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Banderas de Israel ondeando en manifestaciones de ultraderecha: así opera el ‘laboratorio palestino’

Por El Confidencial  ·  19.02.2024

‘El laboratorio palestino: cómo Israel exporta al mundo la tecnología de la ocupación’, de Antony Loewenstein, es un relato pormenorizado del auge de Israel como potencia armamentística y tecnológica a costa del conflicto palestino.

El laboratorio palestino no se construyó de un día para otro. Hunde sus raíces en la propia creación de Israel y cuenta la historia de cómo el Estado judío transformó su amenaza existencial en una forma de vida. Un lucrativo modelo socioeconómico de cuño propio a exportar donde el conflicto no es más que un gigantesco escaparate del producto a vender: un capitalismo autoritario turboalimentado por tecnología de grado militar para el combate y control de la población

Esta es la tesis de Antony Loewenstein, periodista germano-australiano, en El laboratorio palestino: cómo Israel exporta al mundo la tecnología de la ocupación, publicado originalmente en 2023 y que Capitán Swing acaba de editar en español. Un relato pormenorizado del auge como potencia armamentística y tecnológica de un país que ha sabido comerciar con todo tipo de gobiernos democráticos y regímenes autoritarios, desde los líderes sudafricanos del apartheid (algunos reconocidos simpatizantes nazis) a la Unión Europea, para surtir una clientela global

PREGUNTA. La imagen que das en el libro de Israel es muy dura, algo que no cuadraría a priori con tu perfil —hijo de una familia judía australiana, con abuelos judíos alemanes que huyeron de los nazis—. ¿Qué sucedió? 

RESPUESTA. Soy periodista germano-australiano y crecí en el típico hogar judío australiano, muy anclado en el pasado, y donde nos decían que había que apoyar a Israel. Israel era visto como un refugio para los judíos, el único país que podría evitar el horror que pasó mi familia y a la de tantos millones de judíos. Pero según iba creciendo empecé a notar un racismo muy fuerte contra los palestinos en la comunidad judía, no solo en Australia sino en todo Occidente. Esto me hacía sentir incómodo. Ahí me di cuenta.

P. ¿De qué? 

R. Después del trauma del Holocausto, muchos judíos utilizaron ese sufrimiento sin fin para convertirlo en un arma al servicio de una ocupación sin fin, para perpetuar un apartheid palestino. Quiero cambiar esto. Así que llevo más de veinte años escribiendo sobre esto, informando desde Israel, Gaza, Cisjordania. He vivido varios años en Jerusalén Este. Y he sido testigo de un colapso moral no solo en Israel, sino en muchas comunidades globales judías sobre el tema Palestina, donde ya son capaces de defender lo indefendible. Y eso estaba pasando desde mucho antes del 7 de octubre. Pero también hay cada vez más judíos en Israel y todo el mundo dispuestos a hablar, que son críticos con cómo se está gestionando todo esto. Somos una minoría, pero cada día somos más.

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P. ¿Ser judío (aunque sea judío secular) te blinda de las acusaciones de antisemitismo? Porque esa suele ser la respuesta proforma a cualquier crítica a las políticas israelíes en el conflicto con Palestina. Y esa es una idea que se repite a lo largo del libro, cómo Israel ha convertido la culpa de Occidente en un arma… o más bien en un escudo. 

R. Exacto. Un escudo que ha sido impenetrable durante mucho tiempo. Aunque diría que empieza a tener algunas grietas. Porque el antisemitismo real es el problema. Hablo de matar y hostigar judíos, ataques a sinagogas y establecimientos judíos, hablo de insultos antisemitas en redes. Esto es verdad y nadie puede negarlo. Y de hecho está empeorando en muchas partes del mundo. El problema es que muchas asociaciones y grupos judíos, como la Liga Antidifamación (uno de los mayores grupos judíos en EEUU) consideran que un supremacista blanco capaz de atacar una sinagoga es igual que alguien como yo, que es crítico con las políticas de Israel. Es una locura. Y hace más difícil luchar contra el antisemitismo real.

P. Publicaste el libro en 2023, antes de los ataques del 7 de octubre. En el libro describes con detalle las tácticas y tecnologías mediante los que Israel ha convertido Palestina en una suerte laboratorio del espionaje militar. ¿Falló el experimento? ¿Qué sucedió? 

R. Todavía hay mucho que no sabemos, no ha habido una investigación completa y transparente. Con lo que sabemos, puedo decir que sería un error creer que esto ha sido solo un fallo tecnológico. Obviamente, hubo un fallo de la inteligencia, de los militares y de los políticos el 7 de octubre. Toda la infraestructura en torno a Gaza colapsó. Los militantes de Hamás pudieron cruzar a Israel durante 10, 12 horas, o más. Todo el sistema militar estaba ausente. Esto es cierto. Pero hay algo más de fondo: la arrogancia de creer que Hamás era incapaz de hacer algo de esta dimensión. Una soberbia que les decía (a los israelíes) que los palestinos en Gaza estarían dispuestos a aceptar la ocupación para siempre y que nunca se atreverían a alzarse. Nada de esto justifica lo que hizo Hamás, algo atroz y barbárico, y además contraproducente para la causa palestina. 

P. ¿Entonces fue el factor humano? 

R. Israel depende en exceso de las soluciones tecnológicas para problemas humanos. Por ejemplo, alguien decidió un año antes del 7 de octubre detener la escucha de las radios de onda corta y walkie-talkies de Hamás. Quién sabe por qué. Ahora suena como una locura y una temeridad. También hubo injerencia política. El Gobierno movió muchas tropas a Cisjordania y dejó desprotegidas las comunidades del sur. Como el 11-S en Estados Unidos, esto fue una catástrofe de inteligencia. El factor humano fue el eslabón más débil en la cadena de errores. Hay reportes de que la inteligencia israelí tuvo informaciones bastante detalladas de los planes de Hamás, pero no se les dieron credibilidad. Pero insisto, el verdadero error fue de concepto. De no creer que algo así podía suceder. Los israelíes llevan año viviendo en un autoengaño, vendiendo la idea al mundo de que los palestinos podían ser ignorados y olvidados y que ellos aceptarían su destino.

P. Argumentas en el libro que todo esto no es casualidad. Que forma parte de un modelo que se lleva décadas refinando. Provees varios ejemplos históricos de cómo la industria de defensa israelí ha prosperado gracias a una falta de escrúpulos para hacer negocios (industriales o geopolíticos) con cualquier tipo de gobierno, régimen o dictadura. 

R. Sabemos mucho del papel de Estados Unidos en las guerras sucias de América Latina, siendo cómplice de varias dictaduras. Pero es menos conocido el papel de Israel, que muchas veces fue de hecho más importante que el americano. Hubo un momento en que Israel vendía más armas al Chile de Pinochet que Estados Unidos. También su apoyo fue fundamental para las dictaduras centroamericanas, como en Guatemala. Israel estaba obteniendo una invaluable experiencia de entrenamiento militar en Palestina cada día, especialmente después de la ocupación de Gaza y Cisjordania [tras la Guerra de los Seis Días en 1967]. Poco después de 1967, muchos países iban a Israel pidiendo consejo sobre cómo gestionar y reprimir minorías. Birmania, Indonesia, Rumanía, Sudáfrica, El Salvador… 

P. Pero el negocio de las armas es el que es… 

R. La industria militar israelí no es más o menos amoral que la estadounidense, la francesa o la alemana. La diferencia es que seas el décimo mayor suministrador de armas del mundo y quieras presentarte como un faro moral del mundo, cuando en realidad tu política exterior se basa en enseñar a otros cómo controlar a sus minorías y venderles las herramientas para hacerlo. Lo que pasa en Palestina no se queda en Palestina.

P. Lo que llamas en el libro “la israelización de la seguridad global”. Das dos fechas clave para el nacimiento de este fenómeno: la guerra de Líbano de 1982 y los atentados del 11-S de 2001. 

R. Lo que hizo EEUU después del 11-S fue el clásico libro de jugadas de Israel, empleando la retórica y las acciones que Israel llevaba décadas practicando. Aprendieron mucho en la invasión del Líbano. Netanyahu (entonces ex primer ministro) llegó a decir que el 11-S era “bueno para Israel”. No hablaba solo de negocios, también de la narrativa del terror. Y tenía razón. La israelización de la seguridad global supuso intentar escalar el modelo de ocupación, acoso y deshumanización de los palestinos aplicado a los musulmanes en Estados Unidos o a los islamistas en Irak, Afganistán, Siria, Libia. Por eso Israel apoyó fervientemente las guerras en Afganistán e Irak. 

P. El mundo estaba en shock. Buscaban respuestas e Israel tenía una. 

R. Cuando llegó la guerra contra el terror, Occidente llamó a las puertas de Israel preguntando qué podían hacer para contener y eliminar la amenaza. Las compañías israelíes hicieron grandes negocios. Pero eso fue más allá de lo pragmático, también fue ideológico. Fue una forma de demonizar a los musulmanes, de prejuzgarlos. El mundo empezó a hablar después del 11-S de forma muy similar a cómo Israel llevaba décadas haciéndolo. 

P: La narrativa de Israel defiende la democracia y la libertad de un enemigo que niega su derecho a existir. Tú aseguras que se trata de un modelo de “capitalismo autoritario” que exporta tecnologías de vigilancia y ocupación. ¿No hay un punto medio? 

R: Sí, es una democracia. Pero una democracia para los judíos. Si eres palestino en Gaza o Cisjordania, vives en una dictadura. Y si eres palestino en Israel aunque puedas votar eres un ciudadano de segunda. Y el modelo es imitado. Por ejemplo, India, la autoproclamada mayor democracia del mundo, se está escorando hacia un Estado hindú fundamentalista. Ambos te dirán que respetan la democracia y la libertad de expresión, pero la retórica no coincide con la realidad. No es que Israel haga nada, es que es el modelo para países como India, Hungría y para muchos en la extrema derecha global. 

P: Es sorprendente la creciente sintonía entre la ultraderecha global y el Estado de Israel, dadas las incongruencias históricas. 

R: La extrema derecha ha sido históricamente antisemita, así que choca mucho ir a una manifestación de ultraderecha donde se ondean banderas de Israel. Y esto no es porque ahora les gusten los judíos, en absoluto. Es porque les gusta la visión de Israel. Les gustaría tener una nación cristiana fundamentalista en los mismos términos. El atractivo de Israel en la extrema derecha es más grande de los que mucha gente quiere aceptar. Y en países elevados culturalmente, como Francia o Suecia. Los líderes del partido de extrema derecha sueco estuvieron hace poco de visita en Israel. Un partido que tiene una historia neonazi. ¿Qué hace Israel alineado con un partido como este? Porque para Israel es más importante aliarse con gente que odie a los musulmanes que con los que quieren a los judíos. Eso me asusta.

P: ¿En qué consiste el laboratorio palestino? 

R: Lo primero es el control de los movimientos de todos los palestinos con nombre y apellidos. Una cantidad ingente de puntos de control con escáneres biométricos, faciales, de iris, de huellas. Cualquier desplazamiento puede ser bloqueado en cualquier momento sin explicaciones. Aunque se argumentan razones de seguridad, la mayoría de las veces se hace para humillarlos, para controlarlos y mostrarles quién manda. Israel acumula todo tipo de información y datos de los palestinos a los que luego trata de chantajear y reclutar como espías. Puede ser porque necesites un tratamiento médico, visitar a un familiar enfermo, o por tus preferencias sexuales. Se utilizan todo tipo de tecnologías de espionaje, control de comunicaciones, control de población y, por supuesto, armas. 

P: Y aseguras que esto es un gran escaparate global, ¿por qué? 

R: La razón por la que muchos países, incluyendo la UE, han estado dispuestos a comprar equipo de defensa israelí, armas, software de espionaje, etc. es precisamente porque ha sido probado en Palestina. De hecho, es el principal argumento de venta. Por ejemplo, los drones de vigilancia que utiliza la UE en el Mediterráneo para monitorear migrantes, que fueron probados en Gaza. Han testado equipos como los drones de aguas fétidas (Skunk Water) o de bombas lacrimógenas (Sea of Tears), formas terribles de control de multitudes. Ahora mismo muchas naciones están viendo qué se está utilizando en tiempo real en Gaza, qué armas y qué equipos. Esto es lo que Israel vende como probado en combate, que lejos de ser un término peyorativo, es un elemento positivo para la venta. Compran hasta los países críticos con Israel, como los árabes Emiratos, Arabia Saudí, Baréin, Marruecos.

P: ¿Cuáles son las tecnologías que se están probando ahora? 

R: Lo más novedoso del laboratorio palestino hoy es la guerra alimentada por inteligencia artificial. Aseguran que la utilizan para encontrar objetivos fiables para matar terroristas. Aunque por los reportes que salen de Gaza, la IA está siendo utilizada de forma muy distinta y eso de que está minimizando las bajas civiles es una mentira. Israel está utilizando un sistema llamado el Góspel, que es básicamente una máquina de asesinatos masivos y causar la mayor destrucción posible. La idea es que los palestinos de Gaza se alzarán y derrocarán a Hamás, lo que no sucederá en este punto. Mientras, otras naciones están viendo y tomando nota. 

P. Estamos en un contexto de carrera armamentística global, con un auge generalizado de la demanda por sistemas militares. ¿Afectará la catástrofe del 7 de octubre a la imagen de la industria israelí? 

R. La invasión rusa de Ucrania ha sido increíblemente buena para la industria armamentística israelí. En 2022 marcaron récord. Muchas naciones europeas han vuelto corriendo a Israel buscando asistencia, defensas antiaéreas, herramientas de vigilancia. Israel firmó el mayor contrato de defensa de su historia con Alemania antes del 7 de octubre. Y uno pensaría que después del colapso de la inteligencia política y militar del 7 de octubre esto podría afectar a las ventas. Pero no hay ninguna evidencia de ello. Al revés. Hemos visto estos últimos cuatro o cinco meses a Israel promover, publicitar y vender armas que están utilizando ahora mismo en Gaza mientras hablamos. Probadas en vivo y directo, de forma global y mostrado en redes sociales. Eso no es solo para convencer a la opinión pública doméstica de que se está ganando la guerra, es también para promover sus ventas.

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