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Anna Freixas: “Las viejas de hoy no nos someteremos a la ancianidad dócil que se nos reserva”

Por La Vanguardia   ·  13.09.2021

“Nosotras, las viejas de hoy, hemos recorrido muchos caminos, algunos de los cuales nunca
pensamos que seríamos capaces de traspasar (…). Hemos vivido inmersas en una cultura que ha
intentado por todos los medios que fuésemos unas viejecitas amables y sonrientes, que pasan por
alto todas y cada una de las inequidades y desconsideraciones recibidas, como si sumergidas en
nuestra supuesta inocencia senil no nos diéramos cuenta. Pero mira por donde, hemos dejado de
participar en este juego humillante para empezar a mostrarnos como viejas veraces”. Cambiar la
mirada “Tenemos que acabar con las creencias destructivas que sobre la vejez se imponen” Llega
hoy a las librerías Yo, vieja (Capitán Swing), el libro con el que Anna Freixas (Barcelona, 1946),
escritora feminista y profesora jubilada de Psicología de la Universidad de Córdoba , un análisis
poliédrico y con toques de humor que pretende transformar la mirada de la sociedad sobre la
vejez. Poner, dice, la vejez en la vida, y liberarla en una construcción tanto individual como coral,
de la discriminación por edad que campa a sus anchas . Una agenda política “Hay que revisar las
residencias, limitarlas a casos de muy severa dependencia” Una nueva generación, dos, tres, de
viejas que ya fueron pioneras en la lucha por las libertades de las mujeres, y que ahora se
predisponen a romper una barrera más. Una empresa para todas. Reencontrarse “La vejez nos
permite volver a quienes éramos, bajar de la noria de los demás” El libro, señala, habla de los
derechos humanos en la vejez, de los derechos humanos de las mujeres en la edad mayor: la
libertad, la justicia, la dignidad El libro, con un tono de humor, que lo atraviesa, tiene como objetivo
presentar una vejez afirmativa, elegante, en la que nos sintamos cómodas. Para ello nos tenemos
que librar de muchos encorsetamientos. Huye usted tanto de la imagen de la “viejecita pasa” como
del mantra del “envejecimiento activo” y de una “ancianidad que no exponga nuevos estándares y
expectativas inalcanzables” Planteo una vejez confortable, relajada, elegante y, lo que es muy
importante, una vejez interesante. Uno de los problemas de la vejez es la pérdida de significado de
la vida y por tanto hay que mantener objetivos, ganas de participar en la comunidad, de
interesarse por temas diversos. Pero no es esto lo que llega de la mano de los programas de
envejecimiento activo, donde parece que te tengas que poner los tacones y salir triscando.
Envejecemos el día que pensamos que nuestra vida pierde sentido. Hay que crear una cultura del
ser más que del hacer. Y crear un nuevo modelo de belleza. ¿Esta pérdida de significado está
vinculada a la mirada edadista, con prejuicios, que deposita la sociedad? El que tu vida tenga
significado es un proceso personal, eres tú la que tratas de otorgar significado a tu vida, la que
tratas de mantenerte en comunicación, en participación con la sociedad, con la vida. Esto lo
tenemos que hacer mientras la sociedad mira hacia otro lado, las viejecitas no parecemos
especialmente interesantes para nadie. Es una de las transformaciones que nadie hará por
nosotras, y nosotras lo tenemos que hacer individual y colectivamente. Todo lo que hemos
conseguido las mujeres en temas como el aborto, el divorcio, ha sido en comunidad. Y esto es lo
mismo, el club de viejas tremendas es el que puede transformar la mirada de la sociedad. Acabar
con las creencias destructivas que pueden arruinar la autoestima Propone una agenda política.
Habla de la necesidad de replantear las residencias, pensar en dónde vivir, gestionar el dinero
propio… Una agenda política, social, cultural, familiar. Es introducir la vejez en la vida. Nuestra
cultura, como antes las personas se morían antes, no pensaba en los viejos. Pero ahora tenemos
80 años y tenemos voz, palabra, participamos. Queremos vivir en casa si así lo deseamos,
repensar las residencias, donde se despersonaliza a quien entra y reservarlas solo en caso de
personas severamente dependientes, gestionar nuestra economía, que se revise el trato que nos
da la clase médica, tener voz en todos los programas políticos… En esta sociedad, la familia
también discrimina. En ese borrado de las personas mayores la familia tiene mucho que ver. Me
sorprende el escaso valor de las personas mayores cuando en realidad sobre ellas recae una gran
cantidad de bienestar que obtiene la sociedad. Empezando por sus pensiones, por los cuidados de
los nietos, el trabajo voluntario… Si las mujeres paramos el mundo se para, y esto lo podemos
decir sobre las viejas y los viejos. Plantea la vejez como una oportunidad de acabar con el
desasosiego interno que arrastran muchas mujeres, una oportunidad de bajar de la moto de la
actividad. Las mujeres nos hemos mantenido en la moto de la actividad y en la noria de la vida de
los demás. La vejez nos puede permitir volver a nosotras mismas, recuperar quiénes éramos
antes de perdernos en la noria de la beneficencia, de regalar el tiempo y el trabajo. Ahora o nunca.
Si ahora no nos planteamos que vieja queremos ser, cómo queremos vivir les guste o no les guste
a nuestra puritana prole, lo tenemos crudo. No nos someteremos a como la sociedad considera
que debemos ser, a una ancianidad dócil. “Yo, vieja” es un título contundente Es un reclamo
transformador. Lo que quiero es cambiar la mirada que la sociedad tiene sobre la vejez. Quiero
plantear una vejez afirmativa, saber qué viejas queremos ser y hacerlo entre todas. El libro lo que
quiere es complicar las ideas y la mirada con que se reflexiona sobre la vejez, porque son ideas
muy simples. Hemos sido las mujeres, dice usted, transmisoras de conocimientos y valores de
inmensa calidad civilizatoria. “Con nuestro hacer cotidiano transmitimos un patrimonio intangible
que hace que la existencia valga la pena”. Plantea ahora la labor de estas “viejas pioneras”, hijas
del feminismo consciente o inconsciente, como un abrir espacios para el futuro de las más
jóvenes. En esta empresa de amplia envergadura deben participar también las jóvenes. Para que
cuando lleguen a esta edad su vida pueda estar libre de las limitaciones que pesan hoy en la
ancianidad.

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