La autora de Nuestra Menopausia nos concede una entrevista en la que desgrana los verdades y las mentiras sobre esta etapa, sus ventajas e inconvenientes, la belleza después de los 50, las comparaciones con la andropausia y los aliados y los enemigos para esta transición central.
Anna Freixas es una escritora feminista y profesora de universidad jubilada que vende muchos libros. Hace años que escribe sobre las mujeres y en estos días está presentando su reedición en Capitán Swing de Nuestra Menopausia, una investigación actualizada sobre esta trascendente etapa tan vilipendiada.
La entrevistada tiene 78 años y la periodista que junta estas letras 49. Es decir, que una es postmenopáusica desde hace mucho tiempo y la otra está en medio del proceso de cambio que suele durar entre uno y tres años. Una está tranquila, la otra no tanto.
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La conversación es telefónica y sucede un día antes de la celebración del 8 de marzo 2024.
Anna, lo primero es darte las gracias. Leer este libro te saca de encima la gruesa manta del miedo y te pone los pies en la tierra.
Gracias a ti por leerlo e interesarte en contarlo
¿La menopausia es “El Coco” de las mujeres de mediana edad occidentales? ¿Está justificado tanto miedo? Yo confieso que estoy asustada.
La menopausia es un proceso normativo, como la menarquia –cuando nos llega la regla–. Lo que pasa es que en esa primera transición hormonal, en la que también tenemos molestias, nos cuentan que es positiva, que nos hace mujeres y sobre la menopausia nos dicen lo contrario. La pregunta que tendríamos que hacernos es de dónde viene ese terror a una etapa que sí o sí todas vamos a tener que pasar.
Sin embargo, ese terror y ese periodo no es igual en todo el mundo. En el libro repasas cómo se vive la menopausia en las diferentes culturas y países y, curiosamente, resulta que cuanto más mejora la posición social y personal de las mujeres en esa época menos padecen la menopausia, menos síntomas manifiestan. ¿Por qué unas sufrimos más que otras este cambio?
Porque no es lo mismo. Entre el pueblo navajo se considera que las mujeres viejas “caminan hacia la belleza”. Esos relatos y esos hechos, que las mujeres postmenopáusicas asciendan socialmente por serlo, influyen. El relato tenebroso occidental sobre la menopausia funciona como profecía autocumplida. La patologización tampoco ayuda. Nos tratan como si estuviéramos enfermas. No es una enfermedad. Es un proceso natural que puede ser muy positivo.
Las mujeres, cuánto más adheridas están al modelo heteropatriarcal, cuánto más vinculadas están a la presunta imagen de la feminidad y todo eso, más temen y, seguramente peor la pasan. Las profesionales suelen estar a otras cosas y la pasan con algunos signos para algunas, con ninguno para otras y la vida sigue.
Menopausia–andropausia. ¡Qué relatos culturales tan distintos, ¿no?
Bueno, ya sabes: “El hombre y el oso cuanto más feo más hermoso”. Ellos han construido una ley del embudo. Ya lo decía Susan Sontag: mientras ellos maduran, nosotras envejecemos. Mientras los signos del envejecimiento a los hombres les hacen atractivos a nosotras nos devalúan.
La andropausia también tiene muchos signos como, por ejemplo, una disminución de la potencia sexual y, a partir de eso, una importante crisis de la identidad masculina, porque está muy marcada por la potencia sexual. Y entonces se producen muchas crisis de los 50, muchas separaciones…
Yo creo que muchos de los problemas que sufre el mundo actual tienen que ver con hombres andropáusicos que compensan su falta de potencia montando guerras o masacrando países. Sin embargo, de la andropausia no se habla porque ahí está el honor masculino. Las mujeres, en nuestra cultura, no tenemos honor.
Hablas de “la industria menopáusica” y cuentas cómo la patologización del proceso ha vivido varias etapas desde los años 30, cuando empezaron los tratamientos con hormonas. Un hito en esa historia es el dorado que propuso en los 60 el ginecólogo canadiense Robert Wilsom con su libro “Femenina para siempre”, en el que proponía la hormonación de por vida. ¿Cómo nos hacen creer que son las hormonas las que nos hacen ser mujer?
Porque ha habido una identificación total entre ser mujer y ser fértil; la consideración antigua de las mujeres como seres reproductivos. Su único valor era ése y sigue siéndolo en muchos países, como por ejemplo en Kenia, donde no hace mucho vi como a una mujer la repudiaba el marido por no poder tener hijos y el estéril era él. Ella con su siguiente pareja tuvo un montón de niños. Ana Freixas: “Muchos de los problemas que sufre el mundo tienen que ver con hombres andropáusicos que compensan su impotencia masacrando países”.
Cuando nosotras éramos niñas, en mis tiempos, cuando te venía la regla te decían que ya eras mujer. Y, siguiendo esa lógica perversa, cuando ya no puedes reproducirte dejas de serlo. En los primeros años de los tratamientos hormonales el ginecólogo vendía a las mujeres: ¡seguirás teniendo la regla! Es decir, seguirás siendo atractiva para los hombres, porque a los hombres las mujeres que sangran les encantan. No sabemos qué perversión vampírica hay en esto. ¡Je, je, je!
¿Y cómo llegamos a creer que podemos ser jóvenes para siempre, que menstruando artificialmente lo seremos?
¿Jóvenes para siempre? Lo primero que hay que tener en cuenta es que con esos tratamientos sube el riesgo de cáncer de mama, cardiopatía, ictus… La garantía no la tienes y luego que es una aberración querer ser joven para siempre. El carnet de identidad dirá la edad que tienes, te pongas las hormonas que te pongas. Por mucha máscara que lleves, tu cuerpo a los 70 es un cuerpo de 70. Es que tenemos que respetarnos, tenemos que querernos. A los 40, como mujeres de 40; no como barbies de 12. ¿Quién ha decidido que la única belleza es la belleza de los 25 años?
Las terapias hormonales que están más en desuso en Occidente se están implantando en países menos desarrollados. Es decir, que la patologización del proceso natural se está exportando, ¿el círculo perverso se perpetúa?
Sí, eso siempre. Cuando las mujeres de países pobres se casan de blanco, las mujeres de los países ricos ya no se casan de blanco. Cuando nosotras hemos descubierto que esto tiene sus riesgos, los llevan a otros países que puedan aspirar a eso. El dinero no tiene límites, no tiene alma.
Yo creo que hay ginecólogos y ginecólogas jóvenes que de verdad creen en los beneficios de las terapias hormonales en algunos casos, que no lo hacen por motivos económicos, pero creo que la reflexión profunda sobre la menopausia está por hacer tanto por parte de las mujeres y como por parte de la clase médica y farmacéutica.
La menopausia consiste en que tu cuerpo aprenda a vivir con niveles de estrógenos y progesterona distintos al principio, primero erráticos, y luego bajos. De la misma manera que tu cuerpo aprendió a vivir con ellos, en la preadolescencia cuando teníamos granos, nos dolía la tripa, el pecho, la cabeza… Nadie patologizó aquello, aunque, bueno, habrá que esperar a ver qué son capaces de inventar. Anna Freixas: “Tenemos que respetarnos, tenemos que querernos. A los 40, como mujeres de 40; a los 50, como de 50, no como barbies de 12”.
También hablas de lo que yo he bautizado como “Las 7 plagas”: sofocos, insomnio, osteoporosis, sequedad vaginal, depresión, cambios de humor, engorde… Estos signos, que te gusta llamar así y no síntomas –porque esto no es una enfermedad– los sufren muchas menos mujeres de las que
creemos, por un tiempo determinado y no siempre están provocados estrictamente por la transición ¿No?
Claro. Es que como dice Carmen Sáez, la menopausia, como una bella capa, todo lo tapa. Lo que pasa es que gran parte de la literatura sobre la menopausia está escrita a partir de las mujeres que van a las consultas médicas. No de las muchas que nunca han ido a consultar sobre este tema. Y muchas de las que van lo hacen porque están asustadas por el clima social al respecto. Tú hablas de las 7 plagas… Yo he escuchado a algunos ginecólogos hablar de 80 síntomas, que son muchos. ¡Eh! Es brutal.
Quiero decir, ¿en qué medida los sofocos pueden ocasionarte insomnio o es que tu momento personal a los 50 años, de enorme tensión laboral, poderío, responsabilidad, o de enorme crisis, preocupación por la pensión, el cuidado de tus padres, tu relación de pareja de larga duración, te provoca un estrés extra?
Es decir, nadie te puede garantizar que porque tomes un tratamiento hormonal vas a dormir como una princesa. Porque además de tu bajada de estrógenos, a lo mejor, tu jefe te hace mobbing o tu pareja es un plasta con el que llevas treinta años y ya no sabes qué hacer con él, o tu padre o tu madre están perdiendo la cabeza y tú haces con eso lo que puedes. Es un momento súper interesante en el que tomar decisiones muy importantes para los cuarenta años que nos quedan. La menopausia ocurre en un momento central en la vida de las mujeres.Anna Freixas: “Somos las pobres del planeta y nos tenemos que gastar el dinero en enmascararnos”.
Volvamos a la belleza, de la que hablabas antes. En el texto afirmas que no disponemos de suficientes modelos legitimados de belleza en la edad mayor, que “La Industria de la Menopausia” nos incita a aferrarnos a la juventud, que necesitamos un nuevo imaginario de belleza, que se puede ser mayor y guapa y no nos lo dicen.
Mira. Yo me dedico a estos temas porque soy una optimista radical y soy una observadora. Voy por las calles mirando sobre todo a las mujeres y sobre todo a las mujeres mayores. Y miro cómo calzan, cómo visten, cómo se peinan, su mirada, cómo se mueven, su energía… Y veo muchas con el pelo blanco, con arrugas, con andares de mujer mayor pero exudando dignidad.
Y también veo a otras torturadas por el heteropatriarcado, con su máscara puesta y me dan pena. ¿Cuánto sufre está mujer? ¿No? ¿Cuánto se gasta? Que somos las pobres del planeta y nos tenemos que gastar el dinero en enmascararnos. Y, ¿sabes qué pasa con las máscaras? Que las máscaras se mueven, se caen y aparece tu yo.
Así que me quedo con esas muchas mujeres bellas que veo. Y, además, creo que el mundo de la moda debería verlas también y darse cuenta. Son las de más de 50 las que tienen dinero para una chaqueta nueva, no las jovencitas mileuristas. Creo que todo esto mejorará, que ya estamos en ello. Tenemos que validar otro modelo de belleza.
¿Qué nos puede ayudar en esta etapa? Hablas de los abanicos, de compartir la experiencia, de desdramatizar, de hablar, de ser consciente de sus ventajas. Nos cuentan mucho sus inconvenientes pero ¿cuáles son sus ventajas?
La primera, para las heterosexuales, se acabaron los anticonceptivos –lo que implica una libertad para la sexualidad que nunca has tenido–; no estás cíclica –con los altibajos físicos y emocionales que eso supone–; no te duele el pecho, la barriga, la cabeza y tienes una libertad interior que antes no tenías.
Hay un diccionario árabe que ha cambiado el significado de la palabra menopausia por el de “la edad de la renovación”. Me encanta. En las charlas que doy desde hace años la mayoría de las mujeres a las que he preguntado que es lo mejor que te ha pasado a nivel corporal en la vida todas te dicen que la menopausia.
La temen las jóvenes por el nefasto mensaje cultural. Por eso es tan interesante hablar. Habla con tu madre, con tu abuela, con tus amigas y verás. Y eso que creo que hay tantas menopausias como mujeres y, por supuesto, que algunas lo pasan mal, que la menopausia va del 0 al infinito, como la sexualidad.
Hay mujeres que después de la menopausia deciden cerrar el chiringuito sexual y no le dedican ni un minuto de su energía y otras que renuevan su interés y encuentran un camino que les da muchísimo placer. De las ventajas no se habla también porque hay un interés en mantenernos sumisas y amables, asustadas y deprimidas y de una en una.
También dedicas capítulo a los presuntos cambios de humor, que relacionas con la libertad para estar en contacto con la rabia.
Sí, la edad nos suele poner en contacto con la rabia, que es una emoción que te avisa de que estás siendo abusada y que está muy contenida en la etapa fértil porque está muy estigmatizada, porque se considera un rasgo masculino. Cuando llegamos a estas edades llega “La Época del Yo Ya”. Yo ya no me callo, yo ya no trago… Una hermana mía me dijo a los 80: “Yo ya no me dejo pisar”.
Es la edad de la libertad para mostrar incluso la ira, para reivindicar tu derecho a mostrar y reivindicar tus emociones, tus ideas, tus proyectos.
Pero no todos lo entienden, ¿verdad? Escribes que para muchos las menopáusicas o estamos de los nervios o estamos de las hormonas.
Sí. Es que eso pasa. Las mujeres o estamos de los nervios y necesitamos tratamiento antidepresivo o de ansiolíticos o estamos de las hormonas. Ahora ha cambiado la cosa un poco. Bueno, lo de los nervios no. Pero si tu te ponías en la puerta de un centro de salud, hace cinco o diez años, y mirabas las recetas de las mujeres de mediana edad al salir, veías en una mano la de las hormonas y en la otra la del ansiolítico o el antidepresivo.
Y las mujeres no estamos ni de los nervios ni de las hormonas, las mujeres estamos de la vida. Cuando nos sentamos delante del médico y le decimos que nos duele todo. ¿Qué nos duele? La vida. El peso tan enorme de la responsabilidad de una estructura familiar que descansa sobre ellas.
Defines a la menopausia como una oportunidad: una oportunidad de viaje interior, de alcanzar la paz por dentro, de la paz hormonal, de ver esos síntomas –que son menos si una se cuida– como una vía para cuidarse más y para ponerse en el centro. ¿No?
Claro. Cuando las mujeres hablan de la menopausia como de lo mejor de su vida o de algo muy positivo están hablando de eso. De ese balance que puedes hacer sobre qué he hecho, qué no, dónde quiero llegar… La mediana edad es un momento muy interesante para resituarte. Es una oportunidad enorme y, de hecho, las mujeres la aprovechan.
Terminas con la esperanza porque de las 135 mujeres que entrevistaste para escribir este libro concluiste que estamos avanzando en libertad para hablar del tema y para desestigmatizarlo.
Sí. Cada vez se habla más. Como se habla más de la regla y sus molestias. Y cuanto más hablemos de las cosas más haremos que los fantasmas se desvanezcan. El libro se lo dedico a las más jóvenes con el deseo de que cuando ellas lleguen a la menopausia se haya normalizado esta etapa y lo hagan llenas de luz, sabiendo a dónde van sin temor.
Y para despedirnos hablemos un minuto del 8M y del movimiento feminista. En tu libro además de los testimonios, recoges documentación de mucha bibliografía feminista y mucha historia de las mujeres y concluyes la importancia de la unidad en el movimiento. ¿Cómo ves la división en España en estos momentos?
Yo vivo muy mal este cisma en el feminismo con las viejas feministas. Creo que es mucho más lo que nos une que los que nos separa, que siempre ha habido diferentes opiniones sobre cosas, pero no entiendo que eso sea motivo para una escisión tan importante.
Creo que tendríamos que pensar más en todo lo que hemos conseguido, incluso teniendo opiniones diferentes, que deberíamos pensar menos en nuestro ombligo y más en las mujeres como movimiento social.
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