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Aversión, ansiedad y alienación: estos son los problemas de la generación precaria

Por PlayGround  ·  17.12.2014

Ese curro que no tienes. O ese curro que tienes y que no te gusta. Ese tiempo que te sobra si no tienes pasta y ese tiempo que te falta cuando una empresa te da un poco de dinero por un mucho de ese tiempo. Quizá formas parte de lo que algunos comentaristas políticos llaman precariado. Y tranquilo por eso, porque que estés así de jodida, de jodido, no es casualidad.

El precariado no es un accidente, es una estrategia deliberada del capitalismo global. Así suele introducir el británico Guy Standing su definición de esta clase. Justo en 2011, su El Precariado. Una nueva clase social vino a complementarse perfectamente en nuestro país con la ola de protestas que en aquel momento se dieron. Anomia. Aversión. Ansiedad. Alienación. Estas son las 4 “aes” que configuran, según Standing, al precariado, afectado por bajos salarios, inseguridad laboral y falta de narrativas ocupacionales.

La composición del precariado está clara: ellos son esa generación de jóvenes a la que el mundo laboral ofrecía un horizonte-páramo en el que, por primera vez, la salida más recurrente de la universidad consistía en una mezcla de franquicias fast-food, aeropuertos y lamentos por la vida que iba a ser y no fue. También son quienes se enfrentaban a la alienación política promovida por los grandes partidos para intentar mantener la mecha mojada. Sin embargo, la frustración relativa entre aquello aspirable y aquello conseguido ha puesto a este ejército desfragmentado en primera línea política.

Standing reconoce que Precariado. Una carta de derechos, el libro que ahora presenta, surgió de la ira contra la falta de empatía de políticos y medios con el precariado. En este sentido, es difícil no volver a catalogar la obra que ahora edita Capitán Swing como oportuna. Si su anterior trabajo planteó la definición y origen de este agente social en forma de clase, ahora es momento de concretar demandas. Esta carta de derechos es buena compañera de los intentos de reformar el poder a los que estamos asistiendo. En otras palabras, del 15M a Podemos y el municipalismo de cambio social.

El libro coloca al precariado como agente dinamizador de mejoras reales. Un nuevo contrato social ha de ser suscrito en base al bienestar común. No se trata en todo caso de gritar la revolución a los cuatro vientos, sino más bien de una serie de reformas que puedan realmente llevarse a cabo. Concebido como un manual de cambio, Standing defiende por ejemplo la instauración de la Renta Básica Universal para garantizar una existencia mínimamente soportable.

De hecho, Standing, actualmente profesor de la Universidad de Londres y ex de la Organización Internacional del Trabajo, es miembro fundador y actual co-presidente de la Basic Income Earth, Network (BIEN, o Red Global de Renta Básica). La de la renta básica es una de los 29 artículos contenidos en su carta del precariado. De aspiraciones globales, entre ellos se encuentran propuestas de calado como una redefinición del trabajo, detener la demonización hacia personas migrantes o instituir un derecho al conocimiento financiero para evitar estafas económicas.

“Lo peor sería volver a ser normal”. Standing recuerda en el libro este grafiti en las calle de Madrid a la vez que pone su esperanza en el precariado más politizado para construir la sociedad del futuro. Una en la que no debería haber vuelta al consenso político-laboral que les ha llevado a ser precarios.

En la presentación de esta carta precaria en Madrid y Barcelona —junto a personalidades como las del filósofo y autor de “Sociofobia” César Rendueles, Tania Sánchez de Izquierda Unida o Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero de Podemos— podremos comprobar hasta qué punto puede calar el mensaje de Standing en nuestra caldeada agenda política.

Quizá sea esta la base del nuevo proceso constituyente. O al menos el puente entre lo que todavía no muere y aquello que no acaba aún de nacer. En cualquier caso, algo nuevo. Y seguramente nuestro.

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