Una serie de investigaciones publicadas a principios del mes de marzo en The Lancet advertía de los riesgos que conllevaba la excesiva medicalización de la menopausia y reclamaba un cambio en su atención, dando más información a las mujeres. De eso, y de mucho más, habla el libro Nuestra menopausia. Una versión no oficial (Ed. Capitán Swing) de Anna Freixas, la autora que lleva años siendo portavoz de las mujeres menopáusicas. En él, desdramatiza sobre la edad a partir de testimonios de mujeres que reflexionan sobre su relación con esta etapa de la vida, el deseo y la sexualidad y el porqué del miedo a enfrentarse a ella que existe en nuestra sociedad.
P. El libro fue una petición de Capitan Swing para que actualizase el que había escrito 2007. ¿Qué ha cambiado desde entonces, si es que ha cambiado algo?
Algunas cosas han cambiado poco, incluso para peor. Pero también ha habido mejoras. Las mujeres están más informadas, preguntan más, son menos crédulas, cuestionan más los tratamientos… En este sentido, hay un importante avance, aunque haya quienes no lo consideran así y sean capaces de afirmar que las españolas somos hormonofóbicas. Pero hay parte de la clase médica que empieza a convencerse de que tampoco habría que medicalizar la menopausia porque, al fin y al cabo, es un proceso normativo en la vida de las mujeres. De la misma manera que era natural tener la regla, pues es natural que se vaya.
Por otra parte, también se inventan nuevas cosas, como que hay 80 síntomas en la menopausia y la permenopausia, como si fueran indicativos de una enfermedad.
P. Siempre dice que prefiere hablar de signos antes que de síntomas.
Es que un síntoma es algo que evidencia una enfermedad. Hay un par de ellos que parece que son los más prevalentes, que serían los sofocos, aunque no todas lo sufran muchísimo y dentro del porcentaje de las que sí hay quienes lo pasan fatal y quienes prácticamente no se enteran. El otro signo es la sequedad en la piel, vaginal, de las mucosas… lo que es bastante factible de solucionar.
En este sentido, hablar de síntomas es reconocer la meopausia como una enfermedad. Pero si la menarquía no lo es, ¿por qué lo va a ser la menopausia? Es un proceso que van a pasar todas las mujeres sí o sí. Forma parte del programa genético y del desarrollo.
P. Una de las cuestiones que trata en el libro es que la menopausia estaría patologizada. ¿Desde cuándo?
Desde mediados del siglo XX. Antes no. Fue ahí cuando empezaron a considerar que la menopausia era una enfermedad por déficit de hormonas. Pero repito: es una transición natural en la vida. Es como si mañana nos medicásemos porque tenemos canas.
Esa medicalización ha ido acompañada de una campaña de miedo hacia las mujeres, sobre todo las chicas jóvenes. Ellas son las que más miedo tienen. Las que la han pasado te dicen que es lo mejor que les ha ocurrido; que desde entonces están mucho más enérgicas y llenas de vida, mucho más autónomas y mucho más libres. Han recuperado su yo. Las que quieren han podido negociar su sexualidad. La menopausia es como un éxito en la vida.
P. Usted es bastante crítica con la terapia de reemplazo hormonal, pero las sociedades médicas aseguran que es un tratamiento bastante selectivo, según para qué paciente, y muy controlado; que es un avance para que, las que lo necesitan, tengan mejor calidad de vida.
Dese cuenta que esta es la fórmula que han puesto en marcha después de la anterior, que era dar hormonas para todas indiscriminadamente. Cuando surge un estudio [el WHI (Women’s Health Iniciative)] que demuestra que hay más cáncer de mama, más ictus y que más trastornos cardiovasculares el discurso es otro: se dice que son suaves, para algunas personas… Hay un hecho importante, y es que cuando se paró ese uso indiscrimnado, el número de cánceres disminuyó de una manera importante. No hace falta decir más.
Para la clase médica que no escucha nuestra voz, las mujeres o estamos de los nervios y nos dan ansiolíticos y antidepresivos, o estamos de las hormonas y nos dan más. No estamos de la vida
Las mujeres se lo piensan antes, porque quizá la menopausia no se produce en un vacío, sino en el centro de una vida. Y aunque cada una es diferente, en la mediana edad, en torno a los 50 años, las mujeres estamos en una encrucijada laboral, afectiva, familiar, sexual, relacional… De media, nuestros padres tienen unos 80 años y muchas los tienen que cuidar. Es decir, que nuestras vidas son de alto estrés, algo sumamente relacionado con los sofocos. Para reducirlos, quizá no necesites tomar estrógenos, sino mejorar tu calidad de vida, hacer más ejercicio, cuidar tu alimentación o mejorar tu ritmo.
P. Cuando se publicó aquel estudio en 2002, muchos médicos se percataron que mientras las mujeres dejaban la terapia hormonal, aumentaba la toma de ansiolíticos.
Los ansiolíticos siempre han sido los reyes de la vida de las mujeres. La vida de las mujeres es muy estresarte. Esto enlaza con lo que decía antes: en este centro de la vida hay un enorme estrés, lo que dificulta el sueño, da problemas para concentrarse, etcétera.
Los ansiolíticos no han subido porque no haya hormonas, sino porque cuando las mujeres van al médico o a la médica y les cuentan que no pueden dormir porque están agobiadas, en vez de profundizar en cuál es su vida, y cuáles son sus estresantes o lo que deberían cambiar para mejorarla, les dan un ansiolítico. Pero es que somos un ser biopsicosocial. Los 50 es una edad muy, muy estresante.
Para la clase médica que no escucha nuestra voz, las mujeres o estamos de los nervios y necesitamos ansiolíticos y antidepresivos, o estamos de las hormonas y necesitamos consumirlas. No estamos de la vida. No estamos del silencio, de la falta de comunicaciónm de la falta de poder hablar… Todo eso no cuenta. Es mucho más cómodo dar un antidepresivo y quitarse a la mujer que tiene quejándose enfrente.
P. Es una queja recurrente también entre las chicas y mujeres con la menstruación, que sienten que todos los problemas derivados de ella se arreglan con anticonceptivos. Los médicos también dicen que cada vez se encuentran con más gente joven que son reacias a tomarlos.
Es bastante parecido. Hablamos de dar anticonceptivos, pero también te puedes encontrar con otros médicos que dicen que la regla duele y que hay que aguantarse, cuando no es así. La menstruación puede doler en un momento determinado, pero no puede incapacitar.
P. ¿Pero hay que aguantarse algunos signos de la menopausia que te dificultan igual día a día? ¿Qué soluciones hay si no se utiliza la terapia de reemplazo hormonal?
El cuerpo va evolucionando. A los 40 tienes un cuerpo de 40, y a los 60, uno de 60. La menopausia implica un descenso de hormonas que hace que ya no tengas la regla y que no seas fértil. Se acabó. No implica todo lo que te venga después. Es muy cómodo achacar un problema óseo a la menopausia. La menopausia no es una capa que todo lo tapa.
P. ¿Es de las qué opinan que la menopausia es una transición o que es un indicador para hacer un alto en la vida y pararse un poco a pensar dónde dónde está una?
Las dos. Es una transición: pasas de ser fértil a no serlo, algo que tampoco es muy dramático porque las españolas no tenemos hijos. En ese sentido, es también una oportunidad para hacer un cierto balance, lo cual es interesante: todas tenemos que pensar qué vieja vamos a ser, cómo vamos a vivir nuestra vejez, si tendremos pensión o no… Es una transición y es la invitación a un proyecto de vida.
P. ¿Y de dónde viene el pánico a pasar por esa transición?
Es un mandato heteropatriarcal. En el siglo XVIII el valor de las mujeres era nuestra capacidad reproductiva. No se iba a la escuela, solo se paría y se fregaba platos. Ahora no. Ahora las mujeres no tenemos hijos, hemos ido a la escuela, tenemos acceso al mercado laboral, ganamos dinero… Estamos en otro sitio. Pero el mandato heteropatriarcal es la feminidad, y esto es resultar agradable y atractiva para un hombre. Solamente valemos mientras somos fértiles, lo cual es una estupidez de primera categoría.
Para un varón, la feminidad implica tener la regla y poder reproducirte. Mientras que ellos están gordos y con todo tipo de calvicie y de cuerpos nada atractivos, exigen que las mujeres seamos Barbies toda la vida. El patriarcado te dice cuando ya no eres un objeto de deseo estás para el arrastre. Pero desde que se te quita la regla hasta que nos morimos tenemos igual 40 años en los que estamos mejor que nunca: tenemos dominio profesional, conocimientos, sabiduría, experiencia… Vivimos un momento de gran poder.
P. Es una etapa que tiene beneficios.
El cuerpo de las mujeres da siempre beneficios. El concepto de belleza, de moda y estética tiene que ver con arruinar y enfermar a una población desde que tiene 10 o 12 años hasta que se muere. Y nosotras, que somos las pobres del planeta, estamos enriqueciendo a una cantidad enorme de gente que vive de falsas promesas, porque todas las promesas de belleza infinita son mentira.
Muchos de los productos de la menopausia se basan en decir tendrás el cuerpo de una chica de 30 años. Pero yo no quiero un cuerpo de una treintañera a los 70: quiero un cuerpo normal, agradable, pero de 70. Con todos sus aditamentos, como arrugas o canas.
P. Entre las cuestiones beneficiosas de esta etapa habla, por ejemplo, de la vida sexual. Pero se habla mucho de que a partir de ahí ya no se tienen los mismos estímulos sexuales y que la llama se apaga un poco.
La sexualidad va del cero al infinito. En la sexualidad postmenopáusica hay de todo: mujeres que mejoran porque negocian o renegocian su relación, porque encuentran una nueva y se encuentran en otro momento y disfrutan de lo que no han podido hasta entonces, ya no tienen miedo al embarazo, no tienen que tomar anticonceptivos… La menopausia supone un momento interesante en la sexualidad.
Otras en cambio dicen que se acabó, que ya no tienen ganas de dedicarle energía a esto. La sexualidad es una actividad en la que se implican varias personas por deseo propio. Que una no desee tener ninguna actividad sexual no significa que esté enferma, simplemente no tiene interés en implicarse. Igual a los cinco años, de repente, se encuentre en una relación en la que sí esté motivada.
Muchas actrices y modelos, sobre todo en Estados Unidos, están hablando con mucha naturalidad de la menopausia. Algo que sirve para romper el tabú pero, por otro lado, muchas se están dando cuenta de que es la gallina de los huevos de oro. Están lanzando tanto productos como terapias. ¿Cree que eso ha sido contraproducente?
Creo que de lo que no se habla no existe. De la misma manera que ha sido muy interesante hablar de la regla para que las chicas la tratéis con normalidad, otras pueden decir que están menopáusicas y que necesitan un abanico porque tienen un sofoco. O que desde entonces están felices porque su sexualidad ha mejorado un montón.
Hablar siempre es bueno. Además, el hecho de que las actrices hablen de la menopausia también es una estrategia interesante para ellas en el sentido de que les abre el mercado: es una forma de decir que no las van a tirar al cubo de la basura porque todavía itenen 40 años por delante.
¿Qué le diría a una mujer que esté con los primeros signos de la menopausia y que le dé un poco de temor?
Le diría que hablara con otras mujeres. Que se informara, que leyera y que, desde luego, como diría Margaret Mead, viera la brillante energía de las mujeres menopáusicas. Pero, sobre todo, le diría que bienvenida al club.
Que se vienen cosas buenas.
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