La editorial Capitán Swing recopila en ‘La libertad es una batalla constante. Ferguson, Palestina y los cimientos de un movimiento’, los últimos discursos y entrevistas que la activista afroamericana ha impartido a lo largo de estos últimos años.
Para Angela Davis (Birmingham, Alabama, EEUU, 1944) levantarse con el sonido de las bombas era algo habitual. La dinamita, además de ser su despertador matutino, llegó a moldear la sintaxis de su barrio: Dynamite Hill (La Colina de la Dinamita). El humo denso y grisáceo de estos artefactos era para muchos una niebla que caracterizaba la morfología del vecindario. No para ella, que se asfixiaba con aquel aire impregnado de supremacía blanca. “Por una parte, sentíamos una aversión instintiva hacia todos aquellos que nos impedían realizar nuestros deseos, de los más ambiciosos a los más triviales. Por otra parte, sentíamos celos, también instintivos, por el hecho de que ellos tuviesen acceso a todas las cosas agradables que nosotros deseábamos. No obstante, recuerdo muy bien haber decidido, siendo aún muy joven, no albergar ni expresar, nunca, nunca, el deseo de ser blanca”, anotó ella misma en su autobiografía, publicada por primera vez en 1974.
Fue a los cuatro años cuando se percató de que existía un conflicto con “los suyos”. Las miradas de odio y el desprecio que mostraban sus vecinos le hicieron entender que ambos mundos estaban enfrentados. Así se lo demostraron los Montee, un matrimonio de ancianos que vivía a escasos metros de su casa y que jamás le devolvió el saludo. Traspasar el lado este de la calle Center, donde también se ubicaba el domicilio familiar de los Davis en Birmingham, implicaba entrar en guerra. Ocurrió con los Deyabert, una de las primeras familias negras que se adentró en el territorio blanco de la localidad. Su casa fue bombardeada en 1949 por no respetar las reglas establecidas. Sentencia aprobada por el Ku Klux Klan. Mayoría absoluta. No se admite recurso.
Una ‘pantera negra’ histórica
A sus 73 años, la que fuera una de las principales representantes del Partido Político de los Panteras Negras (BPPP por sus siglas en inglés) y del movimiento de liberación negra, sigue difundiendo su mensaje con la misma intensidad revolucionaria que entonces.
Según señala ella misma, la igualdad social aún no se ha logrado del todo en EEUU y la lucha debe continuar. Tras su reciente visita a España, donde impartió una conferencia titulada ‘La revolución hoy’, la activista afroamericana ha centrado sus discurso en cinco ejes: El feminismo negro, la justicia restaurativa, el desarrollo de la clase obrera, la renovación del vocabulario histórico en pro de la “libertad negra”, y la creación de un nuevo movimiento marxista contra el racismo.
“Los partidos políticos existentes no pueden constituir nuestro principal espacio de lucha, pero sí creo que el terreno electoral puede ser un espacio en el que organizarse. En Estados Unidos necesitamos desde hace mucho tiempo un partido político independiente, antirracista, feminista y obrero”, le reconoció la propia autora al periodista Frank Barat en 2014. Esta y otras conversaciones, así como sus últimos discursos, se recogen en La libertad es una batalla constante. Ferguson, Palestina y los cimientos de un movimiento (Capitán Swing, 2017).
Ferguson versus Palestina
El asesinato de Michael Brown a manos del agente Darren Wilson y los posteriores sucesos que tuvieron lugar en Ferguson, hace ahora tres años, tienen para la autora cierto paralelismo con la ocupación de Palestina, entre otras cosas, por la violencia policial empleada en ambas zonas. Tesis principal de su último libro. “Este uso de la guerra contra el terror como una denominación genérica del proyecto de democracia occidental del siglo XXI ha servido como justificación del racismo contra los musulmanes, ha legitimado todavía más la ocupación de Palestina, ha redefinido la represión hacia los migrantes y ha llevado indirectamente a la militarización de los departamentos de policía local de todo el país”.
Para Davis, la opresión con sus compatriotas sigue existiendo y sigue creciendo en Estados Unidos. Según los últimos datos recabados por la organización The Sentencing Project, de los hombres negros tienen “seis veces más probabilidades de ser encarcelados que los hombres blancos”.
Pobreza, etnia y religión siguen caminando de la mano, y la visión colonialista parece seguir vigente en ciertos sectores de la sociedad americana. “La libertad negra no se ha logrado todavía. Sobre todo considerando que un gran número de personas negras viven en la pobreza y que un número desproporcionado están encarceladas, atrapadas en la red del complejo industrial de prisiones (…) El racismo contra los musulmanes se ha alimentado del racismo contra los negros”, anota la propia Davis en sus páginas.
Reformular el relato histórico
Tal y como analiza en el discurso The Truth Telling Project: violencia en Estados Unidos, impartido en San Luis, Misuri, hace dos años, los comportamientos racistas actuales tienen su origen en la manipulación del relato histórico y en la falta de implicación que muestran ciertas instituciones académicas. “Si optamos por utilizar vocabularios históricamente obsoletos, nuestro entendimiento del racismo permanecerá superficial y nos pueden convencer fácilmente de que por ejemplo, las reformas legales automáticamente producen cambios reales en el mundo social”.
Más allá del relato, Davis se mantiene fiel a los postulados del igualitarismo social, educativo y sanitario defendido por ella en los setenta. Etapa en la que su lucha se intensificó dentro del Partido Comunista, del que es miembro desde 1968. Su implicación con el ideario del partido la llevó a la cárcel después de haber sido expulsada de la Universidad de California por la misma razón. Mujer, negra y comunista. Cóctel mólotov.
La persecución comunista de Reagan
Ella misma describió así en su Autobiografía (Capitán Swing, 2016), la intensa campaña de acoso a la que le sometió tanto la propia universidad como los distintos medios de comunicación locales. “Mis sospechas se confirmaron cuando me enteré de que la Junta de Gobierno de la universidad -a las órdenes del gobernador Ronald Reagan- había ordenado al rector de Los Ángeles que me preguntase oficialmente si era o no miembro del Partido Comunista”. Algo que le causó cierta sorpresa, entre otras causas por el excesivo control político que tenían los profesores de aquella institución. “Lo que me sorprendió fue el tono ceremonioso de la convocatoria, que parecía ser el principio de un proceso inquisitorial al estilo McCarthy”.
Cuanta más represión mostraban las fuerzas de seguridad, más crecía su implicación en la lucha por los derechos civiles. Movilizar a la masa a través de manifestaciones o discursos, comparecer ante los medios y crear publicaciones clandestinas en las que se denunciaba la violencia policial contra su comunidad, fueron algunas de las medidas que adoptó en la década de los 70. “Defender a los Panteras era defendernos a nosotros mismos. Si el Gobierno podía continuar su agresión racista contra ellos sin temor a represalias por nuestra parte, la represión alcanzaría pronto a otras organizaciones y acabaría por abarcar a toda la comunidad”, sentenció en sus memorias.
El mismo año del asesinato de Martin Luther King (1929-1968), el joven Gregory Clark fue asesinado por Warren B. Carleson, agente de policía. También aquel año el edificio de los Panteras Negras en Los Ángeles fue asaltado por la policía de la ciudad. Un conjunto de actos que acabaron por salpicar a Davis, acusada por el FBI de asesinato, secuestro y conspiración por el caso Soledad Brothers (tres afroamericanos prisioneros en el penal estatal de Salinas Valley que fueron acusados por el asesinato de un guardia de la prisión). A raíz de estas acusaciones, Davis huyó por todo el país para evitar la condena que este tipo de delitos tenía en California: pena de muerte.
Los Ángeles, Las Vegas, Chicago, Detroit, Miami o Nueva York son algunas de las paradas que hizo durante su fuga, lo que provocó que el FBI la incluyera en la lista de los ‘Diez criminales más buscados’.
“Probablemente va armada y es peligrosa. Si la ven, no intenten hacer nada. Póngase en contacto inmediatamente con el FBI”, anunciaba el cartel que intentaba darle caza. Fue el 13 de octubre de 1970 cuando fue detenida en el motel Howard Johnson de Nueva York. “Me di cuenta de que no era una cuestión personal. Se trataba de mandar un mensaje a un gran número de personas para que desistieran, para que no se involucraran en las luchas de liberación del momento”, recordaba ella misma en sus escritos.
Después de pasar dos meses en la prisión de mujeres de Nueva York, fue trasladada a California, donde pasó 14 meses más. La campaña “Free Angela”, que movilizó a medio país, consiguió que fuese absuelta de todos los cargos en junio de 1972.
La activista se convirtió así en un referente para muchos de los jóvenes que siguen luchando por la igualdad social. Como cantaban los esclavos del sur de Estados Unidos a inicios del siglo XX: “Dicen que la libertad es una muerte constante/ hemos muerto tanto que tenemos que ser libres”. Y ahí está Angela. Resucitada y libre. Tótem de la resistencia afroamericana.
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