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Anna Freixas: “Las mujeres mayores no pedimos caridad sino justicia”

Por 65ymas  ·  19.11.2021

Anna Freixas (Barcelona, 1946) lleva años defendiendo que la vida de las mujeres ha cambiado radicalmente en las últimas tres décadas. Ella ha sido psicóloga y profesora en la Universidad de Córdoba, además de autora de una obra pionera en la gerontología feminista: Mujer y envejecimiento. Aspectos psicosociales, que comenzó a germinar a partir de su tesis doctoral. También ha escrito Abuelas, madres, hijasNuestra menopausia: una versión no oficialTan frescas. Las nuevas mujeres mayores del siglo XXI y Sin reglas. Erótica libertad femenina en la madurez. Ahora acaba de publicar Yo, vieja. Apuntes de supervivencia para seres libres (Ed. Capitán Swing), sobre este libro y su visión de la vejez habla para 65Ymás.

Pregunta: ¿Cómo surgió Yo, vieja?

Respuesta: Surgió de la necesidad de reivindicar la palabra vieja como un término que describe un momento del ciclo vital y de la necesidad de normalizar la vejez como algo que sucede de forma natural y no como si fuese la casilla negra de llegada. Surgió para tratar de plantear todo aquello que nos ocurre porque somos viejas y también aquello que hacemos y a veces molesta a la gente porque somos viejas.

P.: Usted sostiene que los derechos de las mujeres pasan por tres principios: libertad,  justicia y dignidad. Vamos por orden, libertad…

R.: Queremos que la misma libertad que nosotras hemos dado a nuestros hijos e hijas nos la devuelvan en la vejez y podamos tenerla para ser o para no ser, para ser diferentes, activas o pasivas, obedientes o desobedientes… Es decir, queremos la libertad como algo que nosotras nos concedemos a nosotras mismas porque exigimos que la sociedad nos respete para poder tomar las riendas de nuestra propia vida.

P.: Justicia…

R.: Nosotras no pedimos caridad sino justicia. Exigimos que el trato y las condiciones de vida que se nos ofrezcan realmente se correspondan con lo que nosotras hemos aportado, seguimos aportando y aportaremos a la sociedad. Esa justicia es algo que se nos debe por lo mucho que hemos aportado.

P.: Dignidad…

R.: Yo entiendo la dignidad desde dos perspectivas. La dignidad que yo me otorgo a mí misma en la manera en que me relaciono con la gente, en la que me visto, en cómo me comporto, respetando mi vejez con dignidad, con elegancia. Pero al mismo tiempo exigiendo a la sociedad que me respete como soy, que no me trate como a una niña pequeña, que no me infantilice, que me hable en un tono correcto porque somos mayores pero no tontas.

P.: De alguna manera en la sociedad está presente la idea del sacrificio como fuente de satisfacción para las mujeres…

R.: Lamentablemente es así, en la sociedad está muy presente la idea de que nosotras somos seres para los otros, que entregamos nuestro tiempo como si nos sobrara, que no exigimos que los demás resuelvan su propia vida sino que lo hacemos nosotras por ellos… Y esta manera de vivir como seres sacrificados, de ser una buena madre, hija, hermana, esposa… Esto siempre implica una dosis de sacrificio que es realmente injusta.

P.: Usted sostiene que el patriarcado hace trampas para someter a las mujeres…

R.: Desde siempre hay una trampa que como te decía es la de tener que ser una buena madre y esposa, el ángel del hogar. Es esta idea de que tenemos que ser personas de vaselina para que con nuestro buen hacer los demás no hagan y todo vaya bien porque no nos quejamos. La ira o la rabia que podamos sentir obedece siempre a una situación injusta, nadie siente ira si es bien tratado y con justicia. Sí, hay una serie de trampas que nos circunscriben a una feminidad obediente y sumisa, ahí reside el problema.

P.: Sostiene que su libro son “apuntes de supervivencia” pensados para la nueva generación de mujeres mayores que van estrenando libertades… Bienvenidas sean, pero ¿no es un poco triste que haya que decir aquello de que más vale tarde que nunca?

R.: Sí, pero claro, mejor tarde que nunca. De todas maneras creo que este es un libro para viejas, para viejos y también para jóvenes porque les puede dar muchas claves para no tener que apuntarse a algunas cosas en el último momento, como bien has dicho, nunca es tarde. Yo soy muy partidaria del nunca es tarde porque no todo el mundo tiene las mismas posibilidades ni los mismos recursos y hay situaciones que no permiten vivir de una determinada manera. Creo que estos apuntes de supervivencia tratan de iluminar situaciones usando mucho el sentido del humor y haciendo bromas, pero no dejan de ser situaciones reales con las que nos encontramos y para las que muchas veces no tenemos respuesta. El libro es mi manera de sugerir esas respuestas para vivir de una manera digna una vejez libre.

P.: El libro habla de algo tan hermoso como “esas mujeres mayores que mientras se desplazan por el calendario son capaces de escudriñar la vida y las relaciones cotidianas con perseverancia y agudeza”… Háblenos de esto por favor.

R.: Las mujeres hemos aprendido con el paso del tiempo que muchas de las cosas que nos ocurren, nos suceden precisamente porque somos mujeres, o viejas, o demasiado amables, o excesivamente condescendientes, no ponemos límites en el momento que tenemos que hacerlo… Entonces aprendemos a mirar con atención las cosas que nos pasan y vemos que esto me está pasando justamente porque soy vieja y para que esto cambie soy yo la que tiene que cambiar mis respuestas, mis actitudes y la manera de enfrentarme a mi mundo.

P.: Uno de los peores tabúes que por desgracia aún persisten es que el valor de la belleza reside en el cuerpo olvidando el conocimiento, la sabiduría, la inteligencia, la profesionalidad, la edad…

R.: La belleza en los mayores va de la mano de la dignidad y de la libertad. A veces se proponen modelos de belleza para la gente mayor que son irrespetuosos porque proponen una vejez imposible que no puede alcanzar la mayoría de la gente. Lo importante es que seamos nosotras las que podamos definir un modelo de belleza, que exijamos que haya una moda asequible, con estilo y glamour, cómoda, relajada y que nos permita vivir agusto en nuestro cuerpo. Tenemos que tratar de definir un nuevo modelo de belleza que nos aleje de la imagen de la vieja con toquilla pero que tampoco sea una vieja imposible y patética.

P.: ¿Cuáles son esas pequeñas cosas cotidianas que pueden alegrar, hacer más fácil la vida de las mayores?

R.: Depende de cada una, pero por norma general es disponer de dinero, de libertad para tomar decisiones sobre tu propia vida, de tener hijos e hijas que te acompañen pero no te limiten ni te juzgan sino que te estimulen y te animen, disponer de redes sociales, de gente con la que poder compartir nuestros intereses y nuestras vidas… todo eso es lo que nos hace la vida más fácil.

P.: ¿Y las que pueden amargarla?

R.: Lo contrario de lo anterior. Encontrarte con el mandato de ser una vieja sí o sí activa, de ser una vieja extravagante para parecer moderna, no tener dinero ni salud, unos hijos que te controlan, no poder vivir en tu espacio, tener que cuidar nietos si no quieres hacerlo… Hay muchas cosas que pueden amargarnos la vida.

P.: ¿La sociedad entiende que la sexualidad, igual que la persona, evoluciona con los años?

R.: Muchas veces no. Ciertamente la sexualidad en la edad mayor es tabú para hombres y mujeres, pero los hombres siempre tienen la posibilidad de escapar siendo el viejo verde o esgrimiendo que ellos tienen muchas necesidades a cualquier edad, pero a las mujeres siempre las persigue la sombra de la prostitución. De hecho en este tema subyace un deseo patriarcal de que las mujeres desaparezcamos en la edad mayor para que ellos tengan el campo libre y puedan mantener relaciones con mujeres más jóvenes sin dejar a sus parejas cuando en realidad todos los estudios sobre sexualidad demuestran que las mujeres podemos tener deseo y placer sexuales a lo largo de toda nuestra vida, que esto no solo se circunscribe a la edad fértil, a pesar de que la sociedad patriarcal presupone que la sexualidad femenina está estrictamente ligada a la fertilidad. Y eso en España que tenemos la segunda tasa de natalidad más baja del mundo y según eso, la sexualidad tendría que estar restringida a cuatro relaciones a lo largo de toda tu vida (risas). Pero cada vez está más claro que esto no es así y que el deseo de las mujeres se mantiene, pero existe un mandato social que permite a los hombres mayores unas actividades y una actividad sexual que no se permite a las mujeres.

P.: ¿Es tan errónea como parece la imagen que la sociedad tiene de la vejez?

R.: Hay una idea obsoleta sobre la vejez que se asienta en una falta de estudios, de educación y de modelos. Ahora es cuando estamos empezando a vivir una vejez más significativa, más multicolor, afirmativa, orgullosa y dichosamente libre. Cada vez hay más gente que analiza la vejez como algo que se da de forma natural. Hay que poner en valor la vejez como el triunfo de la edad y de la decisión de las personas mayores de hacerse visibles y demostrar que somos capaces de vivir vidas significativas y multicolores.

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