con la muerte. Por eso en un libro como este, con preguntas de los niños, puedo hacer que ellos estén más cerca de eso. Hablo de la muerte de manera muy abierta, trato de ser divertida y espero que eso les ahorre ese miedo que yo tuve cuando era pequeña.
Dice usted que “hay belleza en la descomposición”. ¿Dónde la aprecia en su trabajo diario?
Por un lado, conceptualmente, hay belleza en el hecho de que nuestros cuerpos se hagan viejos, muramos y la vida se renueve a partir de nuestros restos. Pero también en un sentido más literal: la descomposición es muy bonita. Por ejemplo, uno de los colores más bonitos del mundo es el verde que se produce en el abdomen cuando las bacterias se están comiendo el tejido dentro de ti y emiten metano. Y eso produce también un color turquesa precioso, intenso y vívido. Por no hablar de los naranjas, o el púrpura de la sangre descompuesta. Nos da miedo ver un cuerpo muerto, pero yo veo mucha belleza en la manera en que nos descomponemos.
Nos da miedo ver un cuerpo muerto, pero yo veo mucha belleza en la manera en que nos descomponemos
Yo le cuento a mis hijos que, al morir, nuestro cuerpo volverá a la naturaleza, pero el sistema está diseñado para aislarlo en un ataúd e impedir que eso suceda, ¿no es así?
Efectivamente, incluso si creemos en esa idea de volver a la naturaleza, nuestro sistema funerario no permite que suceda. Por eso muchos estamos intentando cambiarlo, para conseguir que esa historia que tú le cuentas a tus hijos sea una realidad. Todos los demás animales, cuando mueren, son comidos por otros animales y vuelven al ciclo de manera bastante directa, no hay otros animales que piensen eso de “oh, nuestros cuerpos son tan especiales, que tenemos que protegerlos”. Creo que deberíamos poder elegir. Si tu madre quiere enterrarse en un ataúd carísimo y que nada la toque, perfecto, es su elección; pero si yo quiero que me entierren en el suelo y me coman los animales, debería poder también.
¿Cuál es la manera más ecológica de acabar con nuestro cuerpo, la cremación con agua o convertirse en compost?
Creo que la manera más sencilla es el enterramiento directo en la tierra. La razón por la que nos enfocamos en legalizar el compost humano es que mucha gente no tiene un pedazo de tierra para enterrarse, pero si se declararan zonas de conservación donde poder enterrar a la gente, donde se protegiera la zona poniendo cuerpos muertos allí, sería una manera de que ese terreno permaneciera salvaje. Pero si vives en una gran ciudad, como Madrid o Nueva York, debes tener otras opciones, como convertirte en compost.
Todos los animales, cuando mueren, son comidos por otros. Ninguno piensa “oh, nuestros cuerpos son especiales, tenemos que protegerlos”
Una vez le escuché decir que una cremación emite tantos gases como un viaje en coche de 800 km. ¿Nos vamos del mundo dejando una última huella de carbono?
Es aún más divertido. Hoy día, en Estados Unidos, el compostaje humano es solo legal en cinco estados y la gente está llevando sus cuerpos en avión para enterrarse como compost. Se supone que es más ecológico, ¡pero lo hacen viajando en avión! Por eso esa opción debería estar disponible en todas partes.
¿Cuál es la idea errónea más extendida sobre la muerte, aparte de que el pelo y las uñas siguen creciendo?
La idea de que los cadáveres son peligrosos. Porque asociamos las cosas que se descomponen con un peligro. Por supuesto, no debes comerlo, pero no transmite enfermedades, ni corres ningún riesgo estando cerca de un muerto. Si tu madre está muerta, es incluso más seguro, porque no está tosiendo, por ejemplo. Todas esas maneras de contagiarte se han detenido. Creo que en parte la industria funeraria ha tenido tanto éxito porque ha convencido a la población de que los cuerpos muertos no son seguros y hace falta un profesional que se encargue del asunto. Creo que en España hasta los ponen detrás de un cristal, ¡para mantenerte alejado del cuerpo!
La industria funeraria nos ha convencido de que los cuerpos muertos no son seguros y hace falta un profesional que se encargue
Sugiere usted en su charla TED que los ataúdes fueron pensados para la comodidad de los enterradores.
Efectivamente, creo que muchas de las cosas por las que pagas a la industria funeraria son cosas que en realidad les hacen a ellos más fácil el trabajo. Por ejemplo, el embalsamamiento. Se utilizan productos para que sea más fácil maquillar a los muertos. Cuando mi abuela se muera, no necesito que alguien me la presente como un producto después de una sesión de belleza, solo quiero verla muerta, porque está muerta. Quiero ver la realidad de su muerte.
Tras la cremación quedan fragmentos de hueso y lo que no ha podido arder, como las prótesis metálicas. ¿Qué es lo más raro que encontró en el horno cuando trabajaba como operadora de crematorios?
Las sorpresas suelen venir cuando otro colega ha puesto el cuerpo en el horno y le ha añadido algo por petición de la familia sin que tú lo sepas. Una vez pusieron una especie de tope de tarta nupcial, con los muñecos de la novia y el novio, y cuando entré todo aquello estaba fundido por el calor. Era muy raro. Por eso muchas veces encuentras cosas y no sabes lo que son.
Cuando mi abuela se muera, no necesito que alguien me la presente como un producto después de una sesión de belleza
¿Ha visto explotar muchos marcapasos?
Oh, no, porque tenemos mucho cuidado de sacarlos. Basta palpar, porque sobresale, y hacer una pequeña incisión para extraerlos. La familia tiene que declararlo en los documentos, porque es muy peligroso. Si se nos pasa, puede explotar y dañar el horno o volarte la cara si estás mirando. Hay que evitar cualquier aparato electrónico o con baterías en el crematorio.
Por muy diferentes que seamos, nuestras cenizas pesan más o menos lo mismo. ¿Es eso una cura de humildad?
Creo que es muy similar a las “danzas macabras” de las representaciones de la Edad Media, en los que la muerte une a todos, sea cual sea su clase social. Puedes poner a un millonario en una cripta lujosa que cuesta millones de euros, pero en cien años no podrás distinguir sus huesos de los de una persona pobre. Eso es muy potente.
Cuando morimos, nuestra cara se transforma y a veces cuesta reconocer a la persona. ¿Es como si ya no pudiéramos sostener la máscara?
Bueno, si has estado cerca de la persona en el proceso de morirse, el cambio no es tan notable. El problema es más bien cuando el director de la funeraria lo embalsama, y algunos los rellenan, puede que no reconozcas a la persona, porque parece que le han hecho una cirugía plástica. Hay gente a la que le gusta eso, que le arreglen las uñas, la peinen… Pero creo que eso debería ser una elección.
¿Qué es esa nube gris que se aprecia en los ojos de los muertos al cabo de unas horas y por qué nos da tanto miedo?
Es por la descomposición de la córnea. A los muertos se les pone la misma mirada que a los caminantes de hielo de la serie Juego de Tronos. Puede pasar muy rápido, incluso en un par de horas. Y es divertido, porque en autopsias de los tiempos que había menos medios a veces se ponía que el muerto tenía los ojos azules, aunque no era así; solo se había empezado a disolver la córnea.
O sea, que cuando me muera, ¡por fin tendré los ojos azules!
Sí, tendrás los ojos azules que siempre quisiste tener (risas).
Cuando mueras, tendrás los ojos azules que siempre quisiste tener
Muchas personas buscan formas originales para ser despedidas, desde arrojar las cenizas desde el espacio a hacer joyas. ¿Cada vez somos más esnobs ante la muerte?
Siempre ha habido esta tendencia, incluso en la era victoriana, cuando se gastaban fortunas en los funerales. En Estados Unidos se establecen incluso competiciones entre vecinos para ver quién tiene el ataúd más caro y bonito. Pero le recuerdo a la gente que puedes gastar muy poco en el funeral y tener algo que sea emocionante y sentido, para honrar a alguien no hay que gastarse tanto dinero.
Hay zonas del planeta donde se deja el cadáver de un ser querido para que los buitres lo eleven a los cielos tras comerlo, ¿qué podemos aprender de la forma de morir de otras culturas?
La cantidad de formas que hay de encargarse de un cuerpo muerto. No hay ni una sola cultura en la que se despreocupen y digan ‘da igual, tíralo por un barranco’. Todas las culturas sienten el impulso de hacer algo con sus muertos. Hay gente que saca a sus muertos para que se los coman los buitres y otros tiran las cenizas al espacio. Hay muchísimas maneras de hacerlo y, si para ti y tu familia tiene sentido, no es desagradable ni está mal.
Usted defiende “morir de una manera más humilde y autoconsciente”, ¿en qué consiste?
Desde mi visión, creo que lo más básico sería pasar tiempo con el cuerpo muerto, estar físicamente presente y después dejar que se descomponga de forma natural en la tierra de alguna manera. Si más tarde quieres hacer una fiesta, cremarlo o mandarlo al espacio, está bien. Pero debería haber una manera sencilla de morir y ser enterrado disponible para todos, y que no costara tanto dinero.
Debería haber una manera sencilla de morir y ser enterrado disponible para todos, y que no costara tanto dinero
¿Alguna vez le han acusado de no tomarse la muerte en serio y de frivolizar sobre el dolor?
No. En realidad la mayoría de críticas me vienen de otros directores de funerarias a los que no les gusta que hable de funerales menos caros. Muchos me odian, sobre todo en Estados Unidos.
¿Se siente un poco como esos magos que revelan los secretos de la profesión?
Sí, eso es lo que trato de contar a cualquiera que me quiera escuchar, cómo hacer funerales más sencillos y menos caros. Pero a nadie le molesta el humor, primero porque siempre intento ser respetuosa, y porque la gente agradece que no hablemos de la muerte de una forma tan aterradora.
¿Cómo ve el futuro de los cementerios de aquí a veinte o treinta años?
Espero que sean mucho más ecológicos, que permitan la vida de animales y plantas autóctonos, que sean parques en los que se pueda pasear, hacer yoga o bailar, que sean espacios en los que podamos pensar en la muerte, estar con nuestra comunidad y que, cuando llegue el momento, nos podamos descomponer de forma natural en la tierra.
Ver artículo original