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Así se las ingenia el cerebro para convertir la realidad en una gran novela

Por La Vanguardia  ·  16.08.2022

El periodista especializado Will Storr explica de qué forma el órgano que habita en nuestro cráneo dirige nuestra vida, recrea la realidad y nos cuenta historias que nos encantan, porque todos.Así se las ingenia el cerebro para convertir la realidad en una gran novela

“Creo que el cerebro es un gran narrador, que es un cuentacuentos que nos cuenta cómo vivir nuestras vidas y que nos explica qué significan las vivencias que tenemos. Por lo tanto, el cerebro nos pone en el centro del universo. Somos el centro del universo, porque el cerebro nos dice que lo somos”, explica Will Storr, novelista y periodista de investigación, para Magazine Lifestyle. Storr tiene una especial relación con el cerebro y ha sacado conclusiones de cómo nos manipula tras estudiar cientos de estudios e investigaciones que buscan entender el funcionamiento de estos 1.300 gramos de masa arrugada que habita en nuestro cráneo.

Nuestro cerebro construye historias para sobrellevar algo que es inevitable: que acabaremos muriendo”

Will StorrNovelista y periodistas de investigación, autor de ‘La ciencia de contar historias’

¿Conclusiones? En su libro La ciencia de contar historias. Por qué las historias nos hacen humanos y cómo contarlas mejor (Capitán Swing), donde ofrece consejos para mejorar la forma de contar historias, expone una principal: que la realidad que conocemos, o que creemos conocer, es un mundo alucinatorio que ha compuesto el cerebro para comprender e intentar controlar el mundo exterior. Es como si cada uno de nosotros viviera en una vida que solo es real porque nuestro cerebro narrador de historias nos lo ha construido así. “Nuestro cerebro experimenta nuestra vida, experimenta cómo llevamos a cabo nuestra vida y construye historias para sobrellevar algo que es inevitable: que acabaremos muriendo. Por eso, el cerebro construye historias heroicas; para escapar de la miseria de la realidad, para poder sobrevivir, para que nos levantemos de la cama, vayamos a trabajar, para que consigamos objetivos…”.

Una versión alucinatoria del mundo

Will Storr dedica la parte inicial de su obra a explicar la capacidad narrativa del cerebro: “Con el fin de poder contar la historia de nuestra vida, el cerebro tiene que inventarse un mundo en el que podamos vivir, con todo su colorido, su movimiento, sus objetos y sus sonidos. Así como los personajes de ficción existen en una realidad que se ha creado activamente, nosotros también. Pero eso no es lo que percibimos como seres humanos vivos y conscientes. Más bien sentimos que observamos la realidad desde nuestros cráneos, directamente y sin impedimento alguno. Sin embargo, no es así. El mundo de “ahí fuera” es en realidad una reconstrucción de la realidad que se produce dentro de nuestras cabezas. Es un acto creativo0 del cerebro narrador de historias”.

Esta obsesión del cerebro por controlar lo que sucede en el exterior se incrementa con los cambios, que nos ponen en estado de alerta, pero que también nos atraen con sus novedades y oportunidades. Los humanos, que somos curiosos (chafarderos) insaciables, incrementamos el interés a cada cambio. Y nos interesa, sobre todo, lo que les sucede a los demás: “Los seres humanos tienen el don extraordinario de poder leer y comprender las mentes de otras personas”.

Esta capacidad tiene que ver con la necesidad, como especie, de predecir el comportamiento del otro “para controlar el entorno en el que nos desenvolvemos”. Desde el origen de los tiempos, dependemos de la cooperación entre coetáneos para subsistir y, por tanto, pierden importancia la agresividad y la fuerza física. Estamos programados para que los demás nos resulten fascinantes y podamos captar información a partir de sus actos y de la expresión de sus rostros.Lee también

De aquí que Storr defienda que, a la hora de contar historias, lo recomendable es que el narrador dedique más esfuerzos en dibujar buenos personajes que en la trama: “Creo que lo que le interesa a las personas, al receptor, son los personajes. Personajes fantásticos, bien construidos, pueden compensar una trama pobre o poco interesante, aunque lo idóneo es que haya un buen equilibrio entre trama y personajes”.

Los protagonistas tienen que ser complejos para que nos cautiven, porque “nosotros somos multifacéticos, tenemos complejidades, tenemos dimensiones. Por eso, los personajes tienen que estar muy elaborados, porque incluso habiendo cuidado esa elaboración y complejidad, nunca van a ser tan complejos como las personas vivas reales”.

Y además de ser complejos, los protagonistas deben tener, sobre todo, defectos. En el libro, Storr se refiere al “defecto sagrado”, que define así: “Necesitamos un tipo específico de defecto, uno en torno al cual nuestro personaje haya formado una parte esencial de su identidad y que tenga el potencial de hacerle daño”.

Chafarderos por naturaleza

Storr se refiere en el libro a algo que nos hace humanos. El deseo de saber del otro: “Somos una especie hipersocial, con unos cerebros domesticados diseñados específicamente para controlar un entorno integrado por otros humanos. Somos insaciablemente inquisitivos; ya desde el principio, siendo pequeños, hacemos decenas de miles de preguntas sobre por qué una cosa provoca la otra. Siendo como somos una especie domesticada, lo que más nos interesa de todo son las causas y los efectos en las vidas de los otros. Sentimos una curiosidad infinita. ¿En qué están pensando los otros? ?Qué están tramando? ¿A quién aman? ¿A quién odian? ¿Qué secretos guardan? ¿Qué les importa? ¿Por qué les importa? ¿Son nuestros aliados? ¿Son una amenaza? ¿Cómo es posible que hicieran algo tan irracional, impredecible, peligroso, increíble?…”.

¿Por qué? Porque todos tenemos defectos: “Los personajes perfectos no son interesantes, porque no son un ejemplo de la realidad –explica a Magazine–. Son planos. Nadie es perfecto y no se puede empatizar con un personaje perfecto. Nos gusta ver a un personaje que lucha, que pelea por conseguir sus objetivos, sus deseos, sus sueños y se enfrenta a los obstáculos y los sobrelleva. El defecto sagrado es el que construye la profundidad y da consistencia al personaje”.

Storr ofrece otro consejo para mejorar las historias: “Las narraciones que crea el cerebro tienen una estructura básica de causa y efecto. La causalidad es un elemento fundamental de nuestra manera de entender el mundo” y a las narraciones les funciona muy bien seguir este esquema

Y en el acto de narrar, ¿quién es dios, el narrador o el cerebro?: “Buena pregunta. El cerebro es una voz que nos narra nuestras vidas, día a día, y que nos cuenta quiénes somos. No creo que pueda decir que el narrador es dios, porque nos movemos por emociones, intimidades, el subsconsciente y sus deseos, que desconocemos… No es que el narrador sea dios o lo sea el cerebro o lo sean nuestras emociones, sino que el conjunto de estas tres cosas existen y las tres crean nuestras historias, lo que explica quiénes somos. Hay una lucha constante entre el cerebro, el narrador, las emociones…”

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